El “truco matemático” de dos sacerdotes para comprender el origen del universo
Dos sacerdotes y cosmólogos del observatorio astronómico del Vaticano han desarrollado un nuevo método para comprender el origen del universo. Un «truco matemático», así lo han llamado; y va más allá de los límites trazados por Einstein con su Teoría de la Relatividad para explicar cómo llegó a existir el universo.
Francesco Agnoli ha entrevistado a los dos protagonistas de este nuevo descubrimiento en el mensual italiano de apologética Il Timone. Son conscientes de que, como ha declarado el premio Nobel de Física Giorgio Parisi, la “ciencia tiene respuesta al mundo en el mundo, pero no explica el porqué del mundo“.
-Dos científicos con “sotana”: ¿cómo concuerdan el amor por la ciencia experimental y la fe en Dios?
-Podemos decir que, de cierta manera, estamos siguiendo las huellas de muchos otros científicos religiosos y sacerdotes. Piense, por ejemplo, en el siglo pasado, en el sacerdote belga George Lemaître, que trabajó sobre las ideas de Einstein y que fue el primero en proponer la teoría que hoy conocemos como “teoría del Big Bang“. Sus ideas fueron después confirmadas por las observaciones del astrónomo estadounidense Edwin Hubble, que confirmó una ley que vincula la velocidad de recesión de las galaxias con su distancia. De hecho, se llama “ley de Hubble-Lemaître”.
»Nosotros seguimos la posición de monseñor George Lemaître, que consideraba que la religión y la ciencia eran dos planos paralelos que no se cruzan. En una famosa entrevista declaró: “Había dos caminos para llegar a la verdad. Decidí seguir ambos. Nada en mi trabajo, nada de lo que he aprendido en los estudios de ciencia o religión ha cambiado mi opinión. No tengo conflictos que tenga que reconciliar. La ciencia no ha cambiado mi fe en la religión y la religión nunca ha obstaculizado las conclusiones obtenidas por los métodos científicos” (New York Times Magazine, 19 de febrero de 1933).
El jesuita Gabriele Gionti (izquierda), doctor en Física Teórica Gravitacional, y el sacerdote Matteo Galaverni, doctor en Astrofísica, trabajan conjuntamente en el Observatorio Vaticano.
»La religión y la ciencia son independientes la una de la otra y, por tanto, no están en oposición, como se suele pensar. La teología y la ciencia son dos disciplinas con dos métodos y argumentos de investigación diferentes y separados. Una persona puede ser, al mismo tiempo, un buen científico y un buen creyente sin que haya contradicción alguna.
-Sin embargo, en el imaginario colectivo…
-En realidad, el problema surge cuando se pretende que la ciencia tenga una clave de lectura para que comprenda sola toda la realidad. Este es un extremismo que se llama cientificismo. Como personas de fe, creemos que el universo fue creado por el Amor del Dios de Jesús de Nazaret. El estudio del universo y de sus leyes nos habla de este Dios de Amor.
»De hecho, como subrayaba un famoso científico, Stephen Weinberg, el universo aparece armonioso y ordenado y, si no partimos de un supuesto de fe, no se comprende por qué es así. La persona de fe vuelve a descubrir, en esta armonía, la huella del Amor de Dios, por lo que hacer ciencia se convierte casi en un acto de oración. Sin embargo, esta no es, y no puede ser, una prueba de la existencia de Dios, sino una constatación a posteriori.
»La relación entre ciencia y fe se puede entender partiendo del magisterio del santo Papa Juan Pablo II. Sus palabras resultan esclarecedoras cuando afirma, por ejemplo, que “la ciencia puede purificar la religión del error y de la superstición, la religión puede purificar la ciencia de la idolatría y los falsos absolutos. Cada una puede ayudar a la otra a entrar en un mundo más amplio, un mundo en el que ambas puedan prosperar” (Carta al padre George V. Coyne, 1 de junio de 1988).
-¿Qué significa para ustedes trabajar en el Observatorio Vaticano, el lugar donde, entre otros, trabajó el padre Angelo Secchi, de Reggio Emilia, considerado el fundador de la astrofísica?
-La Specola, con su actividad de observatorio astronómico del Vaticano, se sitúa en continuidad con el observatorio del Colegio romano dirigido por el padre Secchi desde 1850 hasta su muerte, en 1878. En su observatorio, situado sobre la iglesia de San Ignacio, en Roma, este gran científico jesuita sentó las bases de la astrofísica moderna. De hecho, antes de él la astronomía se limitaba solo a registrar y calcular los movimientos de los cuerpos celestes, pero se consideraba que era imposible determinar sus propiedades químico-físicas. Con su revolucionaria clasificación de las estrellas -la primera basada en los espectros de emisión y de absorción-, dio el primer paso hacia el reconocimiento de las composiciones químicas de los cuerpos celestes. La figura de Secchi, con su capacidad de abrir nuevas perspectivas, sigue siendo ciertamente fuente de inspiración en la astronomía, pero no solo.