LA IDEOLOGÍA DE LA SALUD COMO BIOIDEOLOGÍA DEL SISTEMA CAPITALISTA ACTUAL

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Observatorio de Biopolítica

Grupo de Sanidad y Biopolítica de Profesionales por el Bien Común

LAS BIOIDEOLOGÍAS DEL SISTEMA NEOCAPITALISTA PARTE IV

La IDEOLOGÍA de la SALUD como BIOIDEOLOGÍA del SISTEMA CAPITALISTA ACTUAL

Carlos Martínez Cerezal

Médico

La salud ha dejado de ser una condición del propio existir y se propone ahora como un fin en sí mismo, como una meta a conseguir, como un ideal… pudiendo situarse incluso por encima de la vida de otro ser humano.

INTRODUCCIÓN

En los últimos tiempos hemos podido constatar como las personas están dispuestas a aceptar amplias limitaciones a su libertad si lo que se pone en riesgo es su salud. Limitaciones que han llegado a niveles que ni los regímenes más totalitarios hubieran conseguido sino fuera baja las amenazas de las armas. Hemos llegado a una situación en que la máxima, “la salud es lo más importante”, se ha convertido en expresión de una nueva forma de control por parte del poder, donde el hombre es valorado principalmente por su dimensión corporal. La salud ha dejado de ser una condición del propio existir y se propone como un fin en sí mismo, como una meta a conseguir, como un ideal… pudiendo situarse incluso por encima de la vida de otro ser humano.

Podemos decir que el cuidado de la salud se ha convertido en un concepto de salud materialista y utilitarista. Este cambio viene dado de la mano de la ciencia y la tecnología que están desarrollado una gran capacidad para actuar sobre lo biológico. En el trasfondo lo que se persigue con este nuevo concepto de salud es cambiar la naturaleza humana, que es considerada defectuosa y modificable. Lo que se persigue por encima de todo no es la transformación del mundo exterior o la trasmutación revolucionaria de la sociedad, sino la transformación de la naturaleza del ser humano. Persiguen el poder para hacer el hombre que debe ser. Son obra de oligarquías que persiguen el poder para realizar sus sueños, el poder de algunos hombres para hacer con otros hombres lo que les place. Así tenemos, que la antigua utopía social de construcción de una nueva sociedad se ha reconvertido ahora en la utopía del cuerpo; donde el fin es crear un hombre nuevo, individualizado, saludable para adaptarse al entorno que se le propone, un ciudadano del nuevo mundo.

Las características de este nuevo hombre son su confianza absoluta en el futuro, y un pesimismo sobre el presente. El hombre nuevo debe liberarse del presente histórico y temporal, salirse de su cuerpo y emanciparse, desprenderse de su sexo, genero, familia, nación, incluso de Dios. Es un hombre sin raíces, en el que habrá desaparecido la naturaleza humana, y para el que la trascendencia es un absurdo y donde la muerte no tiene sentido. El hombre nuevo es producto de la trasformación de la sociedad y de la cultura que, sin compromiso con el pasado, se lanza confiado en brazo de una propuesta de nueva sociedad perfecta, donde el cuerpo se convierte en un fin en sí mismo, y la salud en un medio de control de la nueva revolución antropológica.

Y así, la salud se convierte en una ideología que consigue acelerar estos cambios ya que tiene un gran nivel de aceptación y por tanto de penetración consiguiendo implementar a una mayor velocidad las leyes biopolíticas más disruptivas (aborto, eutanasia…). En esta nueva realidad la salud de la madre estará por encima de la vida del hijo no nacido, la del joven por encima de la del anciano que vive en una residencia, las medidas de salud preventivas en los países desarrollados se antepondrán a la erradicación de enfermedades endémicas que causa la muerte de millones de persona en los países más empobrecidos, en definitiva, la salud y calidad de vida del sano estará por encima de la vida del enfermo. ¿Cómo se ha ido produciendo esta trasformación? ¿cuál ha sido el proceso de cambio del concepto de salud?

Un nuevo concepto de salud

La OMS (Organización Mundial de la Salud) comenzó su funcionamiento el 7 de abril de 1948 cuando su constitución fue ratificada por los Estados miembros de las Naciones Unidas. El objetivo más ambicioso de la OMS fue lograr que todos los pueblos alcanzaran el nivel de salud más elevado posible. Este constante interés se pone de relieve en la Carta Magna promulgada por esta organización, cuyos puntos más destacados son:

• El ser humano tiene el derecho de gozar del mayor alto grado de salud.

• La salud de todos los pueblos es fundamental para el logro de la paz y la seguridad y depende de la cooperación de los individuos y de las naciones.

• La desigualdad en la promoción de la salud en los diferentes países y en el control de las enfermedades, especialmente las transmisibles, constituye un estado de riesgo general.

• La opinión informada y la cooperación activa del público son de vital importancia para el progreso de la salud en las naciones.

• Los gobiernos tienen la responsabilidad de velar por la salud de sus pueblos.

El concepto de salud entendida como “la ausencia de afecciones, enfermedades o incapacidades”, ha estado ligado desde los inicios a la tradición hipocrática y judeo-cristiana de la medicina. El primer cambio se produjo cuando en el año 1948, la Organización Mundial de la Salud modificó la definición de salud en función de los principios de la Declaración Universal y ésta pasó a convertirse en un “estado de completo bienestar físico, mental y social”[1]. La salud paso de ser un estado asociado al propio hecho de vivir a ser considerado un objetivo, una meta, un derecho. Y así, el nuevo objetivo de los organismos sanitarios será “lograr el mayor grado de salud que sea posible esperar, además deconstituir uno de los derechos fundamentales de todo ser humano, cualquiera sea la raza, religión, opiniones políticas o su condición económica social”.

El cambio de definición supuso poner al mismo nivel derecho a la vida y derecho a la salud. En la Declaración Universal de los Derechos del Hombre[2] se señala que el primer derecho del hombre es el derecho a la vida y a la integridad física que es el soporte de los demás derechos; sin este derecho todos los demás carecen de la posibilidad de ser ejercidos. El derecho a la salud debe colaborar en la preservación de la vida, esto implica una acción concertada para permitir a “todos” el acceso por igual a servicios que promuevan la salud tanto personal como de la comunidad.

Debido a la necesidad de proporcionar un entorno socio-económico favorable para la salud, en el año 1978 la OMS y el Fondo Internacional de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), se comprometieron mediante una Declaración a lograr Salud Para Todos (Conferencia de Alma-Ata de 1978 sobre Atención Primaria de Salud)[3]. En ella se expresa la urgente necesidad de proteger y promover la salud a nivel mundial en base a conocimientos científicos y socialmente aceptables. Sería de básica importancia implementar un Nuevo Orden Económico Internacional que ayude a reducir las desigualdades entre países ricos y pobres en base a un desarrollo económico y social sostenible que proporcione una mejor calidad de vida lo que contribuirá a la paz mundial.

Al año siguiente de la Declaración de Alma Ata, el doctor Kenneth Warren”, funcionario de la Fundación Rockefeller y luego el presidente del Banco Mundial, Robert McNamara, consideraron el proyecto de “salud para todos” como utópico, irrealizable que suponía un riesgo para los países desarrollados, por lo que propusieron una atención primaria de salud selectiva como alternativa para países empobrecidos. Esta propuesta constituyó la base de los objetivos del nuevo paradigma de la salud cuyo fundamento más profundo era la estrategia de seguridad demográfica o la reducción planificada de población de los países más pobres. El poder controlar la vida humana desde la concepción hasta la muerte es la máxima expresión del del sistema de poder global y totalizante que se estaba desarrollando, y que partía  en su génesis de unos postulados de seguridad nacional, donde el aumento de la población en los países empobrecidos era un peligro para la seguridad nacional y por lo tanto se plantea como objetivo la planificación controlada de su demografía (así quedaría reflejado en el memorándum NSSM 200)[4].

Hay que tener en cuenta que el proceso de globalización que actualmente estamos viviendo tiene su origen en el comienzo de los años 70 del siglo XX en donde se agudiza la conciencia de que hay un norte de países enriquecidos y un sur de países empobrecidos. Esta conciencia crece aún más con la caída del bloque comunista. La seguridad demográfica de los países enriquecidos seguía ocupando un lugar principal en la estrategia geopolítica de estos. Destacan en esta época los trabajos de los expertos del Club de Roma (formado por grupos financieros, científicos y funcionarios de importantes organismos internacionales) que auguraban una catástrofe demográfica[5], que no se ha producido, los cuales llegaron a proponer el control de la natalidad de forma obligatorio en los países del sur.

