Jornadas profesionales sobre el derecho a la objeción de conciencia. Texto de referencia.

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JORNADAS INTERPROFESIONALES SOBRE EL DERECHO A LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA

6 de noviembre 2021

Profesionales por el Bien Común

¿Por qué unas jornadas interprofesionales sobre el derecho a la Objeción de Conciencia?

Actualmente estamos asistiendo a una revolución biotecnológica capitalista, cuya impronta totalitaria se manifiesta de manera novedosa respecto a totalitarismos anteriores, porque se cree capaz de reducir y transformar la naturaleza humana incluida la esencia de la conciencia.

El poder del capitalismo tecnológico actual ha demostrado ya la capacidad de condicionar, tanto en extensión como en intensidad, las conciencias y la conciencia de la humanidad y su pretensión no es otra que modelar la conducta humana en aras de sus propios intereses de lucro y poder. Para ello se utilizan diversos medios materiales e inmateriales: toda una arquitectura tecnológica ubicua; una serie de bioideologías como la ideología de género, el eco- capitalismo o la ideología de la salud que atentan gravemente contra la vida y dignidad humanas y que imponen unas formas de vida materialistas, hedonistas e individualistas ; un elenco de leyes biopolíticas (aborto, extranjería, eutanasia, eugenesia, covid, de gestión de datos,…) que van cercando y limitando los derechos humanos. El objetivo final no es otro que el control cuantitativo y cualitativo de la población.

Desde Profesionales por el Bien Común estamos intentando combatir asociadamente esta tendencia totalitaria haciendo de nuestra profesión un baluarte en defensa de la vida y la dignidad humanas, desde la concepción hasta la muerte natural, especialmente de los más empobrecidos, débiles y vulnerables. Por ello vemos necesario en primer lugar enfrentarnos a las causas institucionales que están provocando esta situación estructural de injusticia. En segundo lugar, generar formas de vida personales y comunitarias que no sean asimilables por la cultura materialista e individualista actual. En tercer lugar, plantearnos proyectos profesionales que resuelvan necesidades humanas y que no estén al servicio del poder y del lucro. Y en cuarto lugar defender nuestra práctica profesional y política por el Bien Común mediante el derecho a la objeción de conciencia cuando las leyes nos impidan ser fieles a nuestra conciencia por el Bien Común.

Internacionalmente estamos asistiendo a una presión políticamente concertada por el poder para restringir la objeción de conciencia especialmente en lo que al aborto se trata. Por ello creemos fundamental generar una opinión pública moralmente liberadora que reconozca y desarrolle la libertad de conciencia en sus términos adecuados. La Objeción de Conciencia es un derecho humano universal y fundamental que debe ser respetado por el ordenamiento jurídico. La esencia de ese derecho es proteger el deber de todo ser humano a actuar en conciencia ya que la conciencia es el ámbito más profundo en el que la persona discierne sobre la verdad, el bien y las acciones derivadas de sus convicciones más profundas ya sean de tipo religioso, moral, filosófico o ideológico.

La conciencia y el derecho a la objeción de conciencia pertenecen, por tanto, a los fundamentos de la dignidad humana y por ello deben estar vinculados a la verdad y al bien objetivos del ser humano. La conciencia no puede ser considerada un simple habitáculo vacío rellenable con el subjetivismo individual, y la conciencia social no puede ser el mínimo común confortable del sumatorio de los subjetivismos individuales. Esto no significa que lo subjetivo no tenga importancia, todo lo contrario, sino que debe estar subordinado a la verdad y al bien para que no se autodestruya. La conciencia es lo más profundo de cada ser humano y su singularidad debe ser máximamente respetada pero la conciencia debe ser adecuadamente formada y la objeción de conciencia debe objetivarse en aquellos aspectos fundamentales que afecten a la dignidad de la vida del ser humano.

La conciencia tiene dos niveles. Un nivel profundo, arraigado en la propia naturaleza humana, que puede ser descubierto mediante la razón y que nos permite distinguir las nociones básicas sobre el bien del ser humano. Este nivel, común a todos los hombres y mujeres, es el fundamento de la relacionalidad y la convivencia humana. Sin él no tendría sentido hablar de sociedad o de comunidad política o de democracia. Por otro lado, hay un nivel de la conciencia que no se descubre en la esencia de nuestra naturaleza, sino que debe ser cultivado conscientemente y que tiene que interactuar adecuadamente con el contexto cultural e histórico concreto. Tanto un nivel como el otro necesitan objetivarse en base a la defensa de la dignidad intrínseca e inalienable de todo ser humano y ambos niveles de la conciencia deben ser promocionados en ese sentido. No hacer esta promoción es una falta grave de responsabilidad porque obedecer a una conciencia errónea o manipulada, no formada adecuadamente, es una fuente permanente de conflicto. Por tanto, una primera cuestión a tratar sería cómo se está formando la conciencia humana en la sociedad y el momento histórico actual.

Por otro lado, la conciencia no es individual exclusivamente, es personal por tanto tiene una dimensión singular pero también tiene una dimensión comunitaria, social e institucional que se plasma de muchas formas: códigos morales y sociales, idearios, códigos deontológicos, memorias colectivas, etc. La libertad de conciencia (religiosa, moral, política) debe ser respetada tanto individualmente como colectivamente cuando una comunidad humana concreta genera instituciones concretas en base a las convicciones más profundas de sus miembros. Separar ambas dimensiones y reducir la conciencia a lo meramente individual es un atentado grave de desnaturalización de la conciencia humana que obedece a los afanes que todo poder tiene por dominar lo más profundo del ser humano.

La conciencia es el atributo humano por excelencia y tiene una raíz transcendente o religiosa fundamental universalmente reconocida por todas las culturas a lo largo de la historia. Esta raíz transcendente es el antídoto más importante frente a cualquier poder totalitario que tiende a dominar todas dimensiones de la realidad. Una cuestión clave en este momento histórico es justamente reconocer el valor y el poder de esta dimensión transcendente porque es la que sostiene y fortalece a las otras dimensiones, moral y sociopolítica, de la conciencia. Evidentemente la conciencia religiosa es una decisión de cada ser humano pero el ordenamiento jurídico debe respetarla y debe respetar a las instituciones que se hayan creado para ello.

Finalmente, creemos que hay que ampliar la conciencia social respecto al derecho a la objeción de conciencia. Es cierto que los temas que afectan a la conciencia humana de manera sustantiva no pueden ser muchos y sobre todo este derecho no puede amparar caprichos e intereses individuales o corporativos. Pero también debemos tener una visión integral de la dignidad humana y no reducir la objeción de conciencia a la defensa de la fases iniciales y terminales de la vida humana como si el resto de la vida no existiera. Así, por ejemplo, hay que reconocer el derecho a la objeción en el tema del aborto o la eutanasia, pero también frente a la ley de extranjería que impide la solidaridad con los inmigrantes empobrecidos expulsados de sus tierras por la guerra, la miseria y el hambre provocados por el propio capitalismo.

