Usuarios de todo, dueños de casi nada

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Vivir de las rentas nunca fue tan cierto como ahora para los poderosos: coches, casas, naves, servicios básicos etc… Todo a un módico interés del 5 al 12% (por encima de la rentabilidad de la compra) por decir una cifra que se ajusta a los beneficios actuales de este tipo de servicios.

 

Los jóvenes de las generaciones actuales trabajan en plataformas en la prestación de servicios por horas en precario, y su provisionalidad se extiende hasta el infinito en su «modus vivendi», también en el uso de los bienes ¡de otros!. Unos viven de las rentas y otros las sufren.

 

Guillermo Rovirosa promotor de militantes cristianos pobres definía el Fenerismo a mediados del siglo XX, como algo propio del sistema capitalista…

 

Rovirosa a este régimen o ‘sistema de arrendamiento’ lo llamaba fenerismo, definiéndolo como aquel sistema en el que una persona tiene los ‘títulos posesorios’ de unos bienes y otra persona tiene el ‘uso’ de aquellos bienes[1]. Nos referimos a todo tipo de bienes, es decir, también al alquiler de las horas de trabajo etc. Esto permite y permitió la interminable acumulación por parte de una minoría.

 

La nueva sociedad del alquiler, de la suscripción y del pago por acceso es ya una forma de vida para millones de personas en todo el mundo, especialmente para los más jóvenes. ¿Ellos muestran menos apego a la propiedad?, son más digitales eso no cabe duda. Pero no hemos de perder la vista que en demasiadas ocasiones es la necesidad —por la precariedad laboral y salarial— quien guía sus decisiones de consumo.

 

El cambio en el consumo tiende, en la última década, al pago por uso en lugar de la propiedad. Es lo que llamamos pasar los productos a servicios.

 

El fenómeno se extiende a más sectores: ropa, oficina, licencias de software, herramientas de bricolaje, muebles y electrodomésticos, piscinas, terrazas, trasteros, luz e incluso zapatillas deportivas. Todo lo que pueda imaginar se puede alquilar o usar mediante una suscripción; y si no es posible hoy, lo será muy pronto.

 

La consultora PwC calculó que la economía mal llamada colaborativa (en realidad de plataformas) alcanzaría un negocio mundial cercano a los 570.000 millones de dólares en 2025.

 

La vieja economía contra la nueva. Una nueva economía que no se está analizando de manera estratégica por parte de gobiernos, instituciones económicas o entidades reguladoras. Y, como siempre, las medidas reguladoras, llegarán tarde o nunca.

 

Vivienda y coche, un gran negocio bajo especie de bien, pero…

 

Este proceso se está dando en las grandes ciudades donde se concentra las posibilidades de empleo, y donde se intensifica la migración proveniente de las distintas provincias españolas con menos oportunidades.

 

Sin embargo, el grado de provisionalidad que exige la movilidad laboral, la precariedad en los salarios, la volatilidad de los ingresos y la situación de los “nuevos autónomos”, no permite pensar que la nueva economía generará expectativas de ahorro y estabilidad familiar.

 

Ida Auken, política danesa y miembro del Parlamento del Partido Liberal Social llegó a afirmar de forma fantasiosa, en un discurso pronunciado en el Foro Económico Mundial en 2016, “Bienvenido a 2030. No tengo nada. No tengo auto. No soy dueño de una casa. No tengo electrodomésticos ni ropa…”.

 

Incluso hay algunos qué desde un positivismo ambientalista, afirman las bondades de esta economía argumentando un menor uso de bienes potencialmente contaminantes.

 

Ante todo esto, hemos de explorar las motivaciones reales para el uso de estos servicios, si en realidad se intenta hacer de la necesidad virtud, presentando como positivo la única vía de salir adelante de muchos jóvenes, que viven en medio de la inestabilidad y la precariedad permanente. Por ejemplo, según estudio de FOTOCASA solo un 22% de los jóvenes aseguran que la compra de vivienda no entra en sus planes. Sin embargo, se usan eufemismos cómo más libertad, más flexibilidad o más movilidad.

 

Del alquiler de vivienda casi los datos lo dicen todo. La subida de los precios de alquiler en ciudades como Madrid o Barcelona han llegado a hacer más económico las cuotas de la hipoteca (para quién tenga un buen empleo y dinero para una entrada) que los pagos de un alquiler, haciendo que muchos jóvenes vuelvan a casa de forma temporal aunque tengan empleo, empleo basura claro. Solo en Madrid subió el alquiler de vivienda de los 10 euros a los 15 euros por metro cuadrado entre 2014 y 2019.

 

¿Se produce un ahorro considerable? No parece. Un 43% de los hogares españoles consigue ahorrar parte de los ingresos frente a un 57% que no consigue ahorrar. Esta es una de las conclusiones de la segunda encuesta del BBVA sobre hábitos de ahorro. Un 22% ahorra entre cero y 100 euros, un 20% entre 100 y 200 euros, un 19% entre 200 y 400 euros, y un 17% más de 400 euros, siempre refiriéndonos a cuantías mensuales. El único ahorro que se está produciendo durante este curso responde al miedo a una nueva fase económica de destrucción de empleo y deterioro.

 

Otros afirman que en la sociedad del conocimiento la propiedad son nuestros saberes, nuestra capacidad de aportar valor a lo que hacemos en nuestro trabajo, en una ciudad o en otra, en una habitación o en un piso compartido. Pero una vez más hemos de señalar que este fenómeno se da en una sociedad hiper individualista e individualizada, donde lo institucional pesa mucho más que nuestro propio voluntarismo aislado e impotente en este magma de plataformas.

 

Otro aspecto importante de esta nueva forma de consumo y uso de bienes, no menos importante, es que cedemos otra “propiedad”: Nuestros datos.  No es baladí, que millones de nuestros datos se comercialicen cada segundo, en las distintas agencias de marketing comercial y político.

 

Es necesario un cambio de paradigma de producción y consumo, donde el compartir los bienes, los servicios y donde la propiedad de cada uno, sirvan al Bien Común de toda la comunidad, sin que unos pocos sean los beneficiados y muchos los perjudicados.

Pero, por favor, no vistamos el mono de seda, que mono se queda.

 

Alberto Mangas, Profesionales por el Bien Común

 

[1] Y otras personas tienen que alquilar su uso  porque no tienen capacidad para poseerlos.

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