NUEVO BIOPODER TOTALITARIO DEL CAPITALISMO DIGITAL (Parte 3)

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Grupo de Biopolítica de Profesionales por el Bien Común

Rendición-conversión: de experiencias a datos.

Es un proceso que engloba las prácticas operacionales concretas mediante las que se lleva a cabo la desposesión. Es decir, mediante las que se reclama la experiencia humana como materia prima para proceder a su datificación y a todo lo que esta datificación permite.

Por un lado, estas tecnologías están diseñadas para convertir nuestra experiencia en datos, pero por otro lado cada vez que interactuamos con una interfaz digital entregamos o rendimos nuestra experiencia, es decir, hacemos que quede disponible para su datificación. No puede haber capitalismo de la vigilancia sin rendición-conversión. Un ejemplo especialmente relevante de todo esto es cómo se están digitalizando los hogares que se hace, no solamente con tecnología sino también inspirando confianza que es más importante. Sin olvidar el chantaje que supone que si no te registras voluntariamente en la aplicación correspondiente no vas a poder disfrutar de una funcionalidad completa del aparato ni tampoco vas a tener una seguridad de tus datos. Colchones, cafeteras, aspiradoras, espejos de baño todo va a estar conectado. Los contratos de utilización de todos estos dispositivos van a ser unos contratos terribles, farragosos. Nadie va a leerse realmente las condiciones de uso y simplemente se van a aceptar. Lo que supone toda una coacción. Realmente van a ser unos anti-contratos. Los datos registrados podrán ser comercializados con terceros perdiendo toda capacidad de control. Los usuarios van a acceder a firmar estos contratos de uso a cambio de la utilización del instrumento, pero a un precio demasiado alto: la entrega de toda su experiencia de vida. Las funciones más simples que puedan realizar estos productos estarán ahora irremediablemente vinculadas a un entramado de software, servicios y redes. Mi realidad, mi hogar, mi vida y mi cuerpo van a estar permanentemente jaqueados. Actualmente, nuestros hogares están en el punto de mira del capitalismo de la vigilancia. La domótica es un mercado de miles de millones de dólares. Nos vemos obligados adquirir, por tanto, a financiar, un montón de productos, de instrumentos y de dispositivos sobre los que no tenemos conocimiento ni control alguno. Cualquier aparato doméstico desde un ordenador a un juguete se está convirtiendo en un espía doméstico. Incluso se está desarrollando piel inteligente que tendrá evidentes ventajas para la salud pero que tendrá una capacidad de espionaje brutal al ser prácticamente ubicua y ultra desapercibida. Se desarrolla una red como medio para lograr la rendición-conversión de toda experiencia humana. En este sentido las grandes empresas tecnológicas intentan bajo cualquier medio eliminar toda fricción que ponga en peligro el suministro de experiencia humana convertible en datos. No hay consentimiento informado y no hay exclusión voluntaria, solo hay rendición. La economía de alcance tendrá dos dimensiones. Por un lado, la extensión y por otro lado la profundidad, es decir, nuestra personalidad, nuestras emociones, nuestras endorfinas, para abarcar toda la realidad.

La rendición-conversión de nuestro cuerpo empieza sencillamente por nuestro teléfono que permite saber nuestra ubicación en todo momento ya sea porque tenemos conectada la ubicación o porque el teléfono directamente nunca se desconecta, aunque nosotros creamos que sí. El teléfono en primer lugar y antes que nada es un dispositivo de rastreo para la vigilancia corporativa. Por otro lado, la ciencia de la re-identificación ha demostrado su capacidad para, con solo tres datos que pueden encontrar sin problemas en los registros públicos, des-anonimizar los metadatos con alarmante facilidad.

Otro conjunto de datos muy potentes son los de las tecnologías ponibles (wearables) que se obtienen de monitoreo biométrico. Esta tecnología debe pasar desapercibida, ser continua, ubicua y barata para que procure economías de alcance. En el futuro esta tecnología estará habilitada para capturar una amplia gama de datos relacionados con la actividad contextual del usuario, su salud y su estado emocional. El campo de salud es un campo de pruebas muy potente ya que todo el mundo ve sus enormes ventajas y sin embargo tiene muy pocas restricciones sobre privacidad. Las aplicaciones asociadas a las pulseras de salud son un agujero negro de extracción de datos y de robo de información de nuestros móviles.

La rendición-conversión desde las profundidades.