Por todo ello, Profesionales por el Bien Común ha asumido su parte de responsabilidad en este campo y ofrece a la sociedad un espacio de debate y diálogo para que la conciencia sobre el derecho a la objeción de conciencia crezca adecuadamente frente a los intentos del poder político-económico de ahogarla, reducirla e incluso eliminarla.

Texto de referencia de la jornada

El presente documento tiene como objetivo establecer un marco común de cara a las Jornadas  Interprofesionales sobre el Derecho a la Objeción de conciencia que Profesionales por el Bien Común está organizando para el 6 de noviembre de 2021 en Madrid. El texto de referencia tiene dos partes fundamentalmente. Una primera que sintetiza las principales coordenadas de análisis del contexto cultural y político actual y una segunda donde más específicamente se trata nuestra posición  en relación al Derecho a la Objeción de Conciencia.

 

PARTE 1. CONTEXTO CULTURAL Y POLÍTICO

1. Crisis global inconcebible.

Son innumerables los estudios que señalan que la actual crisis global es de naturaleza estructural y que está suponiendo un auténtico cambio de época. El hecho más significativo de esta situación es la denominada bajo diferentes formas Revolución Tecnológica Capitalista que está transformando toda la realidad:  las relaciones sociales, el sistema productivo, la cultura, las relaciones geopolíticas, etc.

El capitalismo no es solo un sistema económico. Es todo un sistema integral portador de una cultura, de una moral, de una antropología que son imprescindibles para entender su esencia, sus objetivos y su dinamismo. Liberalismo, materialismo, individualismo, relativismo utilitarista, hedonismo son características esenciales del capitalismo. Este sistema se podría definir como la supremacía impuesta del factor objetivo, capital (dinero, tecnología, etc..) sobre el factor subjetivo, trabajo (siempre vinculado a la persona humana). Aunque el capitalismo está en permanente transformación, sus principios básicos (lucro, máximo beneficio, productividad, competencia, etc.) siguen vigentes.

Tal vez lo más complicado de afrontar de la situación actual es que nos estamos encontrando con fenómenos que por su naturaleza, magnitud e intensidad son difícilmente comparables con fenómenos anteriores y nos pueden estar faltando todavía recursos mentales para poder nombrar y comprender el alcance de las transformaciones que están sucediendo. La disrupción científico tecnológica provocada por el capitalismo tecno-financiero, combinada con las diferentes crisis estructurales, geopolíticas, económicas y biosanitarias, ha generado una gran transformación del paradigma capitalista anterior.

2. Capitalismo y control de población.

El capitalismo entendido como supremacía del capital sobre trabajo, es decir sobre el ser humano, es un sistema moralmente invertido independientemente de la ideología política (liberalismo, comunismo…) que respalde a dicho capitalismo. Tanto el capitalismo liberal como el capitalismo de estado son moralmente inaceptables, aunque haya diferencias objetivas entre ellos. Lo correcto sería un sistema en que el factor capital estuviera al servicio del factor subjetivo, es decir el trabajo, es decir la persona humana.

Esta inversión moral intrínseca implica que el capitalismo siempre se ve naturalmente obligado a controlar cuantitativamente y cualitativamente a la población para mantener su supremacía. Desde el primer capitalismo de finales del siglo XVIII hasta la actualidad se han desarrollado diferentes mecanismos económicos, políticos, sociales y culturales para controlar a la mayoría de la población. Los principales impulsores del control demográfico, del aborto, de la eugenesia, de la eutanasia, de la ideología de género, del hambre, de la miseria o incluso genocidios, es decir, de todas las variantes de control poblacional son las élites capitalistas.

3. Guerra poderosos débiles.

Los atentados contra la vida naciente y terminal, las agresiones al matrimonio y a la familia, las guerras por el control político y económico, la explotación laboral, la precariedad laboral, el hambre, la miseria, etc. constituyen un elenco orgánico que se puede considerar como una auténtica guerra de los poderosos contra los débiles. Los empobrecidos, los enfermos, los viejos, los niños que no sean productivos o útiles están en el punto de mira del sistema que no dudará en eliminar o descartar mediante cualquiera de los mecanismos a su disposición. La tan defendida prosperidad de ciertas sociedades llamadas desarrolladas ha sido siempre a costa de sectores enteros de población que han sido literalmente sacrificados.

4. Capital sobre trabajo.

El conflicto capital trabajo ya hemos señalado que es una de las cuestiones fundamentales del sistema capitalista. El trabajo representa la dimensión subjetiva del sistema productivo, es decir a la persona, y en estos momentos está sometido como nunca a la dictadura del capital que sigue con la pretensión de sacar el máximo beneficio y de eliminar su naturaleza solidaria. La revolución tecnológica no solo no ha disminuido la explotación y la degradación laboral sino todo lo contrario. La agresión laboral se ha incrementado debido a la hiperconectividad que ha convertido el espacio-tiempo laboral es un laboratorio permanente de dominio y explotación. Al mismo tiempo, con la misma tecnología, el capitalismo ha sabido auto-transformase para ir conquistando zonas cada vez más profundas de la estructura bio-psicológica del ser humano y someterlas al principio de máximo beneficio por ello la cuestión antropológica ha redimensionado toda la cuestión social.

5. La cuestión antropológica, centro de la cuestión social.

La explotación económica y la dominación política están siendo reconfiguradas especialmente en este momento por la imposición sobre todo de un modelo de ser humano concreto, intrínsecamente coherente con el sistema capitalista. El reduccionismo antropológico es la clave de la nueva cuestión social ya que se trata de fundamentar culturalmente todo el sistema en la configuración de un ser humano reducido. Reducción que afecta a todas las dimensiones, pero fundamentalmente a su dignidad. El ser humano se reduce a individuo de una especie animal, o se reduce a material biológico, o se reduce a datos, etc. de tal forma que sea manipulable, cuantificable, sustituible, descartable, explotable… según en el contexto en el que se encuentre. Con el grado de la actual revolución biotecnológica el sistema cree posible transformar la naturaleza humana.

6. Un mundo dominado por estructuras de pecado. Víctimas y victimarios.

La situación actual del mundo no es entendible si no comprendemos la extensión y profundidad del mal que le acecha. El mal y la injusticia están institucionalizados globalmente. El mal y la injusticia son fruto de la responsabilidad personal pero no hay que ignorar que adquieren una dimensión nueva cuando se configuran institucionalmente porque entonces entran en juego mecanismos muy potentes que hacen que la injusticia funcione casi de forma automática e implacable y con una extensión y profundidad formidable. Este carácter estructural y automático se ha incrementado con el poder de la revolución tecnológica. Lo más significativo de las estructuras de pecado es justamente su capacidad de estructurar el campo de acción personal y social de tal forma que en el momento actual todos estamos sometidos al campo de actuación del capitalismo digital y somos al mismo tiempo víctimas y victimarios. Nuestro lugar en la estructura hace que siempre tengamos por debajo a alguien más débil del que nos beneficiamos y sobre el que podemos descargar las frustraciones de nuestra herida como víctimas. De esta forma todos somos cómplices en algún grado. El mecanismo es perverso.

