La inteligencia artificial (IA) es mi jefe, el jefe de mi jefe y el jefe del jefe de mi jefe

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Entre 1979 y 2019, la productividad aumentó un 69,6 %, pero el salario por hora solo subió un 11,6 %. Esta diferencia se debe a un aumento en la explotación. En la era Amazon, los trabajadores trabajan más y ganan menos. Ese no era el plan, y parece que la única solución estriba en el socialismo

Artículo original de technologyreview.es

 

El fundador de la macroeconomía, John Maynard Keynes, predijo que el capitalismo duraría aproximadamente 450 años. En concreto, los que transcurrirían entre 1580, cuando la reina Isabel invirtió el oro español robado por Francis Drake, hasta 2030, el año en el que Keynes asumió que la humanidad debería haber solucionado sus necesidades para pasar a tener otras inquietudes más elevadas.

 

Es cierto que, actualmente, el sistema parece estar a punto de transformarse, pero no como Keynes esperaba. Se suponía que el destino de la Generación Z sería relajarse en una vida de ocio y creatividad. En cambio, parece que va enfrentarse a una etapa de salarios estancados y de crisis ecológica.

 

En un famoso ensayo de principios de la década de 1930 titulado Las posibilidades económicas para nuestros nietos, Keynes imaginó el mundo dentro de 100 años en el futuro. Predijo distintos fenómenos que se avecinaban, como la automatización del trabajo (a la que denominó «desempleo tecnológico»). Pero creía que esos cambios eran síntomas de progreso hacia una sociedad mejor, hacia la liberación colectiva del trabajo. Le preocupaba que la transición a este mundo sin trabajo pudiera ser psicológicamente difícil, por lo que sugirió que las jornadas laborales de tres horas podrían servir como programa de transición, lo que nos permitiría posponer la profunda pregunta de qué hacer cuando no queda nada por hacer.

 

Los nietos del título del ensayo de Keynes son los niños y jóvenes adultos actuales. La principal fuerza laboral de 2030 nació entre 1976 y 2005. Y a pesar de que las precisas predicciones que Keynes hizo sobre la tasa de crecimiento y la acumulación económica fueron sorprendentemente ciertas, el impacto de estos fenómenos sobre esta generación es muy diferente al que él se imaginó.

 

En vez de avanzar hacia una utopía libre de trabajo, el mundo está viviendo la desaparición de empleos como una especie de cambio climático económico. Las predicciones apocalípticas surgen mientras las comunidades pobres y de clase trabajadora son las más afectadas por los primeros impactos: el estancamiento salarial, los lugares de trabajo no regulados e inseguros, y, en EE. UU., una epidemia de adicción a los opioides. En el otro extremo, la riqueza cada vez más derrochadora no resulta menos inquietante.

 

¿Qué diablos ha pasado? Para descubrir por qué la Generación Z no será como Keynes predijo, tenemos que hacernos algunas preguntas fundamentales sobre economía, tecnología y progreso. Después de suponer durante un siglo que un mundo mejor aparecería por encima de todo lo que hemos acumulado, esas suposiciones parecen infundadas. La situación está empeorando.

 

Hace poco, como cuando tuvo lugar el primer bum de internet de hace dos décadas, todavía era posible hablar sobre desarrollo tecnológico y expansión económica como algo bueno para todos. Por ejemplo, la start-up Webvan (posteriormente ridiculizada) de entrega de alimentos, planeó combinar las eficiencias de internet y otros avances en información y logística para ofrecer productos de mejor calidad a precios más bajos, que serían entregados directamente a los consumidores por parte de los trabajadores mejor pagados y mejor formados. Era una visión unívoca y keynesiana del desarrollo: no solo todos los involucrados se benefician individualmente como consumidores, empleados o inversores, sino que la sociedad misma mejora eliminando necesidades y ascendiendo a un plano superior del ser.

