LA EUTANASIA: un nuevo paso al servicio del Capitalismo.

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En los inicios del capitalismo lo primero fue la acumulación, expoliando la riqueza y sometiendo a pueblos de todo el mundo a las metrópolis imperiales europeas, siguiendo la estrategia de todos los imperios. Pudo ser a gran escala por las posibilidades de navegación que ya se daban en el siglo XVI.


La revolución industrial propició nuevas formas de explotación de los propios habitantes de las metrópolis provocando inmigración interna y desarraigo. Todo ello al servicio del progreso y el crecimiento del dinero: el capital acumulado tenía que ser invertido y asegurar su crecimiento.

 

En el siglo XX, como respuesta a la capacidad de rebeldía de los trabajadores explotados, gracias a la asociación, el capitalismo diseñó una doble estrategia: control de población en el Tercer Mundo, y complicidad de los trabajadores del Primer Mundo en la explotación de los empobrecidos, rompiendo definitivamente la solidaridad obrera, ruptura ya iniciada en la I Guerra Mundial.

 

El capitalismo en su versión socialdemócrata, el Estado del Bienestar, aceptó las reivindicaciones obreras, incluso se permitió a la clase obrera ascender al estatus de pequeña clase media, al precio de hacerla cómplice del robo al Sur. De alguna nueva forma de explotación tenía que salir el dinero necesario; no, desde luego, de los beneficios, ya que las leyes de la economía obligan a que estos sean nuevamente invertidos para garantizar crecimiento. Si falla el crecimiento se hunde el sistema económico. La teoría del reparto, la redistribución, que tan bien sonaba a los oídos de los interesados, a la larga resultó no ser tan cierta.

 

En la estrategia de control poblacional del capitalismo, al no bastar ya los métodos tradicionales de guerras y hambrunas, se introdujo la anticoncepción como arma política de control. Esto ha quedado confirmado con la desclasificación, en los años 90, del Memorandum 2000 -el llamado Informe Kissinger-.

 

Siguió el aborto. Primero, sólo eugenésico, pues quería aparecer teñido de compasión ante la enfermedad y el sufrimiento, lo que en realidad respondía a otros objetivos, en este caso también puestos de manifiesto con el paso del tiempo: la vida humana debía perder su carácter de inviolabilidad. Una vez aceptado…, ya pasa a ser expresión del derecho de apropiación de la vida de otros, de la vida de los débiles por el poder de los fuertes que imponen sus intereses…Hoy es ya aceptado como parte de un supuesto “derecho a decidir” de la mujer sobre la vida de otro ser humano, en este caso su hijo. Así todos cómplices, el principio de que “los poderosos, los fuertes tienen derecho a decidir sobre la vida de los débiles” pasa a formar parte del “sentido común”. Ya es incluso aceptado como parte de la estrategia anticonceptiva.

 

En este nuevo contexto, el sexo desplazó su evidente y principal función procreadora, solidaria y comunitaria, hacía su dimensión hedonista. La escala para valorar la importancia y validez de las formas de sexualidad queda establecida por su capacidad de generar placer: el género como ideología de transición hacia el transhumanismo. Se rompe así la estructura solidaria básica que es la familia como arma de lucha contra la opresión, tan valorada en los albores del movimiento obrero (aquellos tiempos de la Asociación Internacional de Trabajadores). La consecuencia es que el ser humano queda aislado y fragmentado, centrado en sí mismo e incapaz de asociarse para construir un mundo más justo. Un individuo alienado, sometido a los vaivenes de intereses ajenos.

 

En estos momentos nos encontramos en una transición hacia el absoluto control de la vida humana, que ya no es un don a custodiar, un asunto de amores (Amor y amor) sino una construcción del propio hombre, cuyo diseño de mejora irá dirigido por la voluntad de poder… de los poderosos, por supuesto.

 

En la combinación de inteligencia artificial, trans-humanismo y post-humanismo, la biopolítica rediseñará en el futuro, cualitativa y cuantitativamente, una nueva estructura social y sus normas de funcionamiento. Un nuevo pacto social. Posiblemente se tenderá a sustituir, siempre que resulte posible, el trabajador humano por la máquina inteligente, lo que reducirá los conflictos provenientes de la conciencia de la dignidad humillada, la permanente lucha de intereses entre los que miran beneficios y los que exigen derechos. También será posible reducir el ejército de esclavos, solo los que los poderosos necesiten para poder disfrutar de un planeta “habitado”. Para evitar conflictos el capitalismo debe lograr al esclavo con mentalidad de esclavo, tarea esta ardua y difícil ya que la conciencia humana siempre ha reaparecido a lo largo de la historia.