El capitalismo de la vigilancia quiere conquistar tu vida interior. Una nueva frontera. Para esta conquista se utiliza el estandarte de la personalización (y customización). Las personas de la 2ª modernidad están ansiosas de personalización (agobiadas masas renqueantes bajo el peso de la precariedad, la indiferencia del capital y el vaciado de las instituciones públicas) y eso las rinde sin apenas resistencia porque se ven compensadas por los “servicios digitales”. Que los lujos de una generación o clase se conviertan en las necesidades de la siguiente ha sido un ingrediente fundamental de la evolución del capitalismo en los pasados 500 años. Con los productos tecnológicos ha pasado exactamente eso. El asistente cognitivo digital, por ejemplo, es un caballo de Troya que rastrea nuestras vidas y se va “adaptando” a ellas mediante la mística de la personalización y mientras expolia toda nuestra experiencia vital y modula nuestra conducta. La voz, la conversación, será el coloso de los conductos transportadores del excedente conductual con un potencial mercantil brutal. Qué decimos y cómo lo decimos proporcionan mucha información, de ahí la importancia de la tecnología del reconocimiento de voz. Cuanta más información le demos mejor va a funcionar. Un precio muy alto. Los televisores inteligentes también están diseñados para el reconocimiento de voz y su ubicación también les hace especialmente interesantes para la extracción de datos, voluntaria o involuntaria. Muchos objetos están siendo convertidos en espías domésticos. Los juguetes para los niños, altavoces, el salpicadero del coche, etc.

La rendición-conversión del YO.

Como hemos señalado la personalización es el eufemismo del espionaje más profundo. Después del rastreo de la vida viene el rastreo de la personalidad del usuario y en esto jugó un papel especialmente relevante el descubrimiento de los metadatos, de enorme potencial predictivo de la personalidad. Los metadatos no dependen tanto del contenido como de la forma y complejidad de este. La ampliación comercial de los perfiles de personalidad fue inmediata y explosiva. Los perfiles se iban perfeccionando tanto en cantidad como en profundidad (intimidad). Se segmentó cada individuo de la población en diferentes tipologías. Lo peor de todo es que estamos normalizando este dominio, pero la microfocalización conductual se emplea tanto con fines comerciales como con fines políticos (Brexit).

Finalmente, viene como consecuencia lógica el intento de monitorizar sentimientos y emociones. Cuanto más difícil es lo que se quiere monitorizar más cantidad de datos se necesitan para entrenar a los algoritmos. El conocimiento de la dimensión afectiva y emocional supone tocar el fondo de la personalidad del usuario. En este proceso, la monitorización de comportamientos no verbales e inconscientes es muy rentable. Nos situamos en la frontera más avanzada de la “inteligencia artificial” (computación afectiva, ordenadores emocionales). Lo más íntimo de cada persona podría ser rendido, capturado, robado, convertido, manipulado y vendido para ser moldeado. Es necesario un escaneo emocional ubicuo. Es posible la conquista de la felicidad. Todas las fronteras interiores deben ser barridas. Nuestro santuario más íntimo está siendo profanado. Solo les quedad la verdad de mi ser.

Moldear la conducta. La economía de acción.

El nuevo biopoder es la acción. Los sensores pueden ser accionadores. Es la intervención, el accionamiento y el control ubicuos. El verdadero poder estriba en que se pueden modificar las acciones del mundo real en tiempo real. Es lo que los ingenieros llaman accionamiento. Esta fase representa la culminación de la implantación de los nuevos medios de modificación conductual. Hay tres enfoques claves en la economía de acción: afinar, arrear, condicionar. La afinación se puede provocar de diferentes formas. Con el término arquitectura de la elección se refieren los ingenieros conductistas a cómo las situaciones son ya estructuradas para canalizar la atención e influir en la acción. El arreó es un segundo enfoque que se basa en el control de ciertos elementos claves del contexto inmediato de una persona. Son técnicas mucho más intrusivas y menos subliminales que el afinamiento. Y por último el condicionamiento que es un enfoque mucho más conductista si cabe. Se trata de reforzar aquellas acciones u operantes concretos que interesen. Condicionar a gran escala es esencial para la nueva ciencia de la conducta humana diseñada en masa, afirmaba un científico del comportamiento del Silicón Valley. Los grandísimos beneficios económicos de la ciencia del comportamiento están impulsando la acumulación continua de cada vez más formas predictivas de excedente conductual. La fuente más predictiva de todas es aquella conducta que ya ha sido modificada para orientarse hacia unos determinados resultados garantizados. Es lo que se denomina conocimiento causal. Esto supone una violación brutal del derecho de autodeterminación personal que están llevando a cabo las grandes empresas tecnológicas sin conocimiento de los usuarios. Millones de personas bailando sin saberlo al son de las grandes empresas tecnológicas y financieras. Los beneficios económicos y políticos son ingentes. Todos los usuarios de la red digital son objeto en algún momento de algún experimento conductual que mida su maleabilidad. Una de las claves fundamentales es la inducción de empatía social ya que se considera esencial para el establecimiento de vínculos sociales y para el apego emocional pero que puede desencadenar también una angustia vicaria por las víctimas o por el sufrimiento auténtico de otras personas. Pequeños efectos sobre poblaciones muy grandes pueden tener repercusiones significativas.