7. Revolución Biotecnológica. Singularidad.

La fase histórica en la que no encontramos, ya se ha insistido, es una revolución tecnológica capitalista que está afectando a todas las facetas de la existencia de una forma que el capitalismo sea máximamente beneficiado. Podría ser de otra forma, pero nos quieren hacer ver que las transformaciones bio-tecnológicas tienen una naturaleza determinista, de inevitabilidad y que solo cabe aceptarlas. Es toda una nueva ideología impuesta desde el poder para aumentar los niveles de dominio, explotación y alienación de tal forma que la injusticia ya no es un problema moral sino una imperfección de la condición humana que se solventará desde una nueva organización social basada en la tecnología. Los algoritmos ajustarán de manera permanente y en tiempo real toda la realidad. Llegará un momento, no muy lejano, en que la racionalidad humana será sobrepasada totalmente (singularidad) por la denominada inteligencia artificial o inteligencia de máquinas. Para que ello sea así se necesita una cantidad ingente de datos de toda la realidad. Todo, especialmente los seres humanos, todos, en todos sus niveles, tiene que estar conectado para mandar información y para recibir órdenes de actuación. De tal forma que pasado, presente y futuro estén sometidos a un conocimiento total. La humanidad habrá pasado a un nuevo “totalismo” de naturaleza diferente a lo hasta ahora conocido y de consecuencias inimaginables de momento.

8. Nuevo sistema totalitario. La colonización de la naturaleza humana.

La revolución tecnológica capitalista tal y como se está desarrollando está generando un nuevo poder que sobre todo se basa en la captura de toda la existencia humana, pasada, presente y futura que puede llegar según las élites tecno-capitalistas a transformar radicalmente la naturaleza humana. La dimensión bio-psíquica puede conocerse tanto en extensión como en profundidad de tal forma que pueda predecir y moldear el comportamiento humano con unos porcentajes de incertidumbre muy bajos. El nuevo “totalismo” a diferencia del totalitarismo del siglo XX no se basa en la violencia y el asesinato como formas de doblegar el alma humana, sino que esta va a ser conquistada silenciosamente desde los niveles más profundos (deseos, emociones, sentimientos) a través de la acción de múltiples tecnologías digitales que van a penetrar toda la realidad.  Los seres humanos individual y colectivamente considerados deben rendir su voluntad hasta el punto de que ignoren que su voluntad, que sus pensamientos, que sus deseos ya no son suyos. Para que esta estrategia sea máximamente eficaz (política y económicamente) cada ser humano debe estar directamente expuesto a este nuevo poder y su existencia debe ser fragmentada. Todo lo que se interponga entre el poder y el individuo y su interior debe ser suprimido. Todas las instituciones intermedias que conformaban y protegían al ser humano, fundamentalmente la familia, pero también la dignidad profesional y política, deben eliminarse o degradarse.  En el mismo sentido la unidad existencial de la persona humana que proviene de la orientación vocacional hacia el bien de su naturaleza moral también debe ser destruida de tal forma que proliferen todo tipo de conflictos existenciales que debilitan al ser humano haciéndolo más vulnerable y que además proveen al poder económico-político, a través de la arquitectura digital ubicua, de materia prima conductual.

9. Las bioideologías.

Son ideologías de la posmodernidad cuyo objetivo fundamental es ir moldeando la conciencia y la existencia del individuo del capitalismo digital. Se han venido desarrollando progresivamente al largo del siglo XX y finalmente se han ido conectando mutuamente de forma orgánica levantando un puente de acceso a la gran ideología-religión secular del tras/posthumanismo.

Las bioideologías más significativas son:

La ideología de género que pretende degradar y destruir la naturaleza solidaria de la sexualidad binaria, varón y mujer, del ser humano provocando una herida de enormes efectos destructivos. La diversidad sexual y la tolerancia es la mentira utilizada para ello.

El eco capitalismo es la bioideología que intenta ejercer el control demográfico que el capitalismo necesita para seguir expoliando la naturaleza y a las diferentes poblaciones empobrecidas del planeta, que son la inmensa mayoría. La mentira utilizada para ello es la denominada sostenibilidad y el llamado cambio climático. Con ella también se está gestionando un cambio total de todo el sistema energético y productivo.

La ideología de la salud es aquella que, con un concepto de salud materialista y utilitarista, implementa a mayor velocidad las leyes biopolíticas más disruptivas. Tiene un gran nivel de aceptación y por tanto de penetración como se está viendo con la crisis covid.

Las tres se basan en un elemento biológico que se utiliza como ariete para ir moldeando la conciencia social. El nivel de financiación de estas bioideologías desde corporaciones multinacionales y organismos internacionales es brutal lo que demuestra la importancia de las mismas.

Sin embargo, estas bioideologías totalizantes se combinan transversalmente con la denominada ideología woke que es una falsa doctrina sobre la justicia social que sirve para imponer una dictadura intelectual al mismo tiempo que fracciona y divide la sociedad en función de criterios raciales e identitarios. Paradójicamente cumple un papel divisorio semejante al supremacismo nacionalista.

Al final todo converge en la instauración de una ideología-mentalidad-religión trans/posthumanista cuyo objetivo fundamental es doblegar la naturaleza humana y ponerla servicio del capitalismo digital

10. Destrucción y/o degradación de las estructuras solidarias que conforman al ser humano.

El capitalismo, desde siempre, pero ahora con mayor intensidad ha pretendido doblegar al ser humano y para ello ha ido perfeccionando una estrategia integral que sirviera fundamentalmente para destruir o degradar las estructuras o instituciones solidarias que conformarían a la persona en todas sus dimensiones de tal forma que esta fuese reducida a individuo, a dato, a material biológico…. Por ello hay una ataque sistemático y radical a la propia naturaleza humana, especialmente la sexualidad, que tiene un mensaje moral inscrito orientado hacia la vida y la solidaridad. En el mismo sentido el sistema capitalista ataca, degrada y destruye al matrimonio y la familia como escuela de amor y solidaridad. También es combatido el mundo del trabajo porque mediante el trabajo solidario y la vocación profesional cada ser humano recrea la realidad física y social, incluido el mismo, con autonomía y libertad. Finalmente, también se trata de corromper el compromiso y la entrega religiosa y política por el Bien Común de tal forma que la sociedad en su conjunto sea simplemente una masa atomizada muy vulnerable y moldeable por el poder. El capitalismo digital, debido a la tecnología, ha incrementado su potencia destructora mediante la combinación simultánea de la extensión, la individualización y la intensidad.

11. La destrucción y/o degradación de los vínculos fundantes y fundamentales.

Como consecuencia de la degradación y destrucción de las instituciones y estructuras intermedias entre el poder y el sujeto, los vínculos que unen y dan consistencia a las personas se diluyen trágicamente de tal forma que el ser humano pierde el contacto auténtico con la naturaleza, con la geografía, con la historia y con la tradición. Los vínculos maternidad, paternidad, filiación, fraternidad, amistad, solidaridad, mismidad se licuan, se evaporan y el sujeto queda solo, aislado y roto frente al poder. Aparecen las adicciones como propuestas del sistema frente a tanto dolor ontológico.

