La colonización digital de hogar

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Una nueva conquista del biopoder neocapitalista para destruir el matrimonio y la familia

por Carlos Llarandi Arroyo. Grupo Sanidad y Biopolítica de Profesionales por el Bien Común

TODO

 Un padre de familia comenta que acaba de adquirir un asistente cognitivo doméstico de una conocida corporación tecnológica al que puede acceder desde cualquier parte de su hogar. Se llama Noa. Su hijo está encantado. Hablan con él, con ella o ello. Noa conversa con todos y sobre todos los temas; el tiempo que va a hacer mañana; dónde comprar tal producto; dónde está papa o mamá y si van a tardar en llegar. Por supuesto Noa le ayuda con los deberes y también juega con él mucho tiempo y le hace compañía, incluso puede avisar a papá y a mamá de cualquier incidencia. Desde que Noa está en casa todo es más fácil y más divertido. Noa está conectado con todo o mejor dicho Noa está en todo: las ventanas, las luces, la temperatura, el agua, la nevera, la cafetera, los colchones, la seguridad, la aspiradora autónoma, el coche, el reloj, el móvil… Noa ayuda con todo. Compra entradas, solicita citas médicas, pide comida, hace la compra que traen a casa, avisa del pago de todos los recibos e impuestos. Sugiere actividades, series, recetas, nuevas amistades… Noa sabe de deseos, sentimientos y emociones. Noa es atent@, educad@, amable…anima cuando están tristes. Reconoce a cada miembro de la casa y le trata adecuadamente, como se merece.

Antes, todo eso era muy caro y solo los más privilegiados tenían acceso a tales tecnologías. Ahora, no. La tecnología se ha socializado; se ha democratizado. Las nuevas tecnologías han acabado con el anonimato, la disciplina y la indiferencia del capitalismo industrial. Este nuevo sistema es mucho más humano. Nos reconoce tal y como somos, mejor dicho, tal y como deseamos ser. Toda nuestra vida ha cambiado. Podemos conectar con nuestros seres queridos y lejanos. Podemos conectar con antiguos compañeros. Tenemos acceso a un montón de información y servicios. Podemos trabajar desde casa, hacer una consulta médica, recibir una clase particular de cualquier materia o un curso de lo que sea. Hay aplicaciones para casi todo y casi gratis.

En casa todo ha sido monitorizado. La aspiradora autónoma tiene todo y a todos perfectamente localizados ha hecho un plano detallado de la casa y lo ha enviado a la empresa de aspiradoras que a su vez lo ha vendido a un bróker de datos que a su vez lo venderá al mejor postor para cualquier cosa: publicidad dirigida, seguridad habitacional, etc. La nevera ha registrado todos los consumos, las cantidades y las horas de los mismos. Ha encargado la compra incluso sugiere alimentos sanos y sostenibles alternativos. El sistema de aguas sabe de nuestra higiene interna y externa. El aparato de televisión es ubicuo, está en todas partes; cocina, habitaciones, servicios… se puede visualizar todo: series, programas, personas, gestos, emociones, sentimientos… Los colchones de última generación (y toda la tecnología llevable) están recogiendo todas las constantes biométricas para que la salud de la familia sea óptima y avisa de posibles anomalías. Es cierto que también registra “todas” las actividades que se realizan sobre el colchón. La compañía de seguros (vida, coche, casa, salud) recibe todos los datos y actualiza las pólizas en tiempo real para que los costes sean adecuados y personalizados. Las conversaciones ya no son privadas. Noa está atenta (ya lo estaban los antiguos teléfonos inteligentes) Se activa automáticamente ante cualquier palabra que sugiera una necesidad y transfiere la información a la compañía que tenga los derechos sobre los datos conversacionales.

Todo hay que transmitirlo en tiempo real. Es un “pequeño precio” que hay que pagar para disponer plenamente de las funciones y servicios de los aparatos y dispositivos domésticos que nos hacen la vida más fácil y que sobre todo nos tratan como “merecemos”.