Las grandes empresas tecnológicas no quieren ningún tipo de regulación de todas estas prácticas y por eso apuestan por la autorregulación que se significa impunidad. Se busca la habituación en el sentir general con estas prácticas y que se acepte la modificación conductual desde el secreto más oscuro. Hay un ataque directo a la conciencia. Nos convertimos en unos exiliados de nuestra propia conducta. (experiencia de Pokémon go).  Estas prácticas lúdicas han demostrado su eficacia a la hora de alterar el comportamiento de la gente. Y son las preferidas para modificar comportamientos. El juego había demostrado que se podían conseguir economías de acción a escala global y, al mismo tiempo, dirigir las acciones de los individuos hacia oportunidades precisas de sus mercados locales. El crecimiento de los juegos online virtuales y reales es exponencial y se es consciente del control que ejercen, sin embargo, esto no disminuye la dependencia de la sociedad.

El derecho al tiempo futuro.

La filósofa Hannah Arendt dedicó todo un tomo de una obra a examinar la voluntad como el órgano del futuro en el mismo sentido en que la memoria es nuestro órgano mental del pasado. La característica principal del futuro es su incertidumbre fundamental. El futuro siempre son proyectos que están por ser. La voluntad es el órgano con el que hacemos que nuestros futuros existan. La metáfora de Hanna Arendt sobre la voluntad entendida como el órgano mental de nuestro futuro sugiere que hay algo incrustado en nosotros: orgánico, intrínseco, inalienable que es proyectivo y decisorio. Los filósofos morales lo han llamado libre albedrío porque es el contrapunto humano al miedo a la incertidumbre que ahoga a la acción original. La libertad humana no puede reducirse a postulados conductistas que interpretan la vida como algo necesariamente accidental y aleatorio, moldeado por estímulos externos que están más allá de mi conocimiento o influencia.

La afirmación del libre albedrío es también una afirmación del derecho al tiempo futuro como condición de una vida plenamente humana. El derecho al tiempo futuro corre el peligro de desaparecer en manos de una arquitectura digital paninvasiva de modificación conductual manejada por el capital de la vigilancia. La erradicación de la incertidumbre es objeto de exaltación pues se considera una victoria sobre la naturaleza humana. Se está generando una docilidad perpetua. Sin embargo, no hay que confundir la incertidumbre con el caos. Y quieren hacernos creer que la incertidumbre natural significa necesariamente caos. En el mundo real del esfuerzo y del empeño humanos, no existen ni la información ni la racionalidad perfectas. La vida hace que nos inclinemos por actuar y por asumir compromisos aun cuando el futuro sea desconocido.

Dos especies de poder. Totalitarismo e instrumentarismo.

Estamos intentando conocer la naturaleza del nuevo biopoder del capitalismo digital el cual pretende desarrollar una capacidad de certeza total.  No puede haber resultados garantizados comerciales o políticos sin un poder capaz de garantizarlos. A este poder se le ha llamado instrumentarismo porque se basa en la instrumentalización, predicción, monetización y control. No es el mismo poder que caracterizó al totalitarismo clásico, pero también es totalitario. El totalitarismo clásico estaba empeñado en reconstruir la especie humana por medio de la dualidad de mecanismos formada por el genocidio y la ingeniería del alma. Al biopoder capitalista actual no le interesa lo más mínimo el asesinato masivo ni la reforma de nuestras almas. Sus aspiraciones son completamente distintas.