12. La nueva gobernanza total.

El nuevo sistema totalitario o «totalista» está configurando una nueva forma de gobernanza que está en proceso de definición. Lo que sí podemos vislumbrar es una relación explícita y mucho más visible entre el estado y el poder económico privado. Esto es debido fundamentalmente al papel político-social determinante que está teniendo la revolución digital cuyo conocimiento hiper-especializado está en manos de las grandes corporaciones tecno-financieras. Al mismo tiempo estás corporaciones, que son las que ocupan el nivel 1 en la toma de decisiones, necesitan de la legalidad y el monopolio de la violencia que proporciona el estado para controlar a la población. El modelo chino se ha presentado últimamente como el más eficaz y adecuado para el nuevo capitalismo tecno-financiero. Sin embargo, la cultura occidental es difícil que acepte el nivel de control social explícito de las sociedades orientales. Las sociedades de cultura liberal han desarrollado un sistema de legitimación social complementario de los niveles corporativo y estatal. Tanto las corporaciones como el estado deben ser aceptados por la sociedad de la forma más amplia posible y para ello es fundamental el papel cultural e ideológico que juega la sociedad civil capitalista que utiliza fundamentalmente las bioideologías para lubricar todo el aparato corporativo-estatal de toma de decisiones.

13. La algoritmización de la vida.

La actual revolución digital capitalista está estructurando la realidad de una manera global e integral. El mecanismo que está utilizando es la subordinación de todo a la inteligencia de máquinas mediante el empleo de algoritmos previamente diseñados que automatizan toda la toma de decisiones, incluidas las sociales, siguiendo los criterios de los que tienen la capacidad tecnocientífica necesaria. La aceptación social acrítica de esta nueva cultura desactiva el compromiso político y por tanto la democracia porque se transmite la idea de que la tecnología puede ofrecer la solución a cualquier problema e injusticia. Se despersonaliza la toma de decisiones lo cual hace que se desconozca quien detenta realmente el poder real.

14. La predicción y determinación de la conducta individual y social.

Una de las claves más importantes del actual modelo capitalista biotecnológico es que es capaz, según sus especialistas, de analizar, predecir y moldear la conducta humana tanto individualmente como colectivamente. Las grandes corporaciones tecnológicas han desarrollado un modelo masivamente financiado y recompensado por los fondos financieros que se basa en la extracción permanente y ubicua de información conductual de las personas y de las sociedades. Ya no se trata de obtener información legal que sirviera para mejorar productos y servicios, sino una información conductual (excedente conductual) que convenientemente analizada y tratada proporciona un conocimiento cada vez mayor y más profundo de cada persona y del conjunto de las poblaciones. En este sentido hay una auténtica carrera o guerra por capturar esos datos al precio que sea y de la mejor calidad posible. Se ha descubierto que los mejores datos son aquellos que proporciona la gente cuando desarrollan su vida con normalidad y no cuando están conectados directamente a un ordenador. Por ello se está imponiendo una arquitectura digital ubicua que recoja datos de toda experiencia humana y con ello se alimente la inteligencia de máquinas que irá automejorándose cuantos más y más variados sean y sobre todo cuando provengan de los niveles más profundos de la naturaleza humana (sentimientos, emociones, deseos). Este conocimiento permite unos niveles de predicción conductual enormes que se aproximan a la certeza; se ha superado el nivel de la predicción y se ha pasado al nivel del condicionamiento o determinación o moldeamiento de la conducta. Ya no solo se recogen de manera ilegal datos personales violando la privacidad de las personas, sino que se está eliminando la libre voluntad sin que la gente se dé cuenta. La naturaleza proyectiva del ser humano hace que el capitalismo digital pretenda conquistar hasta los deseos más íntimos.

Los rendimientos económicos del consumo de datos son brutales y el potencial político totalitario también. Esta estructuración digital de toda la realidad física, biológica y psicológica permite controlar el pasado, el presente y el futuro de cada persona y del conjunto social. Nadie ni nada escapa.

15. Un nuevo poder.

Se ha generado un nuevo poder «totalista» o totalitario que no utiliza la violencia física ni el asesinato masivo para controlar, sino que silenciosamente va colonizando toda la realidad incluida la naturaleza humana. La sociedad ha sido segmentada de manera individual y el nuevo poder tiene acceso directo a cada persona y a cada conciencia. Toda la existencia va a cambiar, está cambiando y no podemos imaginar la evolución que va a tener este nuevo poder y las consecuencias que va a provocar. Podemos entrever algo de ello en el sistema de crédito social que ya está funcionando en China. Algo parecido podría empezar a implantarse en occidente, aunque lógicamente de forma diferente debido a la cultura liberal.

La individuación y el aislamiento que se está produciendo ha convertido la sociedad en un enjambre digital donde las relaciones y vínculos reales se sustituyen por virtuales. Cada ser humano es deconstruido, fragmentado para provocar un torrente de sensaciones, sentimientos, crisis que le debiliten al mismo tiempo que sea una fuente de beneficios económicos.

16. Expropiación social del cocimiento.

Una de las claves de cómo se ha configurado este nuevo poder es la desigualdad radical en el control del saber y del conocimiento. El conocimiento científico-tecnológico que está en la base de este nuevo poder no solo no se socializa sino todo lo contrario. Hay un volumen brutal de información abierta donde todo está mezclado en la más absoluta indiferencia, pero al mismo tiempo hay un saber y conocimiento tanto teórico como práctico monopolizado por parte de las grandes corporaciones-estado del que la sociedad está ausente. Este conocimiento se oculta detrás de la información abierta y es quién realmente gestiona la digitalización totalista. Este fenómeno crece de forma exponencial y al mismo tiempo va produciendo una descapitalización del conocimiento del conjunto social cuyos niveles educativos, culturales y profesionales van en disminución acelerada. Por tanto, se va produciendo una polarización del aprendizaje que acentúa brutalmente las desigualdades (sociales, económicas y políticas) mucho más que en la etapa industrial y de servicios del capitalismo anterior.

17. Reducción del lenguaje y control del pensamiento.

Al mismo tiempo que se impone un monopolio del aprendizaje, hay una deliberada degradación del lenguaje y del idioma, hablado y escrito. Es escandalosa la disminución del vocabulario, del conocimiento y de la utilización de los conceptos filosóficos. Todo ello implica la incapacidad creciente por parte de la gente para razonar, argumentar y pensar. La hiperconectividad digital desde la infancia está limitando el desarrollo cognitivo de las nuevas generaciones que se muestran cada vez más incapaces de comprender y expresar la realidad que les acontece empezando por la de ellos mismos. Tal vez esta sea la principal agresión del sistema educativo general. Este reduccionismo es una garantía de perpetuación del poder porque las élites sí reciben una formación científico humanista integral en intensidad al margen de la hiperconectividad.

