Notas sobre la visión de la IA desde una perspectiva marxista (I)

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En gran medida para la visión marxista, el poder de la IA está conceptualizado en términos de apoyo al capitalismo y a una clase social particular. Mediante la IA nos gobiernan los gigantes tecnológicos y otros capitalistas. Estamos viviendo bajo una nueva forma de lo que Suárez Villa en 2009, denomina, Tecnocapitalismo[1]. Grandes corporaciones buscan el poder y el beneficio, e intentan controlar no solo todos los aspectos del dominio público, sino también nuestras vidas. Ver de nuevo el argumento sobre el capitalismo de la Vigilancia de Zuboff.

Hoy, además, la IA Se usa el beneficio de los Estados capitalistas y de sus agendas nacionalistas. Bartoletti[2] compara la IA con el poder nuclear. La IA se usa para una nueva carrera internacional de armamento. Se podría añadir que la idea también es similar al poder nuclear. En el sentido de que, de acuerdo al menos con este tipo de argumento, mediante la IA el poder es ejercido de arriba a abajo desde una posición central y de una forma antidemocrática. De igual forma que nunca nos han preguntado si queremos el poder nuclear, nunca se nos ha preguntado si queríamos la vigilancia y la biométrica de la IA, los sistemas de decisión por IA o los procesamientos de datos de nuestro teléfono por parte de la IA, etcétera.

De cara al ciudadano individual, la IA es un poder en el sentido de que permite el dominio y para unos más que otros, la opresión. La economía de datos es política y es poderosa de cabo a rabo. Sin embargo, no existe una cosa que sea una IA que nos oprima, como si la tecnología operase por su cuenta. La IA no debería entenderse como un factor aislado. Un agente artificial atomístico. Siempre está conectada con los humanos y la influencia de la IA sobre el poder ocurre siempre con y a través de los humanos. Si se pudiera decir que la IA tiene poder, (por ejemplo, poder sobre los humanos), ese poder lo es a través de los humanos y a través de la sociedad. Desde una perspectiva marxista, es la fuerza laboral viva, no las propias máquinas, lo que produce la plusvalía para los capitalistas. Además, la IA y la robotización buscan reemplazar el trabajo humano, como señala Harvey (2019)[3].

Los robots no se quejan excepto en la ciencia ficción. No replican. No exigen, no enferman, no trabajan más lentamente, no pierden la concentración, no se ponen en huelga, no piden aumento de sueldo, no se preocupan por las condiciones de trabajo, no quieren pausas para el café o simplemente no dejan de presentarse al trabajo.

Incluso el conocido como trabajo “inmaterial” -Lazzarato 1996 ver también Hardt y Negri 2000- que produce software o mundos virtuales, requiere de humanos. Además, las elecciones políticas sobre la IA se hacen por gobiernos y aquellos que la desarrollan y la emplean. La IA y la ciencia de datos son o ejercen políticas extremadamente poderosas, en el sentido de que, en el contexto de una economía de datos, las decisiones son tomadas por las personas y sobre las personas a todos los niveles y en todas las fases de formas invisibles.

La lección sobre qué conjuntos de datos estudian está tomada por personas. Es una decisión subjetiva y política. Cada individuo, una vez que entra en un conjunto de datos, se convierte en parte de una nueva transacción entre ellos y la fuerza visible que los ha puesto ahí, ha usado el conjunto de datos para entrenar un algoritmo y, en última instancia, ha tomado una decisión sobre ellos. Esto representa una asimetría de poder, y esa asimetría (el resultado de la elección y el poder) es lo que sostiene la política de datos y, en última instancia, la economía de datos. La economía de datos es política en todos los niveles, sobre todo porque algunas organizaciones poseen una gran cantidad de poder sobre otras al decidir quién entra en el conjunto de datos. ¿Y quién queda fuera? Esta es una decisión que puede tener implicaciones de largo alcance. (Bartoletti, 2020)

Reconocer la política y el poder de la IA en términos de las muchas manos implicadas en estas operaciones no significa que no exista un uso centralizado, de arriba abajo, del poder. Tanto las grandes corporaciones como los Gobiernos usan la IA de una forma centralizada. Esto puede tomar la forma de la tecnocracia. Saetra (2020) defiende lo siguiente: priorizando el interés público, la IA puede lograr una forma de optimización racional y la mayoría de los problemas entendidos correctamente, son problemas técnicos, susceptibles de ser tratados con la lógica del análisis y la optimización estadísticas.

Contra esta opinión se podría argumentar en línea con la filosofía de la tecnología, que las cuestiones técnicas son también políticas y que los humanos, como animales políticos y agentes morales que pueden tener compasión y sabiduría, necesitan estar involucrados en estas cuestiones y tener responsabilidad respecto a ellas.

Sin embargo, Saetra cree que, si la inteligencia artificial se desarrollará más, podría posiblemente resolver cuestiones difíciles para nosotros. Ya que algunas tareas las desempeñaría mejor que los humanos. Sin embargo, se podría objetar que estas cuestiones son también políticas y que la política no se puede ni debe abordarse exclusivamente de una forma tecnocrática, ya que viola el principio de la democracia y dado que el juicio humano es necesario en política.

Aun así, todos estos argumentos se podrían presentar sin tener en cuenta el capitalismo. Desde un punto de vista marxista, el problema principal no es tanto la tecnocracia y la falta de democracia como tales, sino un sistema socioeconómico específico con una lógica propia. Algunos pensadores marxistas, como Dyer-Witherford[4], afirman que el capitalismo actual está poseído por la cuestión de la IA y argumentan que esta es un instrumento del capital y de la explotación. La IA no solo tiene una lógica tecnológica, sino también social, en particular la lógica de producir plusvalía. Contribuye a la creación y mantenimiento de un orden social particular, un orden capitalista. La IA reemplaza el trabajo y si no lo hace, lo intensifica y la amenaza de este reemplazo ayuda a intimidar a los trabajadores. Las personas se convierten en algo prescindible o se les hace sentir que lo son. Mientras que algunos socialistas ven a la IA como una oportunidad para crear una sociedad “diferente”, por ejemplo, mediante una renta básica universal. Otros como Dyer-Witherford, se centran en otros problemas de fondo relacionados con el trabajo: Nuevas formas de explotación y el amenazador panorama del capitalismo sin el ser humano.

Extracto de libro Filosofía Política de la IA (Mark Coeckelbergh)

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