La palabra totalitarismo apareció por primera vez a comienzos del siglo XX en la obra escrita del filósofo italiano Giovanni Gentile y su uso se extendió unos años después con el libro La doctrina del fascismo de Benito Mussolini en 1932. Así el Estado ha de ser entendido como una unidad orgánica e inclusiva que trasciende las vidas de los individuos. La actitud fascista es ante todo una actitud espiritual que penetra hasta en el más recóndito reducto del alma de cada  uno de los seres humanos que participan en ella. La reconfiguración del alma es un sello distintivo del impulso totalitario que sería inmortalizado por Stalin. El nazismo, por su parte incorporó al totalitarismo la idea de movimiento, y no tanto la de Estado, como centro espiritual del totalitarismo germano. El movimiento (nazi) da las órdenes y el Estado las obedece.

El totalitarismo fue difícil de identificar y comprender cuando estaba surgiendo. Controlar a las poblaciones hasta el nivel más íntimo del alma requiere un esfuerzo inimaginable y esa fue una de las razones por las que el totalitarismo resultó tan difícil de comprender. Se necesitan esbirros, y esbirros de esos esbirros, y esbirros de los esbirros de los esbirros, todos dispuestos a arremangarse para hundir ambas manos en la sangre y la mierda de personas vivas reales cuyos cuerpos hieden, sudan. y gritan de terror pena y dolor. El poder del totalitarismo clásico no puede lograr su objetivo por control remoto necesita la fuerza directa.

El nuevo biopoder totalitario llamado instrumentarismo por algunos analistas opera a través de los medios de la modificación conductual, y ahí es donde debemos variar nuestro foco de atención. Siente una profunda e infinita indiferencia ante nuestros significados y nuestros motivos. Entrenado en las acciones medibles, resulta accesible para sus propias operaciones de rendición-conversión, cálculo, modificación, monetización, y control. Es una nueva forma de coerción, moldeada en secreto, camuflada bajo la tecnología y la complejidad técnica, y encubierta bajo una retórica simpática.  Es conductismo radical.

El teórico más significativo en el que se basa el instrumentarismo es Burrhus Frederic Skinner, profesor de psicología en Harvard. Es uno de los padres fundamentales de la ingeniería conductual. Parte de una concepción fisicalista de la sociedad basándose en las teorías de Max Planck. Para Skinner, lo que llamamos libertad es desconocimiento causal de las cosas. Según Skinner lo que se necesita es una teoría de la conducta comparable por su potencia y precisión con la tecnología física y biológica. De alguna manera anticipó la actual tecnología extractiva de datos. Y anticipó la inevitable y necesaria difuminación de la línea que separa lo público de lo privado.

Entre la distopía de Orwell y la distopía de Skinner manifestada en su novela Walden Dos, de 1949 y 1948 respectivamente, podemos afirmar que son dos modelos de totalitarismo diferentes. De hecho, Skinner trata de dibujar una sociedad anti totalitaria donde la violencia no fuese necesaria para dominar las almas e imponer un orden social adecuado. Ambas novelas reflejan tipos de poder diferente.

El poder instrumentario como nuevo biopoder del capitalismo digital.

El biopoder instrumentario se impone a través del omnipresente aparato digital que es movilizado por los gestores de este capitalismo. Combina la indiferencia formal de la cosmovisión neoliberal con la perspectiva observacional del conductismo radical. La experiencia humana es reducida a comportamientos observables medibles sin dejar de mantenerse absolutamente indiferente al significado de esa experiencia. A eso se le denomina indiferencia radical y es una nueva forma de conocimiento. El biopoder instrumentario tiende alcanzar una condición de certeza sin terror, sin violencia de tal forma que tendemos a infravalorar sus efectos y a bajar la guardia. Puede amputarnos nuestra propia conducta sin darnos cuenta. Separa nuestros interiores de nuestros exteriores, la subjetividad y las acciones observables. Nuestra conformidad es irrelevante para el éxito del instrumentarismo. Todo eso queda superado por un orden digital que prospera dentro de las cosas y de los cuerpos, y que transforma la abolición en refuerzo y la acción en respuesta condicionada.