18. La nueva legislación biopolítica.

Una de las formas más importantes de moldear la conciencia social siempre ha sido la ley. Inconscientemente se acepta en democracia de manera generalizada que toda ley positiva es  básicamente buena y ello porque se identifica bondad y legalidad. Con la legalización acelerada de ciertas prácticas biopolíticas y sobre todo de su reconocimiento como derechos humanos (aborto, eutanasia, eugenesia,…) se desactiva todo debate social. La operación se completa con la inclusión de estos nuevos falsos derechos en el contenido de los programas educativos oficiales. La oposición a estas prácticas biopolíticas se deslegitima automáticamente más si cabe con todo el aparato mediático de la sociedad civil capitalista. Finalmente, la llamada pendiente resbaladiza hace el resto. En una generación como mucho el aborto, la eutanasia, la manipulación embrionaria, … se considerarán normales.

19. Desarraigo existencial.

Para mejorar la efectividad de este nuevo poder es clave no solo licuar, hay desarraigar a la persona humana. Las estructuras solidarias (sexualidad, matrimonio, familia, trabajo, asociación política y religiosa por el Bien Común) que conforman al ser humano están siendo destruidas y con ellas los vínculos fundantes y fundamentales (paternidad, maternidad, filiación, fraternidad, amistad,). Pero también es fundamental romper como sea con la historia y con la tradición de tal forma que el sujeto quede colgado en el aire y desconozca las experiencias de liberación y promoción humana anteriores. Se trata de convertir cada persona en una especie de paracaidista extraño, ignorante y temeroso arrojado sobre la existencia.

La ruptura con la historia y con la tradición es complementada y reforzada con la eliminación de la esperanza y del sentido. Cuando se suprime la capacidad proyectiva y de sentido del ser humano se puede decir que está totalmente sometido. La impotencia, la resignación se apoderan de todo.

20. La esperanza es una virtud, no un sentimiento.

Frente al leviatán cibernético que se está levantando hay que cultivar activamente la esperanza que no es un sentimiento pueril, sino una virtud. Y como virtud es una disposición estable hacia el bien construida con acciones concretas y habituales, y con la ayuda imprescindible de la gracia divina. La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de toda persona; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas a la Justicia; nos protege del desaliento; nos sostiene en todo desfallecimiento y dilata el corazón en la espera de la felicidad eterna. La esperanza es un arma imprescindible que nos protege en el combate. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y nos conduce a la dicha de la solidaridad-comunión. La esperanza hay que vivirla.

Para ello proponemos una serie de líneas de acción fundamentales que simplemente vamos a enumerar.

  1. El cultivo de la dimensión transcendente o religiosa como clave de la oposición al nuevo totalitarismo
  2. Los últimos, los más empobrecidos y débiles como referencia permanente frente al posibilismo y la concertación.
  3. Promoción integral frente al concepto de empoderamiento.
  4. Descubrimiento y desarrollo de la vocación de cada persona en sus diferentes dimensiones: sexual, estado, profesional y política.
  5. Defensa y desarrollo de instituciones solidarias y vinculantes como el matrimonio, la familia, la familia de familias.
  6. La ciudad paralela. Y construyendo realidades profesionales alternativas al sistema.
  7. Caridad política institucional. Generar una opinión publica moral adecuada contra las injusticias.
  8. La objeción de conciencia y la desobediencia civil.

PARTE 2. LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA

1. Dignidad humana encarnada frente a la pura voluntad de poder 

Solo partiendo del dato objetivo de la dignidad humana como valor supremo que debe guiar la relación entre los hombres se puede construir una agrupación de personas que sea digna de ser llamada ‹‹sociedad humana›› y no ‹‹banda de malhechores››.

La dignidad del hombre es un dato previo a su descubrimiento, un dato objetivo que los seres humanos reconocemos cuando aplicamos honradamente nuestras capacidades de entendimiento –razón y afectividad–, pero en ningún caso es un sentimiento ni una creación o invención de la mente.

La dignidad, como valor objetivo, es axiomática para el razonamiento moral y jurídico, es decir, un dato no cuestionable, ni negociable, ni consensuable. Una vez identificada, se convierte inevitablemente en punto de partida de todo juicio. Ni siquiera la consideración debida a los puntos de vista ajenos permite ponerla entre paréntesis o dejar de defenderla.

La dignidad humana es, asimismo, un valor universal, aplicable a todo ser humano cualesquiera que sean sus condiciones físicas o psíquicas o su estado evolutivo. Abarca desde la concepción hasta la muerte natural. La dignidad tampoco toma en consideración condiciones accidentales de carácter geográfico (haber nacido en uno u otro lugar) o genealógico (pertenecer a esta o aquella familia) o político (tener esta o aquella nacionalidad), sino que abarca a todos los ciudadanos del mundo, sin barreras ni fronteras, por lo que es contrario a la dignidad humana no permitir emigrar a quien vive una vida indigna para buscar su dignidad. La dignidad es independiente de la propia biografía, de la propia conducta, buena o mala, pues tener dignidad no es igual a comportarse dignamente: nunca está justificada la pena de muerte. La dignidad es una cualidad que acompaña a todo ser humano por el mero hecho de pertenecer a la especie humana. Que el descubrimiento de la dignidad sólo puedan hacerlo aquellos seres humanos dotados de ciertas condiciones de madurez e inteligencia no autoriza a restringir a ellos su posesión: el descubridor sólo descubre y nunca crea el valor descubierto.

La dignidad así descrita sólo se fundamenta con carácter fuerte o riguroso (con total evidencia e inexpugnable a la duda) por quien reconoce la realidad sagrada del otro (dignidad sagrada). Sólo tiene pleno sentido si el ser humano es la criatura de un Dios que quiso hacerlo a su imagen y poner el resto de la creación a su servicio. Un Dios que lo ama y que, por ello, instante a instante, sostiene su existencia. Un Dios que quiso ser, él mismo, ser humano (encarnación). Un Dios que mantiene la humanidad del ser creado para la eternidad (resurrección).

Sin embargo, incluso quien no reconoce lo sagrado en el mundo, puede intuir esa dignidad haciendo uso de sus propias facultades y experiencias. Puede hacer uso de la introspección, descubriendo en él y proyectando a los demás esa intuición de dignidad. Pero también puede servirse de la experiencia colectiva de la humanidad, de la historia, que nos muestra –fenomenológicamente– la tragedia a la que nos aboca negar la universalidad de la dignidad humana y graduar la dignidad de los seres humanos según sus rasgos de perfección física o psíquica, según sus condiciones de raza, sexo o su nacionalidad o procedencia. Entonces los pueblos se ven abocados a campos de exterminio, a los pogromos, a los genocidios.

