Un trabajo digno exige combatir la mentira de la «superabundancia de la mano de obra»

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Afirmar que la humanidad tiene demasiados trabajadores equivale a apuntalar una gran mentira. Se supone que la mano de obra no funciona así.

Esto afirma (en cursiva) Ryan Avent* al publicar “La riqueza de los humanos. El trabajo en el Siglo XXI” (Ariel, 2017) donde aborda la principal cuestión económica de nuestro tiempo: ¿está el mundo moderno preparado para afrontar cambios tan disruptivos como los que sacudieron el panorama socioeconómico en el siglo XIX? Avent indaga en el significado del trabajo en el siglo XXI, un mundo completamente distinto al de hace sólo una generación, en donde las relaciones entre el capital y la mano de obra y entre ricos y pobres han cambiado por completo.

Respecto al tema de la carga de trabajo afirma:

«Cuando alguien sugiere que hay demasiadas personas en el mundo para hacer el trabajo que la sociedad necesita, se dice que está bajo la influencia de la falacia de la «carga de trabajo»: la concepción de que la cantidad de trabajo que existe, o la carga, es limitada. Esta concepción deriva en políticas como las diseñadas para reducir la edad de jubilación con el fin de crear más empleo para los jóvenes. Si comulgamos con esta teoría básica, entonces debería preocuparnos, y mucho, el auge de las máquinas»

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Desde la perspectiva del máximo beneficio y mínimo coste se usan las soluciones tecnológicas para presionar el «mercado de trabajo», o sea mercadear con la dignidad humana. Para ello se manipula el concepto de limitar la carga de trabajo, para interés de unos pocos. Eso parece bastante claro, los economistas serios la rechazan…y recoge en su libro el Sr. Avent:

«Los economistas (serios) no creen en el problema de la carga del trabajo, la idea de que haya un número finito de empleos en ninguna economía. Sin embargo, sí que aceptan la grave perturbación que entraña para el obrero individual ser desplazado por las nuevas tecnologías. Esa persona tiene dos opciones: aprender a vivir con un salario inferior o encontrar un modo de adquirir formación más valiosa. Por descontado, la facilidad con la que se realizan tales transiciones depende en gran medida de cuántas personas estén interesadas en efectuarlas de manera simultánea. Es más fácil volver a capacitar a varios centenares de trabajadores que a varios millones. El proceso de contratación lleva su tiempo y, cuando el número de solicitudes por vacante se dispara, los empresarios pueden permitirse ser selectivos. Acabarán apareciendo empresas a las que se les hayan ocurrido nuevos modos de aprovechar esa inmensa reserva de obreros infraempleados como mano de obra barata, una oportunidad para la producción, pero se trata de un proceso que puede llevar su tiempo. Y, entre tanto, la capacidad de aplicar soluciones tecnológicas para realizar tareas que por tradición habían desempeñado los seres humanos no cesa de aumentar»

Se incorporan miles de personas al trabajo de la humanidad pero esto ¿justifica su exclusión? Nos alegra que muchos trabajos duros sean ocupados por máquinas, ¿pero será para generar otros trabajos más humanizantes? El libro plantea problemas de «ajuste», y reconoce los riesgos…

«La mano de obra mundial, que, tal como hemos visto, se incrementó en más de mil millones de obreros en la última generación, sumará cerca de otros mil millones en la siguiente. En paralelo, nuevas tecnologías facilitarán aún más la automatización de las tareas más sencillas en fábricas, almacenes y comercios, tareas que históricamente habían dado empleo a un inmenso porcentaje de la mano de obra mundial. Además, las tecnologías alterarán ámbitos como la educación y la medicina, de manera que unos pocos profesores y médicos podrán desempeñar la función que previamente desempeñaba un gran número de ellos»….

«La economía y la sociedad intentarán ajustarse. Tal ajuste implicará un aumento de las desigualdades, un estancamiento del salario para muchos trabajadores y una conexión cada vez más tenue y desdibujada con el mundo laboral para muchos otros. Es poco probable que los trabajadores acepten estos problemas con los brazos cruzados. Algo tiene que ceder. O bien la sociedad hallará modos de apuntalar el empleo o desarrollar sustitutos para éste, o bien la mano de obra utilizará el sistema político para socavar las fuerzas que perturban su mundo»

Desde PBC seguiremos combatiendo estas falacias, que justifican la degradación del trabajo. El trabajo es un elemento básico de la solidaridad y la dignidad del ser humano. Este es el verdadero desafío en el que nos encontramos. Construyamos desde la verdad.

Alberto Mangas

Profesionales por el Bien Común

*Ryan Avent

Ryan Avent es editor y redactor económico de The Economist. Estudió Economía en la Universidad de Carolina del Norte y posteriormente se desplazó a la prestigiosa London School of Economics para especializarse en Historia Económica. Trabajó como consultor para el Departamento de Trabajo de Estados Unidos y es autor de Gated City.

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