Al mismo tiempo que se reduce nuestra libertad aumenta el conocimiento y el dominio del capitalismo de la vigilancia sobre el aprendizaje social. El poder se identificaba tiempo atrás con la propiedad de los medios de producción, pero ahora se identifica más bien con la propiedad de ese medio de modificación conductual. El ascenso del nuevo biopoder totalitario sigue el curso característico de los acontecimientos esclarecedores que, según escribió Hannah Arendt, revelan un origen en el pasado que, hasta entonces, permanecía oculto. En la naturaleza misma del nuevo biopoder esta operar a distancia y moverse envuelto en sigilo. No crece por medio del terror, los asesinatos, la suspensión de las instituciones democráticas, las masacres o las expulsiones. Crece, más bien, mediante las declaraciones, las automatizaciones, los desvíos retóricos de la atención, los eufemismos, y las silenciosas y audaces maniobras entre bastidores diseñadas específicamente para moverse por debajo del umbral de la conciencia, todo ello con el propósito de reemplazar la libertad individual por el conocimiento de otros, y la sociedad, por la certeza. No se enfrenta la democracia, sino que la erosiona desde dentro, y va royendo las capacidades humanas y el autoconocimiento. Es agnóstico en el terreno moral. Si hay algún pecado es el de autonomía. Cualquier obstrucción por ley, es reaccionaria. La norma es el sometimiento a las supuestas leyes de hierro de la inevitabilidad tecnológica.

El totalitarismo clásico fue una transformación del Estado en un proyecto de posesión total. El nuevo totalitarismo significa la transformación del mercado en un proyecto de certeza total; un propósito que resulta asimismo inimaginable fuera del medio digital, pero también fuera de la lógica de la acumulación que es el capitalismo de la vigilancia. El nuevo biopoder totalitario actúa desde la privilegiada perspectiva exterior para reducir a las personas a la mera condición animal; de una conducta despojada de todo significado reflexivo.

El nuevo totalitarismo se ha convertido en la maldición de este siglo sencillamente porque se ocupa, por aterradoramente que eso sea, de los problemas de este siglo. ¿Qué problemas? El nuevo biopoder se alimenta de las volátiles condiciones de existencia proporcionando soluciones a los individuos en forma de conexión social, acceso a la información como dos artilugios que ahorran tiempo y, con excesiva frecuencia una falsa impresión de apoyo y ayuda. Pero más significativo aún es el hecho que ofrece soluciones a instituciones en forma de omnisciencia, control y certeza. No se trata de curar las condiciones de la inestabilidad, la corrosión de la confianza social y de sus lazos de reciprocidad rotos, o los peligrosos extremos de desigualdad, o los regímenes de exclusión, sino de explotar las vulnerabilidades producidas por esas mismas condiciones.

Vale la pena señalar que, a pesar de las tan cacareadas ventajas sociales de la conexión permanente, la confianza social ha caído en picado en Estados Unidos durante el mismo período en el que ha florecido el capitalismo de la vigilancia. Y las sociedades que exhiben niveles bajos de confianza interpersonal tienden a mostrar unos niveles paralelamente bajos de confianza en la autoridad legítima. En ausencia de esa confianza, se esfuma la autoridad de los valores compartidos y de las obligaciones mutuas. La confusión, la incertidumbre y la desconfianza posibilitan que el poder llene ese hueco social. De hecho, incluso es bienvenido. El nuevo biopoder totalitario está considerado como la solución cierta a unas condiciones sociales inciertas. Esto es algo que se hace evidente en las formas que tiene el Estado de llamarlo a actuar. Un campo donde esto es evidente es en el campo de la seguridad antiterrorista y en general en el control de toda disidencia política. Por ejemplo, una empresa emergente es Geofeedia que se ha especializado en el rastreo detallado de ubicaciones de activistas y manifestantes de diferentes colectivos sociales. Las administraciones públicas están recurriendo a las compañías tecnológicas para crear inmensos expedientes personalizados. Es toda una vigilancia policial predictiva.

El sistema de reputación social o de crédito social que se está instaurando en China es descrito una y otra vez como un ejemplo de totalitarismo digital. Es la apoteosis del nuevo biopoder totalitario alimentado por fuentes tanto públicas como privadas y controlado por un Estado autoritario. El objetivo es la automatización de la sociedad mediante la afinación, el arreo y el condicionamiento de personas para producir unas conductas preseleccionadas y juzgadas deseables por el Estado, que las considera aptas para prevenir la inestabilidad. Se trata de garantizar unos resultados sociales en lugar de comerciales o mercantiles. Hay una fusión completa entre el nuevo biopoder digital y el Estado. Como conclusión que cabe extraer es que muchos chinos confían únicamente en personas a las que conocen bien. Todas las demás relaciones son tomadas con sospecha y preocupación, con los consiguientes efectos que eso provoca tanto en la confianza social como en el bienestar general.

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