Frente al carácter absoluto de la dignidad humana se aduce el pluralismo valorativo de nuestras sociedades y la consiguiente «exigencia democrática» –basada en el valor de la libertad humana– que conlleva atribuir a cada persona un poder omnímodo para autodeterminarse y un igual poder al de sus conciudadanos para conformar las decisiones colectivas a través de las leyes. Se olvida que la libertad es un valor en cuanto derivado de la dignidad humana y que encuentra su límite natural en la misma: ni la persona puede en ejercicio de su libertad negar su propia dignidad ni puede negar la ajena, pues negaría al mismo tiempo la fuente de la que surge el propio valor de la libertad. La libertad del ser digno es la ‹‹libertad para›› (libertad para ser digno y respetar la dignidad de los demás) y no ‹‹libertad de›› (libertad de toda constricción).

Sólo una visión que considere que la dignidad humana es una entelequia o fantasía creada por la libertad (del pensamiento) y entienda que la libertad misma es el valor absoluto, se arrogará el poder de matarse –negando su dignidad y, de paso, aniquilando su libertad– (eutanasia como suicidio asistido), pero por la misma razón se arrogará el poder para matar a otro, bastando para ello con que sea más débil (pues, en otro caso, se alzará frente a ella el poder contrario de otro ser autónomo).

La pretensión de la libertad como el único denominador común del ser, el rechazo a una dignidad intrínseca y objetiva que reside en el tuétano de la materia, de la carne de la que estamos hechos y capaz de poner freno a la libertad de un espíritu que aspira a autorrealizase a costa de todo y de todos ha recibido en la historia del pensamiento el nombre de gnosticismo.

2. La fuerza del derecho natural frente al derecho como fuerza.

La dignidad humana nos revela al otro como un absoluto que no puede ser instrumentalizado para nuestros fines ni para los fines de los demás. Un absoluto que exige o reclama nuestro respeto y protección, exigencia que toma la fuerza de deber y de responsabilidad absolutos hacia el otro. El deber revela así la existencia del derecho: este es la reivindicación que la dignidad hace de los deberes que la sirven. La dignidad es, por ello, fuente inmediata de los deberes y derechos naturales que configuran la Ley natural. Estos deberes reclaman su transformación en Ley positiva (respaldada por las instituciones de la sociedad humana) y surgen así los llamados ‹‹derechos humanos›› como traslación legislativa (positivación) del Derecho natural a través de tratados internacionales y de las constituciones de los diversos Estados.

La Ley positiva (el Derecho positivo o leyes del Estado), cuando no es acorde con la Ley natural (el Derecho natural) es pura fuerza. No es sino una suma de prescripciones (normas) cuya fuerza vinculante (deber) procede de la amenaza de sanción (fuerza o monopolio estatal de la violencia), pero no procede ya de su propia razón (el deber y responsabilidad naturales derivadas de las exigencias de la dignidad humana). Por tanto, los derechos que nacen de esa ley solo son el privilegio de quien ha conseguido el respaldo de la fuerza.

Los defensores del relativismo axiológico o los que identifican libertad con dignidad considerarán que el derecho de cada cual surge de la propia libertad y tiene por límite la libertad ajena (‹‹mi libertad termina donde comienza la liberta de los demás››). Pero olvidan que el ser humano, siendo un ser social, nunca puede tomar decisiones sobre sí mismo que no afecten a sus semejantes. No existe esa pretendida ‹‹esfera privada›› en que mi libertad se despliega sin contacto con los demás. Con el argumento de ‹‹yo decido›› en mi vida o el ‹‹nosotros decidimos›› (democráticamente y como pueblo) lo que nos conviene, lo que  de hecho se decide es matar al niño no nacido (aborto) o al enfermo (eutanasia), corromper a los menores (educación afectivo-sexual contraria a su naturaleza), debilitar a la familia natural (y con ella a la sociedad en su conjunto, al igualar el matrimonio de hombre y mujer con las uniones de personas del mismo sexo), cerrar las fronteras (y condenar así a los inmigrantes a una muerte segura) y regular institucionalmente el saqueo de los pobres (bolsas de materias primas, mecanismos financieros, deuda externa, etc.). Esto ocurre porque ese ‹‹yo›› y ese ‹‹nosotros›› supuestamente libérrimos no incluye a todos: queda restringido a los que tienen el poder, a los ‹‹empoderados›› que han ‹‹conquistado›› o están en trance de hacerlo, sus ‹‹libertades››. Pero donde hay un conquistador hay un conquistado. Donde hay un ‹‹yo›› o un ‹‹nosotros›› que decide hay un «tú» y un ‹‹vosotros›› –más débil– que sufre las consecuencias.

3. Los derechos humanos frente a los nuevos derechos (in)humanos 

Los derechos humanos que surgen desde 1945, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con referencia a la dignidad sagrada e inalienable de la persona, se están desmoronando.

Por una parte, los derechos económicos sociales y culturales, que articulaban el deber de proporcionar a cada ser humano lo necesario para vivir dignamente,  y que consagró el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales (1966), han sido inaplicados sistemáticamente. Basta ver los datos que proporciona el propio Sistema de Naciones Unidas: de falta de alimentos, de falta de agua, de falta de vivienda, de falta de salud, de falta de escuela… La última ‹‹propuesta›› de la ONU para hacer viables estos derechos, la Agenda 2030, renuncia a impulsar los cambios económicos-sociales y culturales necesarios (sin duda por ser cambios inasumibles por el sistema económico dominante) y emprende un camino de «satisfacción» de los derechos económicos-sociales y culturales (el derecho a una vida digna) basado en el confinamiento de los pobres (consolidando las barreras a la emigración), la reducción de su número (control de natalidad) o su eliminación (aborto y eutanasia). No hay que decir que esta vía de ‹‹satisfacer›› los derechos eliminando a sus titulares (los pobres) no es sino una clara forma de negarlos. Al tiempo, se nombra como agentes ejecutores de dicha Agenda a los grandes conglomerados transnacionales que esquilman los recursos y corrompen o colusionan con los tiranos que oprimen a los empobrecidos (Global Compact).

Por su parte, los derechos civiles y políticos, consagrados en el Convenio Europeo de Derechos Humanos (1950), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966) o la Convención Americana de Derechos Humanos (1969), han entrado en un proceso de mutación. Mutación, porque sin cambiar la letra que los reconoce, ha cambiado su espíritu al ser reinterpretados por los órganos internacionales a cargo de su aplicación (los distintos Comités de Naciones Unidas, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la Corte Interamericana de Derechos Humanos…) de forma que ya no queda protegida la vida del no nacido, ni la del anciano o la del del enfermo, ni la integridad moral del niño…

 En el campo jurídico, los derechos humanos están en un proceso de destrucción desde dentro a través de su reinterpretación en clave de libertades sin fin para construir el ser conforme a la propia convicción o capricho. Esta clave de lectura de los derechos humanos conlleva, necesariamente, el desplazamiento de la dignidad humana encarnada que originariamente los sustentaba. En este desplazamiento, los derechos naturales de los débiles e indefensos son los primeros en ser pisoteados. Sin embargo, un ethos relativista y gnóstico, considera este desplazamiento un triunfo de la libertad. Pero, recordemos una vez más, es la libertad de los poderosos a hacer su voluntad: sea esta la de la madre de matar al hijo que lleva dentro, la de los fuertes para eliminar a los enfermos y vulnerables, la de  los adultos para corromper a los niños o la de los ricos de esquilmar a los pobres.

