Informe confinamiento Covid: «A menos horas de pantalla, más bienestar»

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Aunque el término bienestar es absolutamente subjetivo y relativo, ya que depende del enfoque de quien hace el estudio, nos parece que desde este blog, hemos de hacernos eco de este informe sobre las circunstancias psicológicas y sociales del confinamiento de los meses pasados. Aspectos como el juego on line, las apuestas, la pornografía o las redes sociales, han aumentado la ansiedad y las dependencias, sobre todo de los más desfavorecidos. El informe es del Observatorio Social La Caixa.


En este artículo se exploran distintos aspectos del bienestar personal y psicológico durante la crisis del coronavirus en España, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Perú, Uruguay y Venezuela. Los datos se recogieron entre el 29 de marzo y el 20 de junio del 2020. En el estudio llevado a cabo, sobre el que se basa este artículo (se puede consultar la información sobre el proyecto en www.medium.com/proyectowise y www.unav.edu/yit), los autores prestaron especial atención al papel que juega el uso de tecnología digital en estas circunstancias. El estudio partía de una serie de interrogantes: ¿quién ha sufrido más durante el confinamiento? ¿Ha aumentado el tiempo que la población ha dedicado a estar delante de pantallas? ¿Importa el motivo por el que se recurre a la tecnología? ¿Qué otros factores contribuyeron al bienestar personal durante la cuarentena?

Para el estudio llevado a cabo, los autores crearon un índice de bienestar con puntuaciones entre 0 (malestar absoluto) y 10 (bienestar absoluto). Este índice resume un amplio espectro de medidas, tanto positivas (felicidad y autoestima) como negativas (malestar, ansiedad, depresión y estrés), y pretende ser una medida global del bienestar personal y psicológico. Las medidas de bienestar incluían una valoración subjetiva («En general, me considero una persona feliz») y afirmaciones que debían puntuarse, como «Me siento satisfecho conmigo mismo», «Me siento tan valioso como otras personas» o «Soy capaz de hacer las cosas tan bien como los demás». Las medidas de malestar incluían una valoración subjetiva («Desde que empezó el estado de alarma, ¿cuánto piensas que ha aumentado tu malestar?») y tres indicadores para medir los niveles de ansiedad, depresión y estrés.

Del total de participantes en la encuesta, los resultados indican que el 16% tienen niveles bajos de bienestar (menor de 5, en magenta); son las personas que peor lo han pasado durante el confinamiento. El 57% tiene niveles medios de bienestar (entre 5 y 8, en naranja). El 27% de la muestra tiene niveles altos de bienestar (por encima de 8, en azul).

El gráfico 1 muestra que las mujeres, los jóvenes y las personas sin estudios superiores lo han pasado peor durante el confinamiento: con más frecuencia, presentan niveles bajos de bienestar y están menos representados entre los rangos de nivel alto de bienestar. Destaca el marcado perfil de edad del bienestar: no hay apenas personas mayores de 50 años con niveles bajos de bienestar, y más del 40% de ellos presentan un alto nivel de bienestar. Esto, que puede resultar sorprendente, ya que los mayores constituyen la población de riesgo frente a la covid-19, parece indicar que la disrupción en las rutinas diarias (falta de asistencia a la escuela, al trabajo y alteración en los ámbitos del ocio, la vida social o el deporte) ha dañado más el bienestar de los jóvenes que el de los mayores, para quienes el confinamiento, quizás, ha supuesto un menor cambio en sus hábitos de vida.

1. El uso de la tecnología digital se ha incrementado considerablemente durante el confinamiento

En el confinamiento, el uso de dispositivos digitales ha aumentado notablemente. Un 19% de los encuestados afirman que su tiempo frente a las pantallas ha aumentado mucho, y un 52% indica que se ha incrementado bastante. Se han dedicado, de media, más de 9 horas al día a las pantallas. La mayor parte de ese tiempo se emplea en trabajo o estudio, con una media de 5 horas y 22 minutos. A partir de datos recogidos en el estudio, se observa que el tiempo diario de trabajo delante de pantallas fue, de promedio, de 6 horas y 43 minutos entre los profesionales y de 4 horas y 52 minutos entre los estudiantes –incluyendo, en confinamiento, las clases en línea–.