 

Cuando Webvan se desmoronó, los analistas asumieron que eso significaba que la idea clave era irremediablemente errónea: simplemente no tenía sentido utilizar a humanos para llevar a la gente sus pedidos de supermercado. Cuando se le preguntó sobre el futuro de esa industria en 2001, el profesor de Harvard Business School (EE. UU.) John Deighton dijo: «¿Entrega de alimentos a domicilio? Nunca». Sin embargo, menos de 20 años después, puedo hacer que una de las compañías mejor valoradas del mundo (Amazon) me entregue un pedido a través de su marca de alimentos (Whole Foods) en una hora. Y si eso no es suficientemente rápido, hay varios servicios de plataforma (Instacart, Postmates y otros) a través de los cuales puedo contratar a alguien para que recoja mi pedido y me lo traiga de inmediato.

 

Para los consumidores, estos servicios han hecho que sus vidas sean más cómodas. Para los propietarios, los precios de las acciones y las ganancias corporativas llevan décadas aumentando. Pero como trabajadores, hemos sufrido. Atrás quedó la visión de Webvan de conductores de entregas altamente capacitados, remunerados y ambiciosos. El trato que Amazon da sus trabajadores en todos los niveles es tan intensamente explotador que los antiguos empleados han creado su propia forma de escribir. Sus informes se han convertido en ensayos en los que exponen las dificultades particulares y comunes de trabajar en esta empresa. Una parte sería una investigación del trabajador, la otra sería un diario de traumas.

 

El fundador de la macroeconomía predijo que el capitalismo duraría aproximadamente 450 años.

 

Un empleado de almacén de Amazon describió el flujo de trabajo así: «La inteligencia artificial (IA) es mi jefe, el jefe de mi jefe y el jefe del jefe de mi jefe: establece el objetivo de las tasas de productividad, las cuotas de turno y la división del trabajo en el almacén… En última instancia, lo que esto significa es que no solemos hablar con las mismas personas dos veces, nos encontraremos aislados, realizaremos tareas aleatorias de un turno a otro, trabajaremos para guardar o clasificar o recoger o empacar tasas que excedan el promedio, porque nos lo dijo el supervisor y antes de eso, un programa se lo dijo a él».

 

En vez de liberar a los empleados del trabajo duro, las mejoras tecnológicas refuerzan su eficiencia moldeando a los trabajadores de formas irrazonables. En todos los departamentos, los trabajadores de Amazon informan de que su ritmo de trabajo les obliga a orinar en botellas y cubos de basura. Utilizando capas de acuerdos de subcontratación, las empresas más grandes se aíslan de la responsabilidad hacia y para sus empleados con salarios más bajos. Unas investigaciones recientes sobre el envío del último kilómetro de Amazon revelan a conductores exhaustos cuyos descuidos, como era de esperar, matan a las personas. Pero en lo que respecta a la comunidad empresarial, la compañía sigue siendo ejemplar.

 

En todas partes, la idea de la liberación del trabajo parece un sueño. Los trabajadores que fabrican piezas de iPhone han estado expuestos a productos químicos tóxicos. El gigante manufacturero taiwanés Foxconn suele estar en el punto de mira por las malas condiciones laborales que ofrece. Los repartidores de Instacart se declararon en huelga para quejarse de los cambios que llevaron a menos propinas; dos días después, la compañía recortó sus bonificaciones (Instacart afirma que los dos hechos no están relacionados). Los empleados de la plataforma de audio Rev.com descubrieron recientemente un recorte salarial de un día para otro que significaba que Rev ahora se queda con 70 céntimos de cada euro que un cliente gasta en la transcripción de un audio, los trabajadores solo reciben 30 céntimos.

 

Los jóvenes estadounidenses están alcanzando la edad laboral en una economía dominada por Amazon, no por Webvan. Según el Instituto de Política Económica (EPI por sus siglas en inglés), mientras la productividad de los trabajadores aumentó un 69,6 % entre 1979 y 2019, el salario por hora solo subió un 11,6 %. «Los ingresos, los salarios y la riqueza generados en las últimas cuatro décadas no han llegado a la gran mayoría, en gran parte porque las decisiones políticas tomadas en nombre de aquellos con más ingresos, riqueza y poder han exacerbado la desigualdad», subrayó el EPI. La diferencia entre el aumento de la productividad y el de los salarios se debe a un aumento en la explotación: los trabajadores trabajan más y ganan menos. Ese no era el plan.

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