4. Democracia frente a nuevo totalitarismo.

Para este proceso de destrucción se han empleado y se siguen empleando métodos muy diversos. Algunos de estos métodos son formalmente democráticos. El propio endiosamiento de la libertad ha permitido a los parlamentos nacionales dictar leyes inicuas con el apoyo de mayorías numéricas, olvidando que la aprobación mayoritaria de normas contrarias a la ley natural no es democracia: es solo el abuso de la mayoría. Sin embargo, los textos constitucionales e internacionales sobre derechos humanos que debían haber servido para anular dichas leyes aberrantes no han cumplido su función, pues han sido objeto de reinterpretación (más bien de deformación) por otras mayorías prepotentes: la de jueces imbuidos de la nueva concepción gnóstica del ser humano.

Pero junto a estos métodos formalmente democráticos también se emplean, con mucha frecuencia, métodos abiertamente antidemocráticos. Esto ha acontece fundamentalmente por dos vías. La primera vía es la de la manipulación de las tradiciones parlamentarias y democráticas: sea mediante la reiteración indebida de referéndums, cuando los previos no han surtido efecto, sea mediante el empleo encubierto de los medios de comunicación de masas (públicos o privados) a través campañas diseñadas para cambiar la orientación del voto. La segunda vía –aun de peor catadura democrática– consiste en la corrupción directa o indirecta de los jueces y expertos a cargo de juzgar sobre las nuevas normas.

La “pistola humeante” de estas dos estrategias podemos verla por todas partes. Fue un primer aldabonazo la desclasificación en la década de los 90 del informe Kissinger, redactado en 1974 por el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henri Kissinger, y adoptado como política oficial por el entonces Presidente de los EE. UU., Gerald Ford. Proponía al gobierno de los EE. UU. invertir en campañas para convencer y forzar a los pobres a no tener hijos, fuera esterilizándose o acudiendo al aborto. Reconocía paladinamente que su intención era lograr la seguridad geoestratégica de los EE. UU. y reconocía, asimismo, la necesidad de que la población general fuera engañada en cuanto a estos fines, haciendo pasar la política antinatalista como humanitaria y considerada con los necesitados y con la humanidad en su conjunto.

La línea así marcada de modo secreto ha aflorado a la luz, pero gran parte de la opinión pública, lejos de indignarse ante la manipulación sufrida aplaude ya abiertamente las políticas antinatalistas ahora a cargo de la ONU.

A cargo de la ONU ha quedado también dar el relevo a la campaña de manipulación para que la agenda esterilización, el aborto, la eutanasia, la educación afectivo-sexual impregnada de ideología de género, etc. se impongan universalmente aun contra la voluntad de los pueblos que se resisten a ella. Para ello, la ONU ha usado una estrategia sofisticada de medio y largo plazo construida en varios niveles. Un primer nivel consistente en nombrar ‹‹expertos “independientes”›› (llamados «relatores de las Naciones Unidas›› y considerados receptores de un ‹‹mandato temático) que mediante informes periódicos sobre los diversos derechos humanos que dirigen al Consejo de Derechos Humanos (a veces al Consejo Económico Social) y a la Asamblea General, van deformando y retorciendo esos derechos para irlos aproximando hacia unos nuevos ‹‹derechos humanos» ajenos a la dignidad encarnada y basados en la mera voluntad de poder bajo la capa de la libertad, la protección a la vida privada o a la intimidad. En este mismo plano puede situarse el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. El segundo escalón lo configuran los comités a cargo de la supervisión de los convenios sobre derechos humanos (como el Comité de Derechos del Niño, el Comité de Derechos Humanos o el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer) que, progresivamente, van reinterpretando los derechos humanos a través de comentarios generales y de dictámenes en respuesta a las reclamaciones que distintas ONGs van presentando sistemáticamente según un plan preconcebido y muchas veces en colusión con los mismos miembros de los comités o de funcionarios de la ONU. De este modo, expertos cuyo nombramiento no es democrático y que muchas veces carecen de toda independencia e imparcialidad respecto de las normas aplicables se erigen en interpretes auténticos de los tratados de derechos humanos. Se crea así un llamado soft-law o conjunto de pronunciamientos no vinculantes que luego son utilizados por los tribunales constitucionales nacionales y los tribunales regionales de derechos humanos (Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Corte Interamericana de Derechos Humanos…), cuando les conviene reforzar sus propios pronunciamientos contrarios a la vida y la dignidad humanas.

El Consejo de Europa y la Unión Europea también se suman a estas estrategias. En este caso podemos ver la pistola humeante en las presiones antidemocráticas por parte de la Unión Europea tanto a Polonia como a Hungría por oponerse a las agendas de aborto, eutanasia y educación de género en las escuelas o en los informes y propuestas del Parlamento Europeo para potenciar el aborto (Informe Matić) o  favorecer la eutanasia o la educación de género. También en el Consejo de Europa y en la Unión Europea se reproduce el mecanismo de «expertos» de derechos humanos que van haciendo su labor de zapa o lobby (v. gr., el Comisario Europeo de Derechos Humanos).

Avalados por esta labor previa los Tribunales de Derechos Humanos como el TEDH o la Corte Interamericana de Derechos Humanos corrigen la interpretación clásica de los derechos humanos, desvirtuándolos: ya no representan el derecho natural sino su versión deformada, la del hombre prometeico: la del poderoso frente al débil.

Resultará evidente que manipulación planificada de la opinión pública a través de las mencionadas estrategias, verdaderos programas de ingeniería social o reeducación de masas, es profundamente antidemocrática. Programas de cambio social no solicitados por los ciudadanos y, en muchos casos, con el rechazo de grandes sectores de población, pero igualmente dispensados de forma subrepticia.

¿Quién está detrás de estos programas no democráticos? Recientes informes publicados en los años 2020 y 2021 por European Centre for Law and Justice (ECLJ) denuncian la presencia entre los magistrados del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de miembros de ONGs impulsoras de los nuevos ‹‹derechos humanos››. Entre ellas tiene un papel destacado Open Society Fundation, la ONG fundada y financiada por el magnate George Soros. Igualmente, ECLJ ha acusado a los expertos independientes (relatores o mandatos temáticos) de la ONU de recibir financiación ajena a la propia ONU, procedente de diferentes actores privados, cada cual con su propia agenda, con los que se reúnen y a los que dan cuenta de sus ‹‹resultados››.  Si el que paga manda, los organismos internacionales no van a ser la excepción.

No es casualidad que los derechos económicos, sociales y culturales –el derecho a la vida digna–, se hayan transfigurado en una propuesta de control poblacional, a la vez que los derechos civiles y políticos se van vaciando de su contenido garantista de la dignidad humana. Tampoco es casualidad que se haya convertido a los grandes poderes económicos del mundo en los gestores de la Agenda 2030 –y que a ella se hayan sumado alegremente todos los Estados de los países enriquecidos con intereses estratégicos y económicos en el Tercer Mundo–, a la vez que su larga mano puede verse también detrás de la colusión y corrupción de los órganos de la ONU y del TEDH.