El tiempo no dedicado a trabajar o estudiar se dedicó, principalmente, a comunicarse con amigos y familiares, lo que supuso casi 5 horas durante el confinamiento. Entre los usuarios de redes sociales (Instagram, TikTok y similares), la media de uso fue de 3 horas y 22 minutos al día. Para el entretenimiento (películas, series y similares) se destinaron 2 horas y 50 minutos al día. Los aficionados a videojuegos (algo más de un cuarto de la muestra) les dedicaron una media de 2 horas y 11 minutos al día. Nótese que el tiempo resultante de sumar todas las tareas es mayor que el total de 9 h y 16 minutos. Esto se debe al uso de varios dispositivos a la vez (multitarea); también, en parte, a fallos de memoria: no es fácil recordar el tiempo total que se pasa conectados cada día y que se destina a unas tareas u otras.

2. Un uso moderado de la tecnología permite alcanzar un mayor nivel de bienestar

Los siguientes dos gráficos muestran la relación entre la cantidad de tiempo que se invierte delante de las pantallas y el nivel de bienestar. Esta relación es compleja, ya que depende de cuánto y para qué se usen. Se verán, por separado, usos de trabajo y otros usos no profesionales.
Para los usos no relacionados con el trabajo, cabe indicar que cuanto mayor es el tiempo, menor es el bienestar. Como se indica en el apartado 1, un 27% de los encuestados presentan un nivel de bienestar alto (más de 8 sobre 10). En el gráfico 3.1 se aprecia que quienes dedican más de dos horas al día al uso de la tecnología para redes sociales (Instagram, TikTok o Twitter, entre otras), entretenerse (series y vídeos) o comunicarse con otros (llamadas y mensajes) presentan un bienestar alto con menor frecuencia que aquellos que logran un uso más moderado de las tecnologías (dos horas o menos).

Los datos varían cuando se distingue entre profesionales y estudiantes. Pese a que se detectan ciertas fluctuaciones, entre un 30% y un 40% de profesionales presentan un nivel de bienestar alto, independientemente del tiempo diario que dediquen a trabajar frente a pantallas. En el caso de los estudiantes, solo entre el 10% y el 15% de manifiestan tener un bienestar alto, y esto no guarda relación con las horas de uso de la tecnología para estudiar.
Es pertinente recordar que los estudiantes son el grupo de edad que ha sufrido mayores niveles de malestar durante el confinamiento, como se observa al final del apartado 1.

3. Cuando se usa mucho la tecnología para ciertos fines, disminuye el bienestar personal

Hoy en día se usa internet prácticamente para todo, desde trabajar hasta apostar o buscar información sobre el coronavirus. Del estudio llevado a cabo se deriva que el bienestar individual está relacionado con estos usos. El gráfico 4 incluye siete posibles usos de la tecnología; para cada uno de ellos, se muestra la proporción de personas con bienestar alto (mayor de 8/10), comparando los que llevan a cabo esa tarea nada o poco y los que la realizan bastante o mucho.

Para la mayoría de los usos contemplados, quienes más usan la tecnología con los fines indicados tienen menos probabilidad de presentar un bienestar alto. Para cada uso de la figura, al observar las diferencias entre las barras claras y oscuras, se advierte que las caídas más grandes en bienestar se detectan entre los que recurren a las pantallas para evadirse de sus problemas (-20%), entretenerse o relajarse (-17%), fisgar en la vida de otros (-13%), informarse sobre el coronavirus (-12%), consumir pornografía (-15%) o apostar en línea (-4%). En cambio, el uso de tecnología para organizarse en el trabajo o estudio puede incluso incrementar ligeramente el bienestar (+1%).
De nuevo, si recordamos que en la población general hay un 27% con bienestar alto, se concluye que el uso de tecnología es compatible con un alto bienestar, siempre que se consuma con moderación. Habitualmente, quienes usan nada o poco las pantallas para estos fines muestran niveles de bienestar superiores al 27% –salvo en los casos de la pornografía y las apuestas, en los que incluso consumir poco se asocia a menores proporciones de bienestar alto–.

