Kenia: De como la tecnología no arregla la política por sí sola

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Cuando en 1993 un burundés escuchaba la radio de las mil colinas, alimentando el fuego del odio entre la población tutsi y hutu, las ondas llegaban a unos y a otros, y los resultados eran evidentemente negativos (provocaron una matanza); pero lo analógico no tenía la eficacia de la segmentación actual de las redes y herramientas sociales.

En la actualidad, países como Kenia, con un elevado ratio de móviles por persona, sobre todo por las plataformas de pago usadas, tiene nuevos desafíos que implementan el odio entre los distintos poderes y facciones del país de 48 millones de habitantes. Son poderes interesados en dividir a los pueblos, y nos preguntamos: ¿fomentarán a través de plataformas digitales radio u otras formas de comunicación esa división? Si esto es así ¿Bajo qué intereses?
Extractamos el contenido del artículo de Technology Review que es esclarecedor sobre esta situación concreta de Kenia:

Hace veinticinco años, Kenia tenía una emisora de radio y televisión de propiedad estatal, pero hasta el año 2017 había más de 60 cadenas de televisión con licencia y 178 de radio. Kenia tiene dos idiomas oficiales, inglés y kiswahili, y al menos 44 grupos étnicos, de los cuales la mayoría habla una tercera lengua que a menudo es incomprensible para los demás grupos.
Como parte del proceso de la democratización en la década de 1990, las emisoras de radio de lenguas locales se fomentaron para atraer a más personas a la conversación nacional y preservar las culturas regionales.

Resultado inesperado
Pero resulta que las emisoras de radio de idiomas locales son particularmente vulnerables a convertirse en canales de incitación al odio. Funcionan como sistemas cerrados protegidos del escrutinio por parte de las instituciones que no disponen de la capacidad de gestionarlos, o que no tienen interés en hacerlo. Cuando se identificó en estas cadenas la amenaza inherente, ya se había materializado. Hoy los reguladores todavía están poniéndose al día. Kenia cuenta con leyes que prohíben el discurso de odio en los medios y con numerosos órganos que aparentemente trabajan en contra del mismo, pero en julio de 2017, la Comisión Nacional de Integración y Cohesión advirtió que Kameme FM, una emisora de radio en el idioma kikuyu, propiedad del presidente keniano Uhuru Kenyatta, era responsable de la mayoría de las incidencias del discurso de odio relacionadas con las elecciones. A pesar de este hallazgo, la emisora no recibió censura pública.
La tecnología ha cambiado radicalmente en Kenia durante la última década, como lo ha hecho en todas partes. Casi nueve de cada 10 personas tienen un teléfono móvil, y una cuarta parte de las casas tiene conexión a Internet, una de las tasas más altas de los países pobres.
En una población de aproximadamente 48 millones, en Kenia existen al menos siete millones de cuentas de Facebook y otros 10 millones en WhatsApp. Twitter va por detrás con solo un millón de cuentas, pero sustituye a la televisión y a la prensa como el principal espacio para la crítica política.
La plataforma de transferencia de dinero a través de un teléfono móvil, mPesa, llevaba menos de seis meses existiendo en el momento de las elecciones de 2007. Hoy en día, las transacciones en mPesa equivalen a casi un tercio del PIB del país, y Kenia tiene el mayor número de transacciones de dinero a través del móvil en el mundo.

Una mejor forma de manipular
Estas tecnologías han transformado la manera en la que los kenianos producen y consumen la información política y, por ende, la forma en la que interactúan entre sí.
Sin embargo, las causas del discurso de odio en las emisoras de radio de lenguas locales no han desaparecido. Muchas de las prácticas que horrorizan a los analistas en Occidente -la explotación de la política de identidad para ganar las elecciones, o la influencia del dinero en la toma de decisiones en la política electoral, por ejemplo- resultan familiares para los keniatas.
La empresa Cambridge Analytica, acusada por utilizar datos de Facebook para manipular votantes en los Estados Unidos y el Reino Unido, ha estado presente y activa en Kenia desde al menos 2012 (ver Los efectos del escándalo de Facebook para el futuro de la democracia).

Como señala la autora del artículo*, la estratificación, si bien mejora la eficacia del contenido publicitario, también influye en que estos espacios sean más difíciles de supervisar por parte de los reguladores. La velocidad de las comunicaciones, la viralidad de los “memes”, no tienen respuesta rápida y efectiva en los reguladores. ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Alberto Mangas
Profesionales por el Bien Común

*Nanjala Nyabola es autora de Democracia Digital, Políticas Análogas: cómo la era de Internet transforma a Kenia.

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