Este principio de control poblacional tenía expresión en una serie de recomendaciones:

• Si bien la procreación es la expresión suprema del ser humano debe responder a una ética rigurosa, nadie puede oponerse a la elección destinada a interrumpir conscientemente la maternidad o prevenir embarazos si los objetivos son de evitar una vida de abyección y muertes por hambre o una guerra.

• En un mundo donde el fenómeno de la sobrepoblación crea problemas planetarios, las políticas demográficas nacionales deben ser compatibles con los intereses de la humanidad.

• La calidad de la población es más importante que la cantidad.

• El principio de soberanía territorial es uno de los mayores obstáculos para la paz. Por ello debe ser gradualmente limitado y reformado hasta llegar a su supresión.

• El nuevo orden a crearse debe ser internacional y en lo posible global, para poder establecer reglas coherentes sobre derechos y deberes de toda la comunidad mundial.

Estos planes no mencionan una equitativa distribución de la riqueza indispensable para la solución mundial del problema y proponen un control autoritario de la natalidad. Más que servir a los intereses superiores de la humanidad propiciaban la toma del poder por una nueva elite que serviría a los intereses de las multinacionales de las que muchos de ellos eran miembros.

En consonancia con las necesidades mundiales de limitar la población en los países más pobres que llevaría a un progresivo agotamiento del ecosistema de los países proveedores, se propuso a estos países una serie de medidas como:

a) Destinar el dinero de la ayuda humanitaria para solucionar el problema demográfico en lugar de destinarlo a disminuir la morbilidad y mortalidad infantil.

b) No atender las necesidades sanitarias de los menores de cinco años .

c) Hacer aceptables los planes de control de natalidad   . 

d) Una diferente escala de valores éticos a nivel profesional.

e) Los programas deberán ser sostenibles.

Un paso más se dio en el año 1991, cuando el director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Dr. Hiroshi Nakajima presentó ante la Asamblea Mundial, la necesidad de elaborar un nuevo paradigma de salud que fuera respuesta a las realidades políticas, económicas y sociales en constante cambio[6]. Para justificarlo mencionó los “dramáticos cambios” en política económica, los problemas demográficos y epidemiológicos, la “preocupante situación” de los sistemas sociales y la crisis de la deuda en los países pobres[7]. Y así, para los países más empobrecidos, la salud se asoció al desarrollo. Según los economistas, políticos e instituciones financieras, la finalidad era, “mitigar la pobreza”, lo que significa destinar la mayor parte de los recursos para el desarrollo económico en lugar de destinarlos a luchar contra las enfermedades (tuberculosis, SIDA, malaria, dengue…). La OMS planteaba que la falta de un paradigma válido era un “inconveniente para planificar”, ya que se veía “presionada por los donantes a ser selectiva centrándose en un número limitado de prioridades a bajo costo”, ya que no había recursos para los grandes sanitarios; este último enfoque se veía muy reflejado, por ejemplo,  en las iniciativas de supervivencia infantil. Con una visión “muy negativa” sobre la salud de los niños, agregó que, tendría “poco sentido” para un niño sobrevivir a la poliomielitis un año para morir de paludismo al año siguiente o no tener recursos para un crecimiento adecuado que le permita llegar a ser un adulto sano y productivo.

Estos argumentos se centraron en que, como la mayor causa de enfermedades era la desnutrición, una economía floreciente para toda la humanidad, como la que se proponía en estos planes económicos, iba de por sí a reducir drásticamente la morbilidad y la mortalidad. La consecuencia es que la salud se convirtió en un objeto socio-económico donde los estados asocian las actividades económicas y la provisión de servicios de salud, dejando plena libertad para la acción de los mercados.

El nuevo paradigma de salud consistía en una perspectiva mundial en la que la salud estaba en el centro del desarrollo y de la calidad de vida. Partiendo de un análisis socioeconómico y político, proponía un cambio con vistas a una mayor selección y concentración de los recursos en pocas actividades económicas eficaces que propiciaran resultados visibles con bajo coste, dada la escasez de recursos. A partir de entonces el nuevo paradigma de salud dependía de dos factores: la disponibilidad de los recursos económicos y las probabilidades de éxito.

Según este paradigma, se debía responder a las necesidades fundamentales para el desarrollo de acuerdo con los recursos de los que se disponga, de forma que se aseguraran programas de salud que pudieran tener un desarrollo sostenible, es decir, que se pudieran financiar con los recursos propios de cada país. De este modo se establecieron una serie de criterios para que las organizaciones sanitarias pudieran tomar decisiones en base a los recursos económicos disponibles.

Los países emergentes endeudados y presionados por los organismos de crédito internacional se comprometieron con estos planes en el Consenso de Washington. El Consenso de Washington fue formulado originalmente por el economista inglés John Williamson en un documento de 1989. Aparte del Banco Mundial y el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), conforman el Consenso de Washington altos ejecutivos del Gobierno de EEUU, las agencias económicas del mismo gobierno, el Comité de la Reserva Federal, el Fondo Monetario Internacional, miembros del Congreso interesados en temas latinoamericanos y grupos dedicados a la formulación de políticas económicas para cambios estructurales en América Latina. El Consenso de Washington son un medio para abrir el mercado laboral de las economías del mundo subdesarrollado a la explotación por parte de compañías del primer mundo.

Los argumentos que se presentaron tuvieron por finalidad proponer a los países endeudados un cambio en el rol del Estado como proveedor de salud, educación y seguridad. Era de fundamental importancia privilegiar el desarrollo económico en lugar de invertir en salud. Se aseguraba que una economía floreciente disminuiría la desnutrición, causa de enfermedades, con una reducción drástica de la morbilidad.

Esto trajo consigo que se privilegió la atención sanitaria de la clase activa que es la que rinde beneficios a la economía; y así, en los países donde los recursos destinados a salud son escasos, son los menores y las personas de la tercera edad los perdedores (los “excluidos”). Las enfermedades incurables o crónicas muy costosas dejaban de ser atendidas. La salud para todos deja de ser un objetivo. El problema no es sólo una falta de recursos sino de voluntad política de atender a todos los pacientes. Esto se pone de manifiesto en que en países cuyo crecimiento económico ha sido destacable en los últimos años, no se ha ninguna mejora significativa en los servicios de salud para los más empobrecidos, ya que estos últimos han dejado de estar dentro de los objetivos del nuevo paradigma.

También hay que tener en cuenta que, si en los años 90 las personas afectadas por la falta de atención sanitaria aparecían principalmente entre los países empobrecidos, en países con nivel socioeconómico bajo, entre los refugiados e inmigrantes, o personas con poco o ningún acceso a los sistemas de salud, a partir del año 2000 la extensión del problema se ha ido generalizando. Se ha comenzado a “sufrir” la consecuencia del nuevo paradigma en salud en los países desarrollados, y así tenemos como cada día es mayor la dificultad para el acceso a determinados medicamentos. Un ejemplo lo tenemos con los tratamientos oncológicos cuyo elevado precio debido a la patente hace que no sea posible su financiación por parte de los sistemas de salud estatales a corto o medio plazo. Toda la sociedad comparte cierto grado de vulnerabilidad debido a la aplicación del nuevo paradigma donde la salud va a depender de los recursos disponibles y posibilidades de éxito.

Dado que entre las funciones principales de la OMS figura la de hacer de guía mundial en el ámbito de la salud y la de cooperar con los gobiernos para reforzar la planificación, la administración y la valoración de los programas nacionales de salud, podemos decir que el llamado nuevo paradigma de salud ha logrado una gran difusión e influencia. Y así tenemos como la «nueva universalidad», va proponiendo un nuevo modelo de gestión de la salud, donde se establece que el control estratégico corresponde a los gobiernos mediante la determinación de las prioridades sanitarias, pero estas, a su vez, deben aceptar una serie de limitaciones de las acciones para la salud que se deben financiar que son marcadas por la OMS a través de unos nuevos objetivos y estrategias de salud.

Los objetivos de desarrollo sostenible expresión de la nueva ideología de la salud

Este nuevo concepto de salud desarrollado por los organismos internacionales tiene una nueva expresión en los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) formulados en septiembre del 2000, y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos en el año 2015 por la Asamblea General de la Naciones Unidad, y que posteriormente se plasmarían de una manera más concreta en la Estrategia Mundial de la Salud.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no son más que una reformulación de algunas metas, objetivos e indicadores adoptados por las principales conferencias mundiales sobre población y desarrollo que se celebraron en la década de los noventa (la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo de 1984 en México y la de El Cairo de 1994).

En septiembre del año 2000 se celebró la Cumbre del Milenio con el fin de considerar cómo fortalecer el papel de la ONU para hacer frente a los desafíos del siglo XXI. En la Declaración del Milenio los dirigentes mundiales establecieron una serie de prioridades colectivas y se comprometieron a hacer del derecho al desarrollo una realidad para todo el mundo, estableciendo una serie de plazos para realizar planes de acción en materia de paz y seguridad, lucha contra la pobreza, medio ambiente y derechos humanos.

La Declaración se tradujo en un mapa de ruta que establecía 8 objetivos (21 metas), los ODM, a través de los cuales el mundo debería lograr avances mesurables para el año 2015 (reducir la pobreza, reducir la mortalidad infantil, reducir la población sin acceso al agua, acceso global a la escuela…). Los ODM sirvieron como marco común y eje transversal para la acción global y la cooperación para el desarrollo desde el año 2000. Aunque dichos objetivos debían cumplirse para el año 2015, en 2010 los Estados miembros se reunieron y solicitaron iniciar ya el proceso de creación de una agenda post-ODM.

Dos años más tarde, se realiza una formulación de unos objetivos mundiales de desarrollo sostenible (ODS) que son aprobados en la sede de la ONU en septiembre de 2015 en la llamada cumbre mundial sobre el desarrollo sostenible. La vigencia de los objetivos será hasta el año 2030 (Agenda 2030) distribuidos en 17 objetivos con 169 metas a lograr (fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar para todos, educación de calidad, igualdad de género, agua limpia, energía asequible y no contaminante, trabajo decente, innovación en la industria, reducción de las desigualdades, consumos responsables, responsabilidad con el clima…).

Un hecho destacado que también hay que tener en cuenta en los últimos años es que la reducción de las contribuciones económicas de los países, ha traído consigo que la  ONU haya sido tomada por otras organizaciones, fundaciones, fondos de inversión  y donantes privados  con intereses económicos  que han condicionado la formulación de  los ODS. Las empresas transnacionales (más de 8.000) se han convertido hoy en un importante actor en los debates de política internacional sobre erradicación de la pobreza, desarrollo, medio ambiente y derechos humanos. En momentos en que los gobiernos parecen incapaces y poco dispuestos a resolver los desafíos actuales, la empresa se está posicionando interesadamente como una alternativa a los estados. Esto ha llevado a que el sector empresarial haya participado activamente en varios procesos e iniciativas, en particular el Grupo de Alto Nivel (GAN), el Pacto Mundial (Global Compact), la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (RSDS) y, en menor medida, el Grupo de Trabajo Abierto (GTA) y el Foro de Políticas de Alto Nivel (FPAN). Muchas de las empresas que participan son las grandes transnacionales de la extracción de recursos, tecnología, química, farmacéutica y los sectores de la alimentación, que lucrándose a costa del hambre de la mayoría de la humanidad dan una cara humana al mercado global.

Si revisamos los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados por la ONU nos encontramos como es en el 3º objetivo donde se plantea toda la estrategia sobre salud y bienestar, convirtiéndose en un medio muy potente para desarrollar la bioideología de la salud al implementar todo un modelo antropológico, ético y político de explotación y dominación. El tercer objetivo de desarrollo sostenible es: “garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades”, es en el que se plantea la exigencia del acceso universal a servicios de salud sexual y reproductiva (planificación familiar, información y educación, integración de la salud sexual en los programas nacionales) y el empoderamiento de las mujeres asociado a la consecución de derechos sexuales y reproductivos. Programas como los de Salud Reproductiva y legalización de abortos ocupan un lugar central en estos planes. El Informe del Fondo de Población de la ONU de 2014 afirma que al menos la mitad del dinero destinado a sus programas fue utilizado en programas de “salud reproductiva” (165,1 millones de dólares).

Como hemos desarrollado previamente, la reducción de la enfermedad ya no es el objetivo primordial, sino que es necesario determinar y jerarquizar las medidas prioritarias para atender las necesidades básicas para el desarrollo, que sean compatibles con los recursos que se dispongan y que tengan más probabilidades de éxito… y aquí es donde se introducen el control de la fertilidad en los países en desarrollo como el herramienta indispensable y más efectiva para reducir la carga de enfermedad global.

Para lograr estos objetivos la Estrategia Mundial de la Salud (2015) se plantea como línea básica de actuación que “la estabilidad de la población reforzaría la sostenibilidad económica y reduciría los riesgos de cambio climático”, para ello, si todas las mujeres tuvieran acceso a anticonceptivos modernos se reduciría los embarazos no deseados, los abortos, la mortalidad materna y la mortalidad del recién nacido.

Un paso más ha sido la publicación por la OMS en marzo de 2022 de “las nuevas directrices sobre la atención del aborto[8], donde se plantean nuevas líneas de trabajo para dar un impulso a la estabilización poblacional.

Las principales ideas que se quiere imponer en los próximos años son:

El aborto es un derecho humano y por lo tanto el acceso universal a la información y a los servicios de salud sexual y reproductiva es fundamental para la salud individual y comunitaria.

El acceso al aborto es una necesidad básica para la salud de las mujeres. Según la OMS, el objetivo es proteger la salud de las mujeres y las niñas y ayudar a la prevención de los millones de abortos no seguros que se producen cada año. Es por eso que se recomienda que las mujeres y las niñas puedan acceder a servicios de aborto y planificación familiar cuando los necesiten.

El aborto es sencillo y seguro.

Se deben implicar a más agentes sanitarios para universalizar la prestación. Para ello plantea ampliar la capacidad de prestación del servicio a un mayor número de trabajadores de la salud (agentes de salud comunitarios, farmacéuticos, profesionales de la medicina tradicional y complementaria, auxiliares de enfermería, matronas, enfermeras, médicos generalistas y médicos especialistas), todo ello para garantizar el acceso a las píldoras abortivas con fines médicos y asegurarse de que todas las mujeres y niñas puedan acceder a la información precisa sobre la atención que necesiten.

El aborto debe ser libre y legal en todos los países.  Para ello se plantea la eliminación de los obstáculos normativos innecesarios facilitando el acceso al aborto, eliminando la penalización, limitando la objeción de conciencia, reduciendo los tiempos de espera obligatorios, el requisito de que otras personas (por ejemplo, la pareja o familiares) o instituciones den su aprobación, y los límites sobre el momento del embarazo en que se puede realizar un aborto.

El control demográfico se presenta como un modo de desarrollo de los pueblos. La salud sexual y reproductiva es fundamental para las personas, las parejas y las familias, pero también para el desarrollo social y económico de las comunidades y las naciones. Tal como establece la Constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el objetivo de la Organización es «alcanzar para todos los pueblos el grado más alto posible de salud», y para cumplir ese objetivo, una de las funciones de la OMS es la de prestar asistencia técnica a los países en la esfera de la salud.

El aborto es un servicio de salud esencial. A raíz de la pandemia de COVID-19 y basándose en las lecciones aprendidas de anteriores brotes de enfermedades, en que los servicios de salud sexual y reproductiva se han visto gravemente limitados, y que han llevado a la población a sentirse desprotegida y a exponerse a riesgos para la salud que podrían prevenirse, la OMS ha incluido la atención Integral para el aborto en la lista de servicios de salud esenciales.

El aborto colabora a cumplir los Objetivo de Desarrollo Sostenible. Fortalecer el acceso a la atención Integral para el aborto dentro del sistema de salud es fundamental para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) relacionados con la buena salud y el bienestar (ODS3) y la Igualdad de género (ODS5).

Las mujeres deben poder gestionan sus abortos de forma segura en el hogar.  Por primera vez, las directrices incluyen también recomendaciones sobre el uso de la telemedicina, como medio que facilita el acceso a los servicios de aborto y planificación familiar. Se debe facilitar la accesibilidad de las mujeres a los medicamentos que se emplean para provocar el aborto. Estos pueden administrarse en las primeras 12 semanas de gestación, de forma segura y eficaz en un establecimiento de salud o autoadministrarse en otro lugar (por ejemplo, en el hogar) si se cuenta con un mínimo de supervisión médica, facilitando así la privacidad, la comodidad y la aceptabilidad, sin comprometer la seguridad ni la eficacia.

Incluir la perspectiva de género en el aborto. En el documento se plantean nuevas líneas de trabajo que se centraran en desarrollar vínculos entre los sistemas de salud y la atención para proporcionar abortos de calidad, desarrollo de la relación del aborto con la atención a los derechos humanos y a la igualdad de género, que debe aplicarse en todos los contextos de prestación de servicios.

Se afirma que la elaboración de las directrices ha sido realizada por un grupo de expertos mundiales “sin conflicto de intereses” que han trabajado activamente en el debate y redacción de las nuevas recomendaciones y actualizaciones. Pero esto es completamente falso. Analizando las organizaciones a las que pertenecen los expertos, tenemos que la mayoría de ellas son organizaciones que promueven activamente el aborto a nivel internacional: La Comisión Guttmacher-Lancet, Ipas, International Youth Alliance for Family Planning (IYAFP), Fundación Educación Para la Salud Reproductiva (ESAR), Marie Stopes International, Center for Reproductive Rights, Ibis Reproductive Health, United Nations University’s International Institute for Global Health (UNU-IIGH), International Planned Parenthood Federation (IPPF), Women on Waves,  Population Council y la International Campaign for Women’s Right to Safe Abortion que es una red internacional de 1500 organizaciones que promueven el aborto. Es evidente que la nueva guía del aborto de la OMS, es una expresión más de los intereses de aquellos grupos que quieren la implantación de las tesis neomalthusianas de control del crecimiento poblacional como un elemento de estabilidad y seguridad para las sociedades desarrolladas.

A esto se une que desde el principio fue claro que la verdad sobre estos cambios no debía ser conocida por la población que la sufriría. Fue por ello que nunca fueron tratados a nivel parlamentario de los países. Para implementar estas medidas se crearon programas engañosos en base a manipulación de la información y desconocimiento de la ciencia. La aplicación de estos planes a nivel mundial se ha producido a través de las agencias de la ONU (Agenda 2030), organizaciones privadas y toda una red de organizaciones no gubernamentales afines. Todos los partidos políticos en los países, ya sean de izquierda, centro o derecha, aceptan directa o indirectamente estos planes que cumplirán estrictamente al llegar al poder.

Podemos concluir que la cultura de muerte ha sido una línea estratégica fundamental de la ONU, incorporada a los ODM y ODS como eje trasversal para conseguir todos sus objetivos y metas. La ONU, al promover la “salud sexual y reproductiva”, sin considerar el papel fundamental de la familia y desenfocando el de la mujer, ha convertido el aborto y las esterilizaciones en un poderoso instrumento de control poblacional para un objetivo no declarado: eliminar a los pobres para reducir la pobreza. Apoyada y financiada por potentes fundaciones como la Rockefeller, Ford, IPPF, Bill y Melinda Gates, Guttmacher, etc. se ha volcado, casi obsesivamente, en la tarea de lograr el control demográfico del planeta. Este ideología dela  salud es una autentica cultura de la muerte en la que se sacrifican millones de seres humanos para que otros vivan. La salud es la ventana por donde se implementan un conjunto de iniciativas políticas y legales que transforman silenciosamente nuestras vidas y pensamientos sin que nos demos cuenta porque como se dice popularmente «la salud es lo más importante», llegando a ser más importante que la vida de otro ser humano.

Hemos analizado como se implemente esta ideología en los países del sur empobrecido, pero en los países del norte enriquecido el nuevo concepto de salud tiene una serie de manifestaciones diferentes. La salud se asocia a calidad de vida. La salud se convierte en un fin en sí misma. Este nuevo concepto equiparó la salud a un estado de plena felicidad, dando el poder a las ciencias de la salud como agentes para alcanzar dicha felicidad. La salud pasó de ser un elemento intrínseco a la condición humana, a ser un objetivo a alcanzar. La característica principal de este cambio es dejar de poner el foco en la enfermedad para ponerlo en la salud, el objetivo pasa a ser tener una vida más saludable, con mejor calidad de vida y, por lo tanto, se puso el acento en el desarrollo biotecnológico como modo de alcanzar, de manera más eficaz, ese estado de completo bienestar físico, psicológico y social. Esto se vio reflejado en los objetivos de los servicios de salud que pasaron de ser el cuidado y rehabilitación del enfermo, a velar sobre la calidad de vida de la persona sana, produciéndose unas trasferencias de objetivos y recursos de los enfermos hacia los jóvenes y sanos. Se propone un concepto de salud al margen de consideraciones morales, materialista, hedonista e individualista. Se idealiza la condición física, la vitalidad. En vez de buscar la salvación del espíritu, se sustituye por la salvación del cuerpo a través de la ciencia y la tecnología. La ideología de la salud se centra en que la salud humana, mental y física, se debe promover casi de forma infinita con los avances científicos y tecnológicos.

Además, hace un planteamiento de la salud radicalmente individualista, donde los sentimientos se convierten en fuente de ley, aunque eso suponga dejar atrás a una gran parte de la humanidad que no cumplan los estándares. Se estigmatiza al enfermo ya que consume muchos recursos sociales, por lo que se promueve la eliminación de los no aptos (aborto de personas en fase embrionarias con defectos genéticos) o que supongan un lastre para el progreso (eutanasia). A eso se añade todo un proceso de psicologización de los problemas sociales (soledad, desempleado, ruptura de la familia, desvinculación social) son catalogadas como neurosis, depresiones o nuevas enfermedades psicosociales a las que se les quiere poner como falsa salida una multitud de terapias psicológicas, de autoayuda, o simplemente la farmacologización. La dimensión espiritual del hombre se reduce a psicología o farmacología. Esta tendencia conecta muy bien con las espiritualidades orientales y con la gnosis en detrimento de otras espiritualidades que cuestionan el estatus del actual orden político mundial.

Consecuencias de la implantación de la ideología de la salud

                  Una de las características más importante de la ideología de la salud es su gran capacidad de aceptación. Esto ha hecho que su implantación sea extensa y que sus propuestas avancen rápidamente porque miran al futuro y se revisten de bondad.  ¿Quién no quiere un futuro mejor y más saludable tanto para él como para su familia?. Pero detrás de esta propuesta ideal, podemos observar otra serie de consecuencias que hacen que esta propuesta tan saludable pierda el aura de bondad.

1.- La ciencia se convierte en el saber por excelencia.

              La ciencia está extendiendo su influencia a otras áreas externas al ámbito biológico, hasta transformarse en una nueva moral. Un número creciente de individuos convenientemente acreditados está arrogándose una capacidad de predicción y planificación que hasta los viejos dioses envidiarían.

              Un ejemplo de ello lo tenemos reciente. Durante los dos años de pandemia COVID se ha impuesto el lema de que el “fin justifica los medios”. Así hemos visto el horror de las muertes en residencias, la muerte en soledad, la privación de libertad, los recortes de derechos, la coerción a la hora de vacunarse, la imposición del pasaporte COVID. De hecho, han decretado que el común necesita ser conducido por la senda correcta, porque no sabe lo que le conviene y es incapaz de cuidar de sí mismo. Y que, por su propio bien, debe ser reducido a la nada convenciéndole de que todo cuanto haga y decida sin su tutela no sólo es inútil, sino que supone una amenaza para la humanidad.

Asistimos al auge irresistible de un progresismo con proyección transnacional que aspira a convencernos de que todo cuanto hacemos y decidimos sin su tutela no sólo es inútil, sino que representa un peligro, para nosotros y para los demás. Todo puede ser considerado un factor de riesgo para nuestra salud. Votamos mal, comemos mal, nos desplazamos mal, nos relacionamos mal, pensamos mal e, incluso, sentimos mal.

Una de las características más inquietantes de nuestro tiempo es que vivimos en sociedades de crisis perpetuas, de lacras a “erradicar”, de pánicos inacabables. Se fabrican amenazas a la salud permanentes con las que el poder de los responsables sanitarios sigue creciendo sin límite, a la vez que aumenta el deterioro de la salud de las personas.

Con este concepto de salud, el miedo se hace mucho más eficaz como arma política. La gran crisis mundial de salud ha sido una gran oportunidad, para plantear una “nueva normalidad”. En estos momentos sí está siendo patente el cambio de época porque el mismo poder de las grandes corporaciones tecno-financieras que actualmente marca las directrices a nivel mundial está apostando por la inestimable oportunidad de hacer un reseteo global a la actual civilización que se ha venido desarrollando desde hace 2000 años.

La pandemia del COVID19 ha supuesto una gran transformación con grandes trasformaciones sistémicas donde se han impuesto unos nuevos paradigmas (“reglas de juego”). El concepto pandemia se ha convertido en un concepto político que supone que todas las naciones y todos los pueblos están en guerra consigo mismos, porque el enemigo invisible (virus) se encuentra dentro de nosotros (contagio). La epidemia ha reducido la condición de ciudadano a la mera existencia biológica, cuyo fin es la supervivencia. El objetivo del poder es mantener su poder limitando la libertad, en aras a una “seguridad sanitaria”.  Es un poder basado en la tecnolatría médica. Se ha dejado en manos de médicos y científicos decisiones que son éticas y políticas. La medicina se ha convertido en la protagonista (omnipresente), al tener como objeto mantener la supervivencia biológica del ser humano. La pandemia ha supuesto un paso más en el proceso de medicalización de todas las realidades del ser humano. La existencia del ser humano se convierte en una obligación sanitaria, donde es necesario seguir una serie de normas “recomendadas” (obligatorias): número de vacunas, utilización de mascarilla, aforo de locales, …se nos dice que el autocuidado es una forma de desarrollo de la autonomía personal, cuando en verdad es una forma superior de control social. El desmantelamiento del sistema sanitario los años previos a la epidemia (la estatalización y atomización la ha llevado a ser deficitaria e insolvente, y la ideologización la ha llevado a ser inviable y partidista), ha hecho que se haya relegado a los ciudadanos la responsabilidad de su salud (empoderamiento), generando un proceso lucrativo de privatización (el paciente pasa a convertirse en cliente).

La consecuencia de vivir en un estado perpetuo de emergencia es que se ha impuesto la supervivencia como modo de vida, y eso se refleja en reducir la condición humana a lo puramente biológico, desplazando de la ecuación vital, los aspectos políticos, sociales, humanos o religiosos.

¿Dónde está el límite de esa supervivencia? Hay que tener en cuenta que durante la pandemia se ha dejado morir a pacientes sin compañía de sus seres queridos; se ha impedido que los ancianos pudieran acceder a servicios hospitalarios especializados; se ha impedido que personas mayores de 80 años accedieran a unidades de críticos; se ha permitido que los cadáveres de los fallecidos fueran incinerados sin funeral; se ha accedido a un confinamiento que limitaba completamente los movimientos, las relaciones familiares, de amistad…. El límite ha sido la supervivencia.

En el fondo, unas normas que establecen que hay que renunciar al bien para salvar el bien, son falsas y contradictorias; unas normas que estableces que hay que renunciar a la libertad para proteger la libertad también son falsas; una sociedad en la que un grupo decide imponer a toda la sociedad vivir en un estado perpetuo de emergencia no puede ser una sociedad libre.

2.- Creciente medicalización de la vida

Con el surgimiento de nuevas formas del ejercicio de la biopolítica se produce una trasferencia del saber médico o la responsabilidad del cuidado de la salud, desde ámbitos institucionales (salud pública) al ámbito individual, generalizando una práctica mercantilizadora de la salud donde se produce un interiorización de la “responsabilidad” por el cuidado de su salud personal que poco a poco va cristalizándose en una amplia gama de gustos y prácticas de consumo de salud, todo ellas,  estimuladas por los medios de comunicación social.

Esta interiorización de la salud no es un ejercicio de autogestión de la salud sino un medio de mercantilización de la misma donde se elimina el control institucional, y el ejercicio de la medicina, se convierte en ser mero gestor de prácticas saludables. El objeto de la medicina deja de ser la enfermedad para poner el foco en la salud, ampliando los límites para convertir procesos naturales en elementos de riesgo, entrando así en una lógica de consumo. Se produce una medicalización que invade gran parte de las prácticas de la vida privada de los sujetos, sus hábitos nutricionales, sexuales, actividad física, meditación… incitando un miedo al riesgo a contraer potenciales enfermedades. Todos los seres humanos se vuelven potencialmente enfermos, y aquel que no se responsabiliza del cuidado de su salud ante los potenciales riesgos, se le culpabiliza por su conducta fuera de los estándares prefijados. Definir que es saludable y que no lo es, constituye una acción biopolítica que determina que es normal y que no.

Bajo este escenario, la salud se ve convertida en un consumo y el cuerpo en una mercancía. Se vende salud trasmutada en juventud, en vitalidad. El mercado de lo saludable te ofrece la posibilidad de construir un cuerpo a imagen de lo que los cánones presentan como lo aceptable.  Las nuevas prácticas de la salud proponen corregir la naturaleza, sustituir el cuerpo recibido por el cuerpo construido. El objetivo es ser y permanecer joven y bello. De esta forma se privatiza la salud que se convierte en un capital que los individuos deben administra eligiendo consumos y hábitos de vida a través de estrategias de costo-beneficio y eficacia. Y aquel que incumpla los cánones propuestos, se le excluirá o se le “dejará morir”, impidiéndole acceder al aseguramiento sanitario, a puestos de trabajo e incluso a líneas de tratamiento.

Como hemos dicho, el carácter central de la salud se manifiesta por primera vez en la definición formulada por la OMS, al definir la salud como un «estado de completo bienestar», pide implícitamente a la medicina más de lo que esta puede dar y agiganta el derecho a la salud: porque inevitablemente transforma en «patológicas» ciertas condiciones humanas como la vejez o las discapacidades, que no alcanzarían jamás el deseado «completo bienestar»; y porque confunde la salud con la felicidad. Este último punto -la confusión entre salud y felicidad- supondrá que la medicina se considere un medio para alcanzar la felicidad, lo que a su vez llevará a una creciente medicalización de la vida.

En el mecanismo de medicalización opera una redefinición de las percepciones sobre procesos del ciclo vital, estados físico-emocionales y factores de riesgo, caracterizándolas como problemas médicos en términos de enfermedades. Dichos procesos y estados son tratados mediante la intervención médica, reclamando a la medicina científica la eficacia que la sociedad contemporánea le atribuye, sin considerar el equilibrio entre sus beneficios y efectos adversos. La medicalización significa que buena parte de nuestro comportamiento pueda ser sujeto a controles médicos. Lo son los distintos ciclos de la vida, lo son las pequeñas molestias y ansiedades.

Los procesos de medicalización pueden asumir diversas formas como la hiperprevención, el sobrediagnóstico, la cultura del riesgo, las pruebas genéticas y, quizás el más paradigmático, la invención de enfermedades. En el momento en que la noción de salud muta a la de calidad de vida y los servicios de salud entran en la era del management científico, las empresas farmacéuticas y los grupos de interés medico inventan dolencias, pues la enfermedad se ha convertido en un producto industrial que alimenta y utiliza el deseo de estar sano.

En el mercado de la salud, es la enfermedad la que se vuelve un producto industrial, un fenómeno mediante el cual obtener rédito económico; y así, se organiza un mercado en torno a ella. Por medio del mecanismo de invención de enfermedades, se amplían los límites de las enfermedades tratables y se convierten procesos biológicos en problemas médicos. La “venta de enfermedades” se concreta con su instalación social, la que conlleva la búsqueda obsesiva de una “salud perfecta” y la correlativa compra de diversos productos para obtenerla: salud-mercancía. De ahí que es posible que el mercado de la salud sea concebido como mercado de la enfermedad, en el que se venden enfermedades, pero también se vende salud en forma de un sinfín de productos para alcanzarla.

La salud se convierte en un nuevo ídolo que tiene la medicalización, psiquiatrización o psicologización de las personas, como expresión de la nueva religión. La enfermedad es un negocio. No se investiga lo que no da beneficios. Las empresas farmacéuticas -las más rentables del mercado- y los organismos sanitarios nacionales e internacionales están cronificando ciertas enfermedades de las poblaciones enriquecidas mientras la mayoría de la población mundial carece de lo mínimo indispensable para sobrevivir. Este paradigma de salud, es una autentica cultura de la muerte en la que se sacrifican millones de seres humanos para que otros vivan.

Ya no se trata de eliminar las enfermedades y su sufrimiento, sino que promociona un concepto de salud al margen de consideraciones morales, sino hedonistas. Se promociona un concepto de salud alienante, que es un auténtico negocio, mientras la mayoría de los enfermos del mundo mueren por carecer de unos medios básicos de salud.

3.- Desarrollo de una nueva antropología basada en la calidad de vida

Una tercera observación que conviene tener presente es que la visión del mundo centrada en la salud dará lugar a interpretaciones globales sobre el hombre y sobre la sociedad -que antes eran religiosas, o en ocasiones políticas y económicas- basadas en la salud.

Al hacer razonamientos globales sobre el hombre se corre el riesgo de terminar elaborando una nueva antropología, desde una perspectiva, como la centrada en la salud, evidentemente parcial, tanto más cuanto el concepto de salud en el que se basa tiene límites claros, como ya hemos señalado. Tal vez sea este el riesgo más grave que se corre al aceptar el nuevo paradigma de salud: la pretensión de que sepa responder a la pregunta «¿qué es el hombre?».

El nuevo hombre será definido en base a su calidad de vida. El nuevo paradigma, al poner la salud en el centro de la calidad de vida, cae en contradicciones cuando, por un lado, se quiere poner la salud en el centro y, por otro, se atenta contra la vida humana, por ejemplo, mediante diversas acciones previstas por los programas de «salud reproductiva». Y es que la llamada calidad de vida es un concepto realmente perverso que puede llegar a justificar casi cualquier cosa. Mientras la obesidad crece en los países enriquecidos, cada día mueren 100.000 personas de hambre. Mientras se investigan enfermedades rentables para hacerlas crónicas y perpetuar el negocio, hay millones de niños que morirán por una simple diarrea provocada por el agua sucia. De igual modo, resulta contradictorio el aumento de los gastos sanitarios y la escasez de recursos para financiar actuaciones a favor de la salud -argumento con el que se justifica la necesidad de un «nuevo» paradigma- y, por otra, destinar los ya limitados fondos a acciones contra la vida.

El concepto de salud presupone los conceptos de vida y de persona, por lo que no se puede hablar de salud, si esta es contraria a la vida. El nuevo paradigma coloca la salud, el bienestar y el placer por encima de lo sagrado de la vida, del derecho a la vida.

Junto a este determinismo biológico se pone el acento en los hábitos personales como un elemento causal de la enfermedad de la persona. Se minimiza cualquier responsabilidad social y se culpabiliza a la persona de su enfermedad. Se hace desaparecer del origen de las enfermedades cualquier condición social de las mismas, exagerando el impacto que tiene sobre la salud el desarrollo de los servicios sanitarios. Se magnifica la inversión en los presupuestos sanitario y se hacen invisibles los factores económicos, sociales y políticos como elementos determinantes de la salud de una población.

La obsesión por el cuidado de la calidad de vida se traduce en la necesidad u obligación de construir cuerpos sanos de manera privada ligado a los parámetros de consumo impuestos desde instancias de biopoder. El cuerpo se convierte en una realidad biopolítica y la medicina es una estrategia biopolítica que determina que es lo saludable y lo que no. Este modelo de salud será capaz de invertir en las tecnologías más sofisticadas y en los medicamentos más avanzados intentando lograr la inmortalidad y la eterna juventud (transhumanismo) de una minoría privilegiada. Sin embargo, y sin ninguna contradicción insalvable, esta ideología asesinará al niño en el vientre de la madre simplemente por salud mental. De hecho, el embarazo, o sea el niño, se vive o como un problema de salud o como un derecho que hay que satisfacer. También podríamos incluir en esta bioideología todas las formas de fecundación artificial, toda la manipulación y destrucción de embriones para fines “terapéuticos”, etc. Todo un elenco de nuevas tecnologías de la salud no terapéuticas y terapéuticas que suponen un atentado a la dignidad de la persona humana.

4.- Fomento del utilitarismo social

El objetivo que se propone el nuevo paradigma de la salud es obtener la mayor «utilidad» social posible; es decir, se buscaría elevar al máximo el bienestar (o las preferencias e intereses) y al mínimo, el dolor (o frustración), para el mayor número de individuos, mediante métodos que permitirían alcanzar los resultados con el menor coste económico. Afirmar la necesidad de concentrar los recursos en pocas actividades que prometan resultados con bajo coste, con el fin de obtener mejoras para la salud de la población, equivale a proponer el criterio del cálculo «coste/beneficio» para la distribución de los recursos. Por consiguiente, podríamos decir que el nuevo paradigma de salud es una aplicación a la economía sanitaria del llamado utilitarismo social.

Se ha ejercido una presión social sobre ancianos y enfermos crónicos utilizando para ello el tema de las pensiones. En España más de 850.000 personas mayores de 80 años viven solas[9], unas 250.000 personas están a la espera de recibir alguna prestación por dependencia y 80.000 personas mueren sin tener acceso a cuidados paliativos especializados cada años. En esta realidad, hay un mantra continuo en los medios de comunicación de que no va a haber dinero para las pensiones, que la seguridad social quebrará  y esto supone una presión sobre aquellos a quienes por su edad o estado se sienten una carga insoportable para los demás. Algunos países están considerando la eutanasia como conveniente para reducir gastos sanitarios y ahorro en las pensiones. Fue a inicios de 2013 que el ministro japonés de finanzas, Taro Aso, incitó a los ancianos de su país a que se dieran prisa para morir como el mejor servicio que podrían realizar[10].

Es en esta realidad de restricción de recursos y de una debilitación de la red de cuidados de los ancianos y enfermos, donde se aprueba la ley de la eutanasia como derecho universal y “gratis”. La utilidad social por encima de la utilidad de la persona. Lo que interesa no es la salud de las personas sino la utilidad que el individuo presta a la sociedad. Grupos enteros de personas pueden quedar excluidos de servicios de salud (inmigrantes, pacientes dependientes o con enfermedades crónicas, niños con enfermedades genéticas), lo que implica que la salud pública ya no cumplirá fehacientemente con su función tanto preventiva como curativa. En este contexto, la eutanasia será vista como algo útil y positivo, tanto para el paciente, sus familiares, como para la sociedad, que será presentada como un bien social, especialmente para la economía.

Una perspectiva como la señalada llega a sacrificar a una persona para que la sociedad, la mayoría, pueda obtener el máximo bienestar. Con este paradigma, el derecho a la atención sanitaria se reconoce, pero de forma débil y subordinado a la utilidad social.

5.- Se generan nuevos “descartados”

Es verdad que los progresos científicos y biotecnológicos han revolucionado la agricultura, la ganadería, la industria farmacéutica, la medicina, pero a la vez, importantes descubrimientos en lugar de servir a necesidades humanas han servido justo para lo contrario, explotar más a millones de seres humanos empobrecidos. Así, mientras la Tierra produce alimentos suficientes para mucha más población de la actual, cada día mueren más de 100.000 personas de hambre siendo apenas un 20% de la población los que disfrutan de unos niveles de consumo escandalosos. Mientras se “seleccionan, fabrican y producen” seres humanos (embriones, fetos, niños) como si fueran objetos o ganado, al mismo tiempo se asesinan millones de seres humanos en el vientre de sus madres porque estorban, molestan o cuestionan los intereses políticos y económicos de los poderosos.

Mientras se desarrolla una sensibilidad patológica hacia la vida animal, al mismo tiempo se desprecia al anciano, al enfermo, al moribundo, al marginado. Vivimos en una sociedad que intenta abolir lo esencialmente humano en todos los ámbitos de la existencia.

La inmensa mayoría de la población mundial padece enfermedades perfectamente evitables si hubiera unas condiciones mínimas de justicia social. Conseguir esta justicia social es la primera tarea sanitaria mundial. Otra parte de la población lleva estilos de vida materialistas y hedonistas que son fuente de nuevas enfermedades físicas y mentales. Las nuevas biotecnologías y los nuevos tratamientos terapéuticos y no terapéuticos están acrecentando las tensiones sociales de tal forma que la diferencia entre la esperanza y calidad de vida de unos grupos sociales y otros cada vez es mayor.

La propuesta del nuevo paradigma de concentrar los recursos en pocas actividades que prometan resultados visibles a bajo coste significa descuidar las condiciones de salud que exigen un coste comparativo más elevado, lo que en la realidad supondría descartar a una serie de personas de la atención sanitaria. Así se plantea como ineficaz y se descarta los grandes problemas de salud mundial como son las enfermedades tropicales o infecciosas endémicas de los países empobrecidos (tuberculosis, malaria, Chagas, SIDA…) o sólo se tratan las enfermedades epidémicas por su riesgo de expansión (ebola, zika, gripe A, COVID) o se amplifica su capacidad de expansión y se utiliza como un agente biopolítico para generar miedo en la población.

Por otro lado, dado que el beneficio social se plantea desde una orientación económica, (procura obtener un reembolso económico de la inversión colectiva en la salud), es preferible dirigir la inversión al sujeto recuperable, en términos productivos, para la sociedad, con lo cual correrían mayor riesgo de ser marginadas las personas que todavía no producen o que aquellas que por su condición o edad ya no producen, en términos económicos, como lo son los niños y los ancianos. Como hemos visto el modelo admite la posibilidad, para aumentar al máximo la utilidad social, de denegar el acceso a los servicios sanitarios a determinadas personas (inmigrantes, sin papeles, marginados), que son precisamente los más enfermos y necesitados. Los recursos pasan de los enfermos a los sanos (ley de cuidados inversos) que se centra en mejorar la salud de los jóvenes, de clase media-alta, sanos y con estudios superiores; en vez de atender los problemas de salud de ancianos, enfermos crónicos o enfermos paliativos que desaparecen de los planes de cuidados. Esto supone de hecho una forma de darwinismo social eugenésico donde se limita la reproducción a los más sanos. Si la salud es el objetivo último, sobran los seres débiles y enfermos, que son denominados como inferiores o improductivos. Se plantea como necesidad de supervivencia, el deshacerse de las vidas que no merecen ser vidas. El concepto utilitarista de la vida humana está sirviendo para eliminar vidas humanas que se consideran descartables tanto en la fase naciente como en su fase terminal.

6.- La falsa sostenibilidad rompe la solidaridad

Para el nuevo paradigma de salud, el factor que condiciona la determinación de las prioridades de la salud es el gasto exigido, por lo tanto, se debe dar prioridad a los programas que pueden tener un desarrollo sostenible, o que pueden ser sufragado por el propio país. Según este punto de vista, habría que ignorar, o convertir en objeto de inversiones reducidas, programas relativamente costosos para la sociedad, como, por ejemplo, los tratamientos contra el cáncer y la terapia del dolor o los llamados métodos paliativos.

Además, se elimina los criterios de solidaridad en las políticas de salud internacionales (prestar la máxima ayuda a los países con mayores problemas de salud), y se propone que cada país implemente aquellos programas de salud que se los permitan sus recursos económicos. Aunque lo deseable es que las economías de los distintos países gestionen sus propios gastos en el ámbito de la salud de modo independiente, esto no debe llevar a olvidar la responsabilidad solidaria (principio de subsidiariedad), aplicable también a las políticas internacionales, conlleva la obligación de la comunidad internacional de prestar la máxima ayuda posible a los países que la necesitan, criterio al que parece oponerse radicalmente el utilitarismo social en que se basa el nuevo paradigma.

7.- Desarrollo de una nueva bioética

Otro de los campos a los que se amplía el nuevo paradigma, cuando sitúa la perspectiva mundial centrada sobre la salud, es la ética. El nuevo paradigma de salud es un concepto que implica un discurso ético, y en cierto modo se convierte en norma de los actos humanos.

Para la OMS, las referencias éticas tradicionales no pueden servir para la solución de prácticas que son hoy día distintas; deben reconocerse la pluralidad de puntos de vista; en el debate ético, cada uno tiene el derecho de expresar su propio punto de vista, que debe ser escuchado y valorado; los valores éticos deben desarrollarse con los individuos y las comunidades directamente interesadas. Hay que señalar que la propuesta es la de una nueva ética carente de toda verdad objetiva y que debe recurrir al pacto social, al acuerdo, para existir y para llevar adelante un proyecto común, un acuerdo entre los sujetos, estipulado entre los que tienen la posibilidad y la capacidad de decisión.

El derecho a elegir es la nueva norma fundamental de funcionamiento que suplanta al concepto de universalidad (“salud para todos”). Como consecuencia, el no reconocer un estatuto biológico, ontológico y jurídico objetivo que defienda la dignidad de la vida humana está haciendo, por ejemplo, que se estén sacrificando millones de seres humanos en estado embrionario para investigaciones sanitarias.

8.- Control de la legalidad y de la gestión sanitaria global

Hanna Arendt afirmaba, antes de aparecer las bioideologías, que lo que persiguen por encima de todo los totalitarismos no es la transformación del mundo exterior o la trasmutación revolucionaria de la sociedad, sino la transformación de la naturaleza del ser humano.  Y una de las formas mejores de conocer a una sociedad es como cuida su salud personal y comunitaria. Y no es lo mismo optar por un modelo biologicista, materialista y utilitarista que por otro modelo más humano por ser más solidario con los más débiles o vulnerables.

Aunque la apariencia externa de esta ideología de la salud es la de ser “muy progresista” (saludable, sostenible) su fondo es tremendamente reaccionario. Son ideologías que nacen y sirven para mantener el estatus político y económico de una minoría de la humanidad mientras la inmensa mayoría sufre las consecuencias de una organización injusta de la sociedad. Ciertas organizaciones privadas, vinculadas a grandes empresas multinacionales, controlan y gestionan desde hace décadas la salud a nivel planetario. La Fundación Bill & Melinda Gates es el paradigma de organización que desde su enorme poder financiero y tecnológico ha penetrado más en las Naciones Unidas, los ODS y la OMS, para conformar un nivel de influencia planetaria consiguiendo al mismo tiempo legalidad y legitimidad para sus negocios económico-políticos[11].

No hay que olvidar que desde el sector de la salud se puede intervenir «legalmente» en cualquier país del mundo por eso la ideología de la salud es una de las bioideologías más potentes a la hora de diseñar políticas de gran influencia social. Es evidente que preservar la salud es un bien fundamental por eso todo lo que pueda implementarse argumentando que es bueno para la salud personal en su acepción física y psicológica es de una potencia enorme desde el punto de vista político y social.

¿Quién tiene legitimidad para establecer reglas de juego vinculantes en el flujo entre países, y de impulsar el fortalecimiento de los sistemas de salud cuando la iniciativa no se toma por parte de los Estados miembros?. Como hemos visto con la última pandemia, las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las organizaciones intergubernamentales son la única fuente de reglamentos internacionales jurídicamente vinculantes, cuya importancia no solo no ha disminuido, sino que es cada vez mayor, y proporcionan asistencia técnica y directrices normalizadas a los Estados.

Si el poder económico penetra en la estructura institucional legal de la salud a nivel internacional y además consigue la legitimidad social mediante sus fundaciones y ONGs, el nivel de influencia es tan grande que se puede plantear como factible implementar ciertas normas y reglamentos a toda la población del planeta: campañas de vacunación obligatorias; certificados de identidad biométrica y de salud, etc. Y esta normativa digitalmente aplicada y controlada mediante el big-data y la inteligencia artificial puede suponer, a parte de una fuente de información económica, un nivel de control de la población total tanto por parte de los gobiernos y sobre todo por parte de las grandes corporaciones trasnacionales. 

En un segundo nivel, también llamémosle «legal», se sitúan las principales instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) cuyas actuaciones vienen determinadas desde su nacimiento en el sentido de proteger y promover los intereses de los países más ricos. De hecho, su efectividad en este sentido ha sido impecable. La desigualdad en el mundo no ha dejado de aumentar en los últimos 50 años. En coherencia con esta estrategia, estas instituciones económicas dirigen selectivamente sus inversiones para regular los sistemas sanitarios de los países más empobrecidos e imponer sus políticas económicas y sociales condicionadas a que se cumplan sus exigencias. Así, por ejemplo, la altísima mortalidad durante la crisis del Ébola en algunos países africanos, y en otros no tanto, fue por el desmantelamiento de los sistemas sanitarios para tener que cumplir con los compromisos de la deuda externa. Además, los sistemas de salud de los países empobrecidos están financiados ideológicamente de tal forma que se acaten ciertos requisitos respecto perspectiva de género, salud reproductiva o derechos sexuales. 

Parece evidente que existe un insuficiente gobierno a nivel mundial para abordar los problemas de salud internacionales, y quizá por ello se ha propiciado un nuevo espacio político generado por la sociedad civil y nuevos actores, como los filántropos internacionales y las asociaciones de salud mundial entre los sectores público y privado, que no pertenecen a ningún territorio geográfico específico. Intentando enlazar las instituciones oficiales supranacionales y las propias de la sociedad civil.

En el contexto actual se viene fraguando un nuevo espacio de influencia política global donde se deslegitiman unas organizaciones públicas frente a otras privadas de enorme poder socio-económico. Esto cambia totalmente el concepto político de la democracia a nivel mundial.

La crisis del covid como ejemplo

La crisis del virus del COVID ha sido un ejemplo claro de cómo se ha implementación esta ideología de la salud. Todo el mundo, sin excepción, considera que la salud es algo muy importante, tal vez lo más importante. De hecho, la salud es uno de los negocios más lucrativos del mundo porque muchos están dispuestos a lo que sea por conservar la salud.  Pero, además, los “problemas” de la salud, son un auténtico acelerador de procesos. El tiempo se convierte en un factor determinante de su potencia. La implementación de medidas sanitarias en las poblaciones de los países enriquecidos exige la máxima velocidad posible. La ideología de la salud puede trabajar con plazos mucho más cortos ya que tiene a favor el instinto vital de conservación. Además, todo lo que se haga en nombre de la salud tendrá una acogida enorme.

En esta crisis del COVID el nivel de desinformación y contradicción ha sido de tal magnitud que se ha provocado el miedo y la incertidumbre para implementar medidas sociosanitarias sin que hubiera ningún tipo de explicación pública sobre las causas y la evolución de la pandemia. Es por ello que se ha realizado una experimentación de ingeniería social mediante confinamientos masivo, restricciones a los movimientos de la población y de la inmigración, o también, mediante el control de las cadenas de suministro de bienes.

Para generar este nivel de desinformación se han utilizado tanto a las organizaciones internacionales sanitarias que han hegemonizado el abordaje sanitario de la crisis, como la OMS (Organización Mundial de la Salud) o en España el Ministerio de Sanidad, como a la desinformación sobre la pandemia que se ha generado en las redes sociales. No hay que olvidar que los sistemas de salud del mundo están estructurados alrededor de un sistema de información condicionada por el poder corporativo ejercen mediante subvenciones a la investigación o a las revistas científicas el control sobre lo que se pública en torno al virus. En esta crisis se ha producido una desinformación dramática que han impedido dar un abordaje integral al problema, al haberse eliminado de la ecuación todos los aspectos estructurales, sociales y biopolíticos. Las décadas de domesticación del pensamiento académico en salud, ha dado lugar a un planteamiento cientifista fragmentado, con multitud de variables inconexas que ha favorecido un discurso monolítico en torno a la pandemia haciendo juego así a los grandes intereses del poder.

La presión ejercida por la “lucha contra el virus” ha servido para implementar muy rápidamente una constelación de medidas políticas, sociales, económicas que empujan hacia una organización política mundial diferente. Confinamientos, restricciones de movimientos, controles biométricos, transformaciones de actividades económicas, inversiones y desinversiones multimillonarias, triajes hospitalarios, tele-sanidad, tele-educación, tele-trabajo, etc… han tenido lugar en un tiempo récord.

Decisiones que hubieran tardado años en tomarse y en asimilarse se han ejecutado de la noche a la mañana sin que haya habido, en muchos casos, una justificación pública razonada. En todo este proceso, la “salud” ha sido la clave.

Conclusión

El nuevo capitalismo se está configurando como una nuevo bio-totalitarismo que pretende un control absoluto de la naturaleza humana. Se trata de “programar” biológica y psicológicamente al individuo para que todo sostenga y alimente el entramado institucional, incluido el productivo. Es por ello que desde hace décadas todo el sistema sanitario internacional ha sido diseñado y construido para defender los intereses demográficos estratégicos de los países enriquecidos, manteniendo la precariedad de los sistemas sanitarios de los países empobrecido en un contexto de injusticia social.

Cuando la salud está en peligro, en la escala en que se ha producido está crisis, el factor tiempo ha sido uno de los condicionantes más poderosos. Bajo la presión de la enfermedad y la muerte, las poblaciones de los países enriquecidos del mundo han aceptado de hecho un cambio de paradigma, donde “mi calidad de vida” o “mi salud” está por encima de la vida de otras personas. Así tenemos como la salud humana, mental y física, se debe promover casi de forma infinita ayudado con los avances científicos y tecnológicos. La naturaleza humana se vuelve manipulable artificialmente ya sea por la ciencia y la tecnología o por la acción política o por ambas, convirtiéndose en una ideología con un alto potencial totalitario. El objetivo final que se pretende es una transformación radical de la naturaleza humana de tal forma que cada persona individualmente y la sociedad mundial en su conjunto sean objeto de explotación y opresión.

La ideología de la salud es, probablemente, la más potente para implementar todo un modelo antropológico, ético y político de explotación y dominación. Todo el mundo está dispuesto a aceptar cambios en su vida de manera más sencilla si piensa que eso es algo bueno. Creemos que la salud se ha convertido en una ideología que tiene un poder de persuasión enorme para cambiar formas de vivir y de pensar. Una de las formas mejores de conocer a una sociedad es como cuida su salud personal y comunitaria. Y no es lo mismo optar por un modelo biologicista, materialista y utilitarista que por otro modelo más humano por ser más solidario con los más débiles o vulnerables.

Con la nueva ideología ya no se trata de eliminar las enfermedades y su sufrimiento, sino que promociona un concepto de salud al margen de consideraciones morales, sino hedonistas. Se promociona un concepto de salud alienante, que es un auténtico negocio, mientras la mayoría de los enfermos del mundo mueren por carecer de unos medios básicos de salud. Este paradigma de salud, es una autentica cultura de la muerte en la que se sacrifican millones de seres humanos para que otros vivan. Este modelo de salud será capaz de invertir en las tecnologías más sofisticadas y en los medicamentos más avanzados intentando lograr la inmortalidad y la eterna juventud, y a la vez, y sin ninguna contradicción insalvable, esta bioideología asesinará al niño en el vientre de la madre simplemente por salud mental.

Hemos llegado a la paradoja donde “la salud es lo más importante, más que la vida de otro ser humano”[12].

BIBLIOGRAFÍA

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[2].  Declaración Universal de Derechos Humanos Adoptada y proclamada por la Asamblea General en su resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948

[3]. Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud, Alma-Ata, URSS, 6-12 de septiembre de 1978

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[5].  Para la Fundación Población Óptima (population matters) – la población mundial óptima es de 2.700 a 5.100 millones de habitantes.  https://populationmatters.org/

[6].  Nakajima, Hiroshi. WHO Director-General Warns of “Time Bomb” in Global Health inequities, 95 Session of WHO Executive Board, Press Release WHO/3,16January 1995 017)a historia. Editoiral Dykinson (2’hoy (la biopolitica . Editorial Diaz de Santos (2017)

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[8].  Directrices sobre la atención para el aborto. OMS marzo 2022. Disponible:  https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/352351/9789240045767-spa.pdf

[9].  Encuesta Continua de Hogares (ECH) Año 2018 . Instituto Nacional de Estadística (INE).  Disponible en  https://www.ine.es/prensa/ech_2018.pdf

[10]. El ministro de Finanzas japonés pide a los ancianos que ‘se den prisa en morir’. (22/1/2013). https://www.elmundo.es/elmundo/2013/01/22/internacional/1358870209.html

[11]. Observatorio de Biopolítica. Farmacéuticas y Bill Gates condicionan la OMS. (2017). https://biopolitica.net/2017/04/03/farmaceuticas-y-bill-gates-condicionan-la-oms/

[12]. Observatorio de Biopolítica. El poder de la bioideología en la salud (2017). https://biopolitica.net/2017/04/02/el-poder-de-la-bio-ideologia-en-la-salud/

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