EL HOGAR

 El ser humano necesita un hogar donde sentirse seguro, acogido y amado simplemente por lo que es. Cuando una persona carece de un hogar adecuado, su personalidad se resiente profundamente. Por ejemplo, las enfermedades mentales que desarrollan las personas sin hogar tienen mucho que ver con la soledad y con carecer de espacio propio, un techo, donde su dignidad sea reconocida. Los niños, víctimas del divorcio de sus padres, desarrollan una personalidad muy debilitada, desconfiada precisamente por la falta de un hogar donde fraguar sus vínculos y relaciones más profundas. El miedo a una nueva ruptura es una espada de Damocles en la vida de estos niños.

La vida en el hogar marca decisivamente la vida de las personas, ya sea para bien o para mal. Un hogar cerrado, egoísta, indiferente, no hospitalario configura personalidades egoístas, indiferentes, no hospitalarias. Un hogar abierto, generoso con los demás, sensible a los problemas sociales forma personalidades abiertas y solidarias. Un hogar desestructurado (por las razones que sea) va formar, en general, personalidades desestructuradas, debilitadas, desconfiadas, heridas.

Gaston Bacheller1, trabajador de correos, físico y filósofo (catedrático de esta última disciplina en la Sorbona) desarrolló el concepto de topoanálisis (La poética del espacio) como el estudio de cómo nuestras relaciones más profundas con nuestro yo interior y con el mundo exterior se van formando a partir de nuestra experiencia del espacio y, en concreto, de aquel espacio al que llamamos hogar:

La casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa nos permite soñar en paz. […] La casa es uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre. […] Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser «lanzado al mundo» […], el hombre es depositado en la cuna de la casa. […] La vida empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo de una casa.

El hogar es nuestra escuela de intimidad, allí donde aprendemos primero a ser humanos. Sus rincones y huecos ocultan la dulzura de la soledad; sus habitaciones enmarcan nuestra experiencia de la relación. El refugio, la estabilidad y la seguridad que proporciona conspiran para concentrar nuestra exclusiva conciencia interna del yo, una identidad que impregna nuestros sueños (despiertos o dormidos) ya para siempre. Aquello que en ella (la casa) guarda (o nos sirve para guardar) cosas —los armarios, las cómodas, los cajones, las cerraduras y las llaves— satisface nuestra necesidad de misterio e independencia. Las puertas —cerradas con llave o sin ella, entrecerradas o abiertas— activan nuestro sentido del asombro, de la protección, de la posibilidad y de la aventura.

Bachelard sondea no solo la imaginería de la casa humana, sino también la de los nidos y las conchas, aquellas «imágenes primeras» de un hogar que evocan el «primitivismo» absoluto de la necesidad de un refugio seguro: «[E]l bienestar nos devuelve al primitivismo del refugio. Físicamente, el ser que recibe la sensación de refugio se estrecha contra sí mismo, se retira, se acurruca, se oculta, se esconde. […] Al ser humano le gusta “retirarse a su rincón” […], le da placer físico hacerlo».

Bachelard descubre que el refugio del hogar es nuestro modo original de vivir en el espacio, pues da forma no solo al contrapunto existencial de lo que significa estar en casa y fuera, sino también a muchas de las formas más fundamentales que tenemos de dar sentido a la experiencia: casa y universo, refugio y mundo, dentro y fuera, concreto y abstracto, ser y no ser, esto y aquello, aquí y allá, estrecho y extenso, profundidad e inmensidad, privado y público, íntimo y distante, yo y otro.

 

FAMILIA, MATRIMONIO Y HOGAR

 El capitalismo promueve una antropología individualista salvaje como modelo de ser humano. De esta forma garantiza una mejor, intensa y extensa, dominación-explotación. Por ello, el capitalismo, tanto en su versión liberal como en su versión comunista (Laborem exercens. Juan Pablo II), ha sido quien más ha hecho por la destrucción o degradación del matrimonio y la familia (El manantial y la ciénaga. Chesterton). El matrimonio y la familia, si no aceptan ser la cooperativa de egoísmos (G. Rovirosa) que pretende el capitalismo, son la estructura o institución humana que mejor puede enseñar que es el amor, la generosidad, la fidelidad, el sacrificio desinteresado, la solidaridad, la acogida amorosa de la vida… Pero un matrimonio y una familia necesitan un padre-esposo, una madre-esposa y un hogar. Un hogar, afectuoso, acogedor, hospitalario, escuela de vida, amor y solidaridad que proteja sobre todo de las injerencias del poder económico y político que siempre va a querer conquistar la conciencia de las nuevas vidas que llegan al mundo, vidas que, por solo hecho de ser vividas, son espacios que el poder necesita conquistar para su perpetuación.