No es casualidad, porque los poderosos de la tierra, dueños ya de inmensa riqueza y poder, aspiran a más: a controlarlo todo y a tenerlo todo. Más allá de toda razón, el tener y el poder se han convertido para ellos en ídolos, en el reflejo de una trascendencia transhumanista inalcanzable para quien ha soltado la mano de Dios. Estos ídolos se materializan en instituciones: estructuras empresariales (grandes corporaciones, fondos de inversión…) o estatales (Estados nacionalistas e identitarios…) idolatradas, a su vez, por millones de acólitos absortos por abstracciones tales como la «cuenta de resultados» o «la nación». A su servicio, igualmente, «escuadrones de la muerte» formados por los mismos descartados al borde de la miseria y capaces, en su desesperación, de las mayores bajezas y violencias.

Los poderosos y sus ídolos manipulan las riquezas del mundo, la vida y la muerte de los hombres –en especial de los débiles–, las mentes y las decisiones de todos los demás. A quienes no se convierten en sus víctimas les ofrecen el papel de victimarios y, a cambio, una libertad vacía para llenarla con consumo grosero y degradación moral.

5. Desobediencia frente a los amos del mundo.

Quienes creemos en la dignidad encarnada del ser humano no podemos obedecer las leyes aberrantes que autorizan el asesinato del no nacido, del enfermo (consienta o no su propia muerte), la corrupción de la sexualidad del niño o del joven en proceso de maduración, la expulsión del inmigrante que aspira a una vida digna, el robo de los recursos de los empobrecidos…

Pero hemos de ser conscientes de que esa desobediencia a la ley inmoral, va a ser resistida, perseguida y manipulada por el poder.

Va a ser resistida y perseguida, pues supone una deslegitimación al poder, al negar la cualidad moral a sus leyes. Sabido es que todo poder necesita un artilugio legitimante que haga más sencilla su imposición. El desobediente a la ley por motivos de conciencia contraría dicho artilugio legitimante. Aún peor, el desobediente por motivos de conciencia apela a la inmoralidad de la ley y, de este modo, puede despertar la conciencia dormida de quien había dado la espalda a la dignidad humana por ilusoria o la había equiparado indebidamente con la libertad absoluta. En este sentido, sancionar al desobediente como antisocial, como contrario a la ley democrática, ha de ser el punto de partida ineludible.

Pero existe un instrumento más sofisticado de control de la desobediencia que es la «concertación» con el desobediente. Consiste en admitir la desobediencia de la ley siempre que se haga con exclusivo fundamento en la libertad: el desobediente debe admitir la legitimidad del sistema jurídico que permite a quien no disiente actuar conforme a la ley y debe comprometerse a respetar esta libertad de decisión como contrapartida a la suya propia. Solo en tal caso, el discurso del disidente podrá ser admitido.

Un segundo instrumento de control es el expresado por el clásico aforismo: «divide y vencerás». Algunas personas, sea por su profesión, sea por el concreto dilema que los avatares profesionales le deparen, se verán amparados por la cobertura legal, mientras que otras personas verán como se les aplican los rigores de la norma sancionadora. No será lo mismo un médico en el trance del aborto que un maestro en el trance de favorecer (o no) la «orientación sexual» de un menor. No será lo mismo un médico que se niegue a practicar un aborto que aquel que se niegue también a remitir a la mujer al profesional no objetor.

Aquel sujeto que, consciente de la ley natural, aspira a defender la dignidad humana, no tiene otra opción que desobedecer la ley y aceptar la sanción que el poderoso le imponga por ello. Debe, asimismo, hacer lo posible porque dicha ley sea derogada y, más aún, porque aun vigente pierda su eficacia. Todo ello con respeto a la dignidad humana y el bien común, es decir, sin emplear medios violentos.

El argumento principal para la conducta disidente será la dignidad de las víctimas y no la propia libertad o derecho al disenso. Es el deber natural para con el otro (el derecho natural del débil) lo que debe primar.

6. El derecho a la objeción de conciencia.

De lo dicho hasta ahora se deriva que el debate sobre el reconocimiento de un derecho a la «objeción de conciencia›› no se puede desvincular de una visión de conjunto de la realidad que tome en consideración:

  1. La textura ontológica de la realidad, que nos revela la dignidad humana y los deberes y derechos que conforman la Ley natural y que encuentran su fundamento último en lo sagrado.
  2. La realidad histórica de instituciones sociales, políticas y económicas –dominadas por una élite, pero con una legión de seguidores– que niegan dicha dignidad y la sustituyen por una idolatría de la libertad que ha elegido el lucro y el poder como sucedáneos de la trascendencia, ocasionando el empobrecimiento de la mayoría de la humanidad e introduciendo una cultura de muerte basada en el descarte de los débiles.
  3. El carácter totalitario de dichas instituciones, que monopolizan el poder económico, social, político y jurídico y que pretenden dominar también el discurso ético-jurídico desplazando los derechos humanos fundados en la dignidad de la persona por unos derechos humanos basados en la libertad de los poderosos. Utilizan para ello todos los medios a su alcance incluida la manipulación y la corrupción de las instituciones democráticas, incluidos los tribunales de justicia.
  4. La dimensión estratégica y colectiva de las opciones políticas. No basta con lograr no ser sancionados individualmente por conductas contrarias al Derecho natural mediante el reconocimiento de un derecho a la objeción de conciencia si con ello consagramos la sanción de otros conciudadanos que se han visto en la misma tesitura, sólo porque pertenecen a otro sector de actividad que el poder ha considerado «innegociable» para sus objetivos estratégicos. Hacer frente común es una exigencia ética ineludible: la reivindicación mínima ha de ser la admisión por el poder de un derecho de objeción de conciencia amplísimo frente a toda ley contraria a la dignidad de la persona según la tradición judeocristiana y, especialmente, la católica, sin distinción entre unos sectores de actividad y otros (sanidad, educación, migración, etc.).
  5. En ningún caso el reconocimiento legal del derecho a la objeción de conciencia (la exención de sanción para conducta personal de «desobediencia») debe impedir la actividad política contraria a la ley aberrante, la procura de su derogación y la aspiración a su máxima ineficacia compatible con la dignidad de la persona (no violenta) y el bien común. Una actitud «objetora» que se desentienda del quehacer político subsiguiente no puede ser calificada sino de hipócrita.
  6. La «batalla» por el reconocimiento del derecho a la objeción de conciencia en los términos expuestos y la derogación e ineficacia de las leyes inicuas y aberrantes no puede desentenderse sin volverse inane de la corriente profunda que sustenta dichas leyes: el sistema totalitario a cargo de élites político-económicas y de las instituciones que conforman su Imperio y cuya destrucción debe ser nuestra meta.

Profesionales por el Bien Común

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