Enrico Medi, físico y vicepresidente del Euratom «La ciencia por su propia naturaleza es cristiana»

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El 20 de julio de 1969, la voz que narró para los italianos en la RAI, en calidad de experto, la llegada a la Luna de Neil ArmstrongEdwin Buzz Aldrin (los dos que descendieron) y Michael Collins (quien se quedó en la nave) fue la del Siervo de Dios Enrico Medi (1911-1974). Había conducido en los años 50 en la naciente televisión programas de divulgación científica, así que ya era bien conocida su capacidad didáctica y su dominio del lenguaje del medio. Toda su vida fue un gran orador, en el Parlamento y como conferenciante.

Medi explica el procedimiento por el que el módulo de alunizaje de Armstrong y Aldrin se unirá de nuevo a la nave pilotada por Collins.

Porque en aquel momento histórico de la conquista del espacio, Medi ya era un personaje público conocido profesional y políticamente.

Se había licenciado en Física en 1932, a los 21 años, con una tesis sobre el neutrón discutida con Enrico Fermi, futuro Premio Nobel.

Se casó en 1938 con Enrica, a quien había conocido en la Universidad (ella era química y farmacéutica). Tuvieron seis hijas, bautizadas conforme a su devoción por la Santísima VirgenMaria BeatriceMaria ChiaraMaria PiaMaria GraziaMaria Stella y Maria Emanuela.

En 1942 ganó la cátedra de Física Experimental en la Universidad de Palermo. Al concluir la guerra, fue designado por la Democracia Cristiana para la asamblea constituyente de 1946. En 1948 se licenció en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, y ese mismo año fue confirmado como diputado, puesto que abandonaría en 1953.

En 1949 es nombrado presidente del Instituto Nacional de Geofísica, en 1952 gana la cátedra de Física Terrestre en la Universidad de Roma y en 1958, al constituirse el Euratom, tratado de la entonces Comunidad Económica Europea para la energía atómica, se convierte en su vicepresidente. Dimitió en 1965 por entender que estaban prevaleciendo en él los intereses de los estados miembros sobre el interés común que el organismo debía impulsar.

En 1966 el Papa Pablo VI le eligió entre los consejeros laicos del Vaticano. En 1971 fue elegido concejal en el ayuntamiento de Roma (renunciaría por razones de conciencia para no apoyar cosas incompatibles con su condición de católico), y en 1972 de nuevo diputado.

Enrico Medi estuvo entre los más activos impulsores del referéndum que buscaba derogar la ley de divorcio de 1970. La consulta tuvo lugar el 12 y 13 de mayo de 1974 y fue claramente perdida por los defensores de la familia (59% a 41%), una derrota que Medi llegó a conocer, pues tras una larga enfermedad murió el 26 de ese mismo mes. Tenía 63 años recién cumplidos.

Fue siempre un gran devoto del Santísimo Sacramento. Construyó una capilla privada en su casa y pidió y obtuvo poder tener a Jesús Sacramentado en el sagrario. Mantuvo una excelente relación con los Papas Pío XII y Pablo VI.

Era hijo espiritual del Padre Pío y también participó en la narración televisiva de su entierro.

«La misa del Padre Pío era revivir físicamente toda la agonía de Getsemaní, del Calvario, de la Crucifixión y de la muerte», escribió, según recoge Ermes Dovico en La Nuova Bussola Quotidiana: «Cuando asistíamos a la misa se veía el ansia de una criatura que, por una parte, era presa de un sufrimiento inmenso, y por otra, no quería que ese sufrimiento se volcase sobre los hermanos que tenía al lado. Como el Señor en el Calvario».

Por esa comprensión que Medi tenía de la realidad sacrificial y expiatoria de la Misa, se dirigió en una ocasión a los sacerdotes para hacerles ver su grandeza: «Todos los días tenéis a Dios en vuestras manos. Cada día tenéis un poder que San Miguel Arcángel no tiene. Con vuestras palabras transformáis la sustancia de un trozo de pan en la del Cuerpo de Jesucristo en persona. ¡Obligáis a Dios a descender a la tierra! ¡Sois grandes! ¡Sois criaturas inmensas!».

Pero eso también era una exigencia para ellos. A principios de los años 70, en una conferencia en Prato (Toscana), cuando una buena parte del clero se entregaba a la sociología y a la política y secularizaba su mensaje y sus formas, les exhortaba a no ocuparse de nada que no fuese Jesucristo y la fe de los cristianos: «Queridos sacerdotes, ¡defended nuestra Fe!«, les pedía.

La ciencia, cristiana en sí misma

En esa perfecta unidad de pensamiento y acción que fue su vida, se integraban perfectamente su saberes científicos y teológicos. Y frente al cientificismo que pretende negar legitimidad a cualquier otro conocimiento que no sea el puramente experimental, tenía clara la  unidad del saber: «Si no corriese el peligro de ser mal interpretado, me atrevería a decir que el cristianismo es exactamente científico. Pero la verdad es otra, la verdad es que la ciencia, por su propia naturaleza, es cristiana, es búsqueda de la verdad, es investigación atenta sobre la voluntad de Dios, que se expresa en el orden natural (ciencia) y en el orden sobrenatural (fe y teología). Por tanto, es inconcebible y absurda cualquier hipotética oposición entre fe y ciencia, entre verdadero progreso científico y la teología y la moral».

«Fueron la Revelación y la teología», añadía, «los que alumbraron y permitieron el nacimiento y el desarrollo de la ciencia». Hoy, diversos organismos científicos, técnicos y de enseñanza llevan su nombre, además de once calles en sendas localidades italianas. Pero es recordado, sobre todo, como un «santo por vocación«.

Un programa consagrado íntegramente a la figura cristiana de Enrico Medi.

En 2013 concluyó la fase diocesana de su proceso de beatificación, confirmando la Congregación para las Causas de los Santos las conclusiones del Tribunal constituido en 1995 en la diócesis de Senigallia (Ancona, en las Marcas, su región de nacimiento). Falta ahora que la Santa Sede reconozca las virtudes heroicas del ya Siervo de Dios para que pueda ser beatificado en un futuro.

 

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