Por ello, el capitalismo siempre se plantea la colonización, la corrupción o la destrucción del hogar. Dentro de su lógica individualista, competitiva, utilitarista y totalitaria, un hogar auténticamente humano fundado en el amor y abierto a la vida es una fuente permanente de enemigos potenciales. Las armas con las que el capitalismo -desde sus orígenes- ataca al matrimonio, a la familia y al hogar son múltiples. En primer lugar, el hambre, la miseria, la explotación del trabajo de los cónyuges y de los niños. Desde el siglo XVIII hasta el presente la primera arma del capitalismo contra la familia ha sido el empobrecimiento, la dictadura del capital sobre el trabajo. Este empobrecimiento en la mayoría de los casos produce violencia intrafamiliar de todo tipo, alcoholismo, abandono, impide la educación adecuada de los hijos, etc. Actualmente la precariedad laboral y el desempleo que soporta la inmensa mayoría de la población, especialmente la juventud, tienen el objetivo de impedir la formación de matrimonios y familias con hogares propios y estables, y con ello desestructurar psicológica, física y masivamente a la población haciéndola dependiente del poder mediante adicciones, tratamientos, subsidios y ayudas. Una segunda forma de agresión es inculcar la cultura y la moral capitalista (el materialismo, el individualismo, el hedonismo, el utilitarismo) en el interior de la familia intentando corromper los vínculos y las relaciones entre cónyuges, entre padres e hijos, entre hermanos, convirtiendo la familia en una cooperativa de egoísmos cerrada sobre sí misma, obsesionada por el consumismo y la buena vida. Una tercera forma de agresión es la desnaturalización del propio matrimonio y de la familia promoviendo y legalizando uniones civiles de todo tipo y equiparándolas al matrimonio con el único afán de destruir los auténticos vínculos fundantes y fundamentales que conforman a las personas: paternidad y maternidad; filiación y fraternidad; amistad y solidaridad. Una cuarta forma de corromper y destruir el matrimonio y la familia es mediante el caballo de Troya de la tecnología, penetrando en los hogares. Esa es una de las estrategias fundamentales del capitalismo digital actual y que se suma a las anteriores.

 

LA VIOLACIÓN DEL HOGAR. EL CABALLO DE TROYA DE LA TECNOLOGÍA

 Existe el mito de que la tecnología es neutral y que es el uso el que hace que la tecnología sea buena o mala. Sin embargo, la historia, la ciencia, la política y la economía demuestran otra cosa. Desde que el ser humano es ser humano y por tanto hacedor de cultura, la tecnología ha estado íntimamente unida al poder económico-político. Es cierto, que en un segundo momento la sociedad se ha podido beneficiar de subproductos tecnológicos derivados de aplicaciones tecnológicas primarias cuyo objetivo original no era el bien común de la sociedad. En el caso de la tecnología digital, prácticamente podemos afirmar que este segundo momento no ha existido. La revolución tecnológica ha sido una revolución capitalista desde su origen, por tanto, orientada intrínsecamente al afán de ganancia y al poder. Los subproductos digitales que han ido invadiendo la sociedad se han ido incorporando de tal forma que, con apariencia de mejorar la vida de las personas, han desarrollado e implementado nuevos métodos de explotación y dominio. La denominación “capitalismo o economía de la vigilancia” es el estadio actual de un capitalismo digital que pretende la digitalización total de la realidad, especialmente de los seres humanos con fines de dominación y explotación económica. Cuerpos, mentes, relaciones, experiencias, sentimientos, deseos, decisiones, están siendo monitoreadas en tiempo real, a escala planetaria y de forma muchas veces imperceptible por las grandes corporaciones tecnológicas para obtener un control total del comportamiento humano tanto individual como social. Este control no exige ninguna identificación ideológica con el poder (indiferencia radical). Solo exige que entregues toda tu vida, la que sea, en forma de datos. El presente, el pasado y el potencial futuro estarán en manos de un poder omnímodo como nunca ha conocido la humanidad.

