Cuando la tecnología sustituye la religión

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Algunos expertos destacan que la actual fiebre digital cuenta con muchas de las características que históricamente se han atribuido a las grandes creencias.

El ser humano busca la transcendencia, y eso es aprovechado por estas pseudoreligiones al servicio de los poderosos.

Desde la propuesta de un dios máquina hasta el anuncio del advenimiento del homo deus, pasando por cultos que buscan alcanzar la vida eterna mediante una copia cognitiva, emocional y espiritualmente idéntica de cada persona gracias a la tecnología o por pastores cristianos que animan a aprovechar la ciencia para renovar la creación de dios y evangelizar a los robots.
Hay decenas de organizaciones, asociaciones religiosas, instituciones y centros de investigación reconfigurando las ideas religiosas, forjando nuevas deidades o nociones en torno a dios a partir de los avances de la ciencia y la tecnología. Se trata de un fenómeno global que está ganando intensidad en Estados Unidos y que comienza a conocerse como “las tecnorreligiones”, aunque bajo esa etiqueta conviven planteamientos y realidades muy diferentes: desde quienes defienden que dios ha muerto pero lo tendremos que crear en el futuro para salir del atolladero hasta los que pronostican que dios y la religión pierden sentido cuando la biotecnología, la nanotecnología y la inteligencia artificial están a punto de crear el homo deus inmortal.
Star Trek, Dune, Battlestar Galactica… Las producciones de ciencia ficción que incluyen ideas religiosas son abundantes. A medida que se expande el universo virtual, aumentan las posibilidades de que se establezca esta “conexión espiritual” con la tecnología, en especial, en tiempos de crisis como los causados por la pandemia del coronavirus. Como en el cambio de milenio se buscan salidas en medio de los caos provocados.

El consenso que se construye actualmente a través de la tecnología es amplio y poderoso. Los analistas, entre ellos, Stan Stalnaker, otorgan a las redes sociales la misma función que, en el pasado, tuvieron los predicadores que buscaban sujetos a los que convertir a su fe. Según Stalnaker, fundador y director de estrategia del Hub Culture Group, “hay una gran audiencia solitaria que busca respuestas espirituales”.

Él, que igualmente ocupa la dirección de seguridad de la información en Ven Finance Ltd., no duda en afirmar que el siglo XXI será muy propicio para las religiones de raíz tecnológica. Las estadísticas parecen darle la razón. Por ejemplo, un informe de Cigna revela que la mitad de los estadounidenses se sienten solos “a veces o siempre”. Otro estudio, de PRRI, demuestra que el 18% de los norteamericanos son “espirituales, pero no religiosos”, y siete de cada de diez encuestados, tanto lo uno como lo otro.
En el resto del mundo, la sensación es similar. El 84% de la población mundial se define como “religiosa”, como se destaca en un trabajo del Pew Research Center. El activismo social no es forzosamente religioso, no obstante, a menudo se sientan las bases para que los movimientos espiritualistas se desarrollen sobre sus plataformas: la Web, Twitter, Telegram, herramientas de big data… Además, periódicamente aparecen novedades digitales o desastres, como el que nos ha llevado al confinamiento, que facilitan esta evolución.
Neuralink, por ejemplo, es un proyecto del empresario Elon Musk para enlazar cerebros humanos y sistemas informáticos con el objetivo de tratar a pacientes con desórdenes neurológicos, pero también para lograr la simbiosis de las personas con la inteligencia artificial. Facebook ha invertido mucho esfuerzo y dinero en crear algoritmos que rastreen la actividad cerebral de los navegantes y la plasmen en palabras.

En este universo metafísico así planteado, hay mucho de mentira y bastante de “pócimas mágicas”, que se han revestido de silicio e circuitos integrados, partiendo de lo tecnológico para buscar un paralelo religioso al paradigma tecnocrático actual. El factor común de las mismas es desvincularse del sufrimiento humano, apartarse de los grandes dilemas que hacen al ser humano lo que realmente es, un ser hecho para la solidaridad.

Hoy en día la agresión sufrida por el ser humano es tan grande (soledad, trabajo precario…) que el elemento religioso se vuelve indispensable. Pero lo cierto es que estos fenómenos, se convierten en “SOMAS UTOPIÁCEOS” que proponen un mundo mejor de base tecnológica, y que generalmente, no suprimen la causa del sufrimiento sino al mismo sufridor. Paradojas de esta época.

 

Hoy en día la agresión sufrida por el ser humano es tan grande (soledad, trabajo precario…) que el elemento religioso se vuelve indispensable. Pero lo cierto es que estos fenómenos, se convierten en «SOMAS UTOPIÁCEOS» que proponen un mundo mejor de base tecnológica, y que generalmente, no suprimen la causa del sufrimiento sino al mismo sufridor. Paradojas de esta época.

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