 

Pero mientras todo esto acontece ha habido una consecuencia… un “efecto colateral” (quizás no previsto) que consiste en el cambio cuantitativo y cualitativo en la estructura de la población: un espectacular aumento de población y posterior envejecimiento, sobre todo en las sociedades occidentales, cuya  evolución generará una implosión demográfica también espectacular.

Primero se logró la reducción de la mortalidad, sobre todo infantil, aumentando mucho la esperanza de vida en todos los países enriquecidos.

 

Después se redujo la fecundidad, pasando así de una población con muchos nacimientos y una tasa alta de mortalidad joven, a una población donde los que nacen viven una larga vida.

Inicialmente la natalidad se mantuvo, a pesar de la reducción de la fecundidad, porque las poblaciones jóvenes eran grandes gracias al descenso de la mortalidad infantil.

 

En medio, un importante incremento de la población que animó programas de anticoncepción que controlara el crecimiento. El problema llegó cuando la baja fecundidad viene paulatinamente acompañada de reducidas generaciones de jóvenes procedentes, ellos a su vez, de la baja fecundidad. Simultáneamente las amplias generaciones de jóvenes anteriores, aumentaban la edad y siguen vivos. La baja fecundidad se da hoy acompañada de la población ya no fértil por edad, lo que baja la natalidad a cifras alarmantes. Nos encontramos ahora con una población con altísimo índice de dependencia, índice que aumentaría aún más si se lograra un, hipotético y utópico, aumento de la natalidad.

 

Porque la verdad es que no es tan cierta y real esa idea del envejecimiento activo o añadir, no sólo años a la vida, sino también, y fundamentalmente, añadir vida a los años. Queramos  o no, el envejecimiento genera dependencias, para el año 2050 se estiman más de 130 millones de demencias. Tampoco el aborto eugenésico ha logrado acabar con la discapacidad, ya que los accidentes y enfermedades a lo largo de la vida siguen recordándonos la debilidad humana. En una cultura occidental de ocio y placer, estas situaciones tienen que ser eliminadas, sobre todo por el coste económico que supone tratarlas dignamente.

 

Definitivamente la eutanasia es un nuevo componente contra la vida, acorde con la evolución del capitalismo que decidió anteponer el capital al trabajo, lo material frente a lo humano, el medio por encima del fin que debiera ser el Bien Común.

 

La sociedad propiciada por el sistema económico capitalista ha devenido en condiciones de trabajo indignas, empeoradas en la nueva economía “bajo demanda”, salarios miserables para jóvenes, desempleo, especulación de la vivienda, lo que impide la creación de hogares que acojan el cuidado de la dependencia, una política que restringe las políticas sociales y dejan desamparados a aquellos mayores que, en su juventud, propiciaron el milagro económico y hoy se encuentran sin familias que cuiden, ni políticas sociales que socorran su desamparo.

 

La solución del sistema económico que tiene que seguir creciendo para no sucumbir –ahora ya en el absoluto descontrol del capitalismo financiero- es la generación de esclavos con mentalidad de esclavos que no se rebelen, el control de la población pobre a través de políticas antinatalistas y la eutanasia para los dependientes. Mientras para los enriquecidos se espera la solución definitiva: el post-humanismo.

 

Una vez legalizada la eutanasia, una pena de muerte pesa sobre nuestras vidas. Su causa… seguir vivo pudiendo elegir la muerte cuando perdamos la autonomía. Ningún Bien Común se hará cargo de ninguna discapacidad. Si elegimos vivir tendremos que correr personalmente con los gastos de la dependencia, es decir, sólo los ricos podrán elegir.

 

Desgraciadamente la “izquierda”, cuyo prestigio le vino de la defensa de los débiles y de la igual dignidad de todos los hombres, ha aceptado hacer el trabajo sucio al capitalismo, convirtiéndose en defensora de un progresismo construido sobre la muerte de millones de seres humanos. Esta traición a cambio de su participación en el festín de los ricos… es la andadura que ya iniciara con el abandono del internacionalismo proletario.

 

Divide y vencerás. Las batallas parciales agotan y alejan de la victoria. Solo una lucha sólida y firme contra este sistema capitalista puede inspirar esperanza. Una lucha radical, desde sus bases antropológicas a las leyes económicas, desde sus presupuestos culturales al protagonismo político. Lucha que ha de ser encarnada en nuevos estilos de vida solidaria en defensa de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, la familia comunidad de amor fecunda basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, y el trabajo como desarrollo de la vocación profesional.

 

Hacemos una propuesta: VIVIR A CONTRACORRIENTE DE FORMA ASOCIADA.

 

Fdo. Ana Solano

Profesora Titular de Salud Pública de la Universidad de Sevilla (jubilada)

Miembro de Profesionales por el Bien Común.

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