El hogar, el refugio del matrimonio y de la familia, donde la promoción humana debe ser protegida de las injerencias del poder, exige ser derribado por este nuevo sistema de vigilancia total. Esta injerencia en el hogar no es nueva. Ya entró la televisión al salón de casa transformando el espacio y el tiempo de la familia. La familia no conversa, no dialoga. Solo mira pasivamente. Luego la televisión entró en la cocina y en las habitaciones de los padres, de los hijos aislando más a las personas. Luego vino el video, el videojuego, las consolas que son las que se están educando a los niños y jóvenes más que la escuela y sus propios padres. Después vinieron los ordenadores, tabletas, móviles, las series y las plataformas digitales…Y con ello vinieron las adicciones de todo tipo, fundamentalmente a la pornografía, al juego y a la violencia. Y todo eso ahora se ha integrado en una arquitectura digital ubicua que ha colonizado todos los rincones de la casa recogiendo información rendida y entregada por los propios habitantes del hogar para su propia colonización. Hasta las relaciones sexuales, paradigma de la intimidad del hogar, están siendo monitoreadas por relojes, móviles y colchones de última generación.

El hogar, el símbolo de la acogida y de la hospitalidad de la familia, el símbolo de la intimidad más auténticamente humana, ha sido trágicamente sometido por el capitalismo digital y convertido en un zoológico donde una manada de sacerdotes tecnológicos de este nuevo sistema observan, planifican y modulan todos los comportamientos individuales y sociales mientras nos lanzan unos cacahuetes en forma de ciertos beneficios digitales como compensación por la violación salvaje, permanente, sistemática y anónima de lo más sagrado de nuestra vida. Podemos afirmar trágicamente que actualmente vivimos en una auténtica colmena digital.

 

DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA DESTRUCCIÓN DEL HOGAR FAMILIAR

 El neocapitalismo digital integra todos los principios del capitalismo clásico y sobre ellos se está actualmente configurando como un nuevo totalitarismo que pretende la transformación de la naturaleza humana. Este nuevo totalitarismo no ha terminado de desarrollarse y veremos sin duda nuevas y más profundas agresiones a la integridad y dignidad de la vida humana. En lo que toca a la destrucción-corrupción del hogar familiar, este totalitarismo pretende derrumbar uno de los baluartes políticos históricamente más humanos como es el principio de asilo y refugio. Desde la antigüedad, en todas las culturas, había espacios protegidos del poder, espacios de asilo: una ciudad, una comunidad, un templo. En la época de los griegos los lugares de asilo eran espacios sagrados repartidos por toda Grecia. La palabra griega asylon significaba inexpoliable. Hasta el siglo XVII el derecho de asilo pervivió en muchos lugares de Europa unido a los lugares santos, las iglesias y los monasterios. Con el estado de derecho y la evolución social correspondiente, el derecho de asilo entró en declive. En la edad contemporánea, ese carácter sagrado, inviolable y venerado reemergió en forma de protecciones constitucionales y declaraciones de derechos inalienables. En el derecho común anglosajón, el hogar era inexpoliable, como un santuario libre de intrusiones arbitrarias. En 2016 un estudioso de la Cuarta Enmienda constitucional estadounidense (la que circunscribe la relación entre los ciudadanos y el estado), Andrew Guthiere afirmó que, si miles de sensores rebosantes de datos personales quedan fuera de la protección de la Cuarta Enmienda, existirá una red de vigilancia a gran escala sin límites constitucionales. Es decir, es la configuración de todo un estado mercantil totalitario donde nada queda protegido de su poder.

¿VAMOS A QUEDARNOS QUIETOS?

Es una evidencia a está alturas del desarrollo del llamado capitalismo de la vigilancia que el hogar, espacio fundamental para la promoción de una vida humana auténtica, ha sido conquistado y violado por las grandes corporaciones tecnológicas, los nuevos amos del mundo. Su objetivo, como ya hemos dicho, es la destrucción del matrimonio y la familia como instituciones fundamentales en la configuración de personas libres y responsables. El hogar como sagrario de la vida y como escuela de solidaridad debe ser reconquistado frente a las injerencias del poder.

1 Cf. ZUBOFF, SHOSHANA. La era del capitalismo de la vigilancia. Paidos. Planeta. Barcelona 2020. P.632 y ss.

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