4. Lo que hacemos sin pantallas también contribuye a nuestro bienestar

Entre los expertos en bienestar y malestar psicológico es común hablar de factores protectores: actividades que protegen del malestar o fomentan el bienestar –cuanto más se realizan, mejor se encuentra la persona–. En el estudio sobre el que se basa este artículo, se ha encontrado evidencia de que el ejercicio físico y la dedicación a aficiones sin pantallas (pintar, cocinar, leer, o tocar un instrumento, entre otros) se asocian a niveles más altos de bienestar personal y psicológico. En concreto, un 29% de los participantes que aprovecharon el confinamiento para aumentar el tiempo dedicado al ejercicio físico mostraron niveles altos de bienestar, en comparación con el 24% de los que redujeron su tiempo de deporte. Todavía mayor es la diferencia entre quienes aprovecharon el confinamiento para dedicar más tiempo a aficiones sin pantallas: un 30% manifestaron un bienestar alto, en comparación al 20% de los que redujeron su dedicación a esas actividades.

5. Aunque haya distanciamiento físico, la familia y los amigos siguen siendo claves

Las relaciones personales y sociales son una de las dimensiones de la vida más afectadas por el confinamiento, ya que una inmensa mayoría de los ciudadanos vio recortadas sus posibilidades de compartir tiempo presencial con familiares y amigos. Pero precisamente estas relaciones se encuentran entre los factores más fuertemente relacionados con el bienestar en confinamiento.

El gráfico 6 muestra una clara tendencia a favor del bienestar conforme las personas se muestran más satisfechas con sus relaciones familiares y de amistad. En el caso de la familia, encontramos seis veces más personas con altos niveles de bienestar entre los muy satisfechos (43%) que entre los nada (7%) o poco (6%) satisfechos con ella. Estas proporciones son parecidas en el caso de la satisfacción con los amigos: los muy satisfechos son hasta ocho veces más propensos (42%) a tener altos niveles de bienestar que los nada satisfechos (5%) con sus amistades. En el extremo contrario, un 60% de los que no están nada satisfechos con sus relaciones cercanas tienen también niveles bajos de bienestar.

Estos resultados indican que, en un contexto de distanciamiento social, las relaciones personales se muestran especialmente valiosas para evitar el malestar (bienestar bajo) y promover altos niveles de bienestar.

6. Conclusiones

En el estudio llevado a cabo, las personas que manifestaron un alto bienestar durante el confinamiento se encuentran entre las que usaron los dispositivos móviles con moderación, así como entre las que dedicaron más tiempo a ocio sin pantallas y al ejercicio físico. Quienes lograron hacer un uso más moderado de la tecnología en el confinamiento presentaron niveles altos de bienestar con mayor frecuencia que quienes la usaron en exceso –en otras palabras, el bienestar descendió conforme se pasaron más horas al día frente a dispositivos móviles en busca de entretenimiento, redes sociales o comunicación–. No obstante, aunque el bienestar personal y la tecnología están asociados, sería precipitado concluir que el uso excesivo de pantallas es el causante del malestar; podría ser al revés, que los usuarios con altos niveles de malestar utilicen la tecnología más tiempo y para actividades de evasión como las apuestas, la pornografía o fisgar en la vida de otros.

7. Referencias

LOVIBOND, P. F., y LOVIBOND, S. H. (1995). «The structure of negative emotional states: Comparison of the Depression Anxiety Stress Scales (DASS) with the Beck Depression and Anxiety Inventories», Behaviour Research and Therapy, 33(3), 335-343.

ROSENBERG, M. (2015). Society and the adolescent self-image. Princeton University Press.

Fuente del artículo aquí

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