Guerra de los pobres contra pobres. Dramática expresión de la Cultura de muerte

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1977
PBC -comparte

El sufrimiento que nace de la injusticia consigue que muchas víctimas se conviertan en verdugos de otras víctimas más débiles y no sean capaces de ver que la misma injusticia que tritura a unos es la que aplasta a los otros. Esta es una de las manifestaciones más duras y crueles de la actual cultura de muerte.

A lo largo de la historia de la guerra de «los Poderosos contra los Débiles» la dominación, la explotación y la esclavitud de los segundos por parte de los primeros no ha sido lo más trágico. Ese inmenso dolor queda siempre superado por la guerra de unas víctimas contra otras víctimas; de unos pobres contra otros pobres; de unos precarios contra otros precarios.  Los capos judíos en los campos de concentración eran más odiados que los propios SS.

Las opciones contra la vida proceden, a veces, de situaciones difíciles o incluso dramáticas de profundo sufrimiento, soledad, falta total de perspectivas económicas, depresión o angustia por el futuro…

            Las mismas víctimas del sufrimiento experimentan esta tentación en el sentido de pensar que la única manera de defenderse del sufrimiento y acabar con él es una defensa que suponga la aniquilación del otro o de la propia conciencia. Se acepta un planteamiento terrible en la lucha contra el sufrimiento: «si no soy verdugo, necesariamente voy a ser víctima», no existe otra alternativa o verdugo o víctima

            El sufrimiento es también una llamada y un juicio. Cuando el Señor en el Evangelio pone delante a los pobres nos llama y juzga la cultura de muerte en sus consecuencias. Las montañas de sufrimiento de nuestro mundo, sin querer abordar su verdadera causa, abocan a falsas salidas.[1]

Actualmente vemos numerosos ejemplos :

Los trabajadores precarios de Europa, especialmente jóvenes, machacados por el neocapitalismo, ven a los inmigrantes empobrecidos como enemigos que les invaden y les roban el trabajo. Y la realidad es que el mismo neocapitalismo que precariza, es el que  expolia las riquezas de los países del Tercer Mundo. Es indecente la actitud xenófoba de aquellos partidos políticos que aprovechándose de la degradación laboral provocada por el liberalismo que defienden, siembran la violencia política y social contra los inmigrantes pobres.

La mujer  trabajadora, explotada y precarizada, expulsada del hogar por un trabajo de mierda se queda embarazada. Le gustaría ser madre pero no puede permitírselo por que la despedirían. Esta madre ve al niño no nacido como un » gran problema» que hay que eliminar. El neocapitalismo ha sido capaz de convertir a la madre, y a su entorno,  en verdugo de su propio hijo destrozando la vida de ambos. Es indecente la postura de aquellas opciones políticas que han convertido el aborto en un derecho del fuerte sobre el débil o aquellos  que diciendo estar contra el aborto favorecen cínicamente un sistema económico inicuo que produce abortos en serie.

La familia que tiene que hacerse cargo de un hijo, padre, madre, hermano enfermo crónico o discapacitado y que le ve como una carga porque no ha recibido el apoyo moral y material  para atenderle adecuadamente. La eutanasia (y la eugenesia) entonces se convierte realmente en un derecho a decidir del sano sobre enfermo favoreciendo los intereses de un estado-mercado utilitarista al que le estorban los débiles. La familia que debería ser el ecosistema protector de la vida se convierte en dispensadora de sentencias de muerte.

Los nacionalismos de todo tipo y condición que enfrentan en la base de la sociedad a unos ciudadanos contra otros favoreciendo los intereses de los más enriquecidos que siempre se benefician del caos del pueblo mientras ellos se sitúan por encima de banderas y fronteras. El famoso derecho a decidir nacionalista y abortista es la mejor expresión de esta inmoralidad neocapitalista.

El paro, la precariedad, la incultura del consumismo y de las adicciones han convertido a muchas familias humildes en verdaderos infiernos del padre contra madre; de padres contra hijos e hijos contra padres; de hermanos contra hermanos…Mientras el matrimonio y la familia se rompen como escuela de amor y de solidaridad, el sistema capitalista se fortalece perpetuando su dominación.

Los malandros, delincuentes juveniles, que roban y matan a sus hermanos  en los barrios pobres de las grandes ciudades del mundo. Vecinos contra vecinos; amigos contra amigos.  Y mientras, la burguesía tranquilamente protegida en sus urbanizaciones fortificadas. Esta delincuencia es una auténtica guerra civil de pobres contra pobres. Más de 30.000 asesinatos anuales en Venezuela.

Y así podríamos hablar de todos los conflictos sociales. Es toda una cultura de muerte sembrada y sostenida por los más poderosos. Todo el mundo se convierte en cómplice de esta estructura de pecado.

Y mientras, el pueblo, comunidad de los excluidos, se divide y se enfrenta entre sí, los poderosos de la Tierra, incluida nuestra casta política española, se reúