La sociedad “fastforward” y la “generación ya”
No tenemos tiempo para lo importante, pero hemos inundado de contenidos audiovisuales cada rincón de nuestras vidas, precisamente cuando tenemos múltiples herramientas para gestionarlo. Empaquetamos contenidos digitales audiovisuales, unos tras otros en nuestros dispositivos como píldoras adictivas de la cibercultura actual, mientras las tareas importantes…quedan en cola.
Vivimos en la sociedad de la inmediatez, subidos a la nave turbo-tecnológica que transforma a cada momento nuestra forma de ser y de estar, que modifica nuestro cerebro, dentro de los enormes márgenes de su plasticidad.
- Aceleración de contenidos
Aceleramos el visionado de un vídeo de Youtube, de Ivoox o Itunes, incluso con la aplicación de Overcast y con el Smart Speed como principal herramienta para las distintas plataformas audiovisuales. Un ritmo trepidante y vertiginoso impuesto en la sociedad multitarea, envuelve las mentes en una nebulosa de sensaciones con una mínima concentración en los contenidos… Unos aceleran a 1.5 otros incluso a 2 o 2.5, como hacemos (o nos hacen) en un largo audio de un WhatsApp de la generación Boomer.
Ya no somos capaces de detenernos en el visionado de una obra de arte, en los detalles de una construcción de un edificio antiguo, o en la fotografía de un gran film. La reducción de espacios de silencio no permite una mínima reflexión en la digestión del contenido, de la frase anterior… La pausa y el tono, el lenguaje no verbal quedan enterrados bajo la nueva dictadura de la velocidad. El microprocesador procesa, pero nosotros no.
Pero además existe otra cadena, que atenaza sobre todo en las nuevas generaciones: el miedo a perderse “algo”. Con la popularización de las tecnologías de la información, y especialmente de las redes sociales, el medio digital se ha constituido como un nuevo espacio de interacción.
Este nuevo trastorno se caracteriza por el temor a un miedo social que siempre ha existido
- El síndrome FOMO, fear of missing out, hace su aparición.
Este nuevo trastorno se caracteriza por el temor a un miedo social que siempre ha existido: la exclusión. Se trata de esa sensación amarga de sentir que nos estamos perdiendo algo de lo que otros están disfrutando. Este sentimiento comienza como una simple percepción, que crece y nos mortifica, hasta el punto de necesitar mantenernos siempre conectados para que nada se nos pase por alto.
El scroll en redes sociales se ha convertido en algo compulsivo, de tal forma que redes como Tik-Tok se transforman en auténticas ráfagas de narcisismo desbocado a la espera de un like.
- Atracones de series.
Fenómenos como visionado de series de “un tirón” después de su estreno ha crecido de forma exponencial. Es el fenómeno denominado binge racing, en el que plataformas como Netflix reconocen haber pasado 200.000 en 2016 a 8,4 millones en 2020, ¡no hay omeprazol que nos proteja de tal empacho!
- Generación “ya”
Los jóvenes de la generación ya no tienen tolerancia a la espera, sienten el peso de la inmediatez, y la necesidad de vivir el “salseo” de determinado espacio en Twich. Pero no son sólo ellos.
En la era de la inmediatez, si bien tenemos el mundo a un clic de distancia, hemos perdido la paciencia por el camino: queremos tenerlo todo en cuestión de minutos. ¿Por qué? La psicología arroja algo de luz sobre este fenómeno, encontrando una relación directa entre la salud mental de la población y la génesis de una impaciencia colectiva.
No se trata de un rasgo inherente a la generación millennial o de la Z, como (en muchas ocasiones, despectivamente) se afirma, sino un hábito aprendido de la era de la inmediatez. Lo que sucede es que es más fácil adquirirlo cuando nos hemos habituado a vivir con urgencia, una tendencia más instaurada en quienes han crecido en este modelo social. Sin embargo, son muchas las personas de edades avanzadas que también se han acostumbrado a tenerlo todo aquí y ahora desarrollando una impaciencia tan potente como la de un niño de siete años que tiene una rabieta porque quiere que le den la tablet.
Según expertos, algunos factores que aumentan la tolerancia a la demora son el desarrollo cognitivo –el cual abarca la atención, las habilidades perceptivas, la resolución de problemas complejos, la memoria o el lenguaje–, la madurez social –la capacidad de desenvolvernos en situaciones sociales–, la motivación de logro –el impulso que nos hace esforzarnos solo por sentirnos orgullosos de nuestro rendimiento, al margen de cualquier recompensa externa– y la disponibilidad de actividades distractoras –o, en otras palabras, poder alejar la mente de ese premio inmediato–.
En el lado opuesto, encontraron tres condiciones que deterioran la tolerancia a la demora: el estado de ánimo triste, las bajas expectativas de obtener el refuerzo demorado y que el refuerzo inmediato sea visible.
De sus hallazgos podemos extrapolar varias conclusiones, pero quizá la más importante es la relación entre la salud mental de la población española actual y la génesis de una impaciencia colectiva. Aunque nos hemos acostumbrado a la precariedad, es innegable que el impacto de la pandemia y de la crisis económica ha hecho mella en nuestro estado de ánimo: nos encontramos más tristes y la incertidumbre sobre el futuro de la economía minimiza nuestra esperanza.
El uso de las tecnologías tiene su impacto en la salud de la población. ¿Se puede hacer algo? Creemos que si.
Grupo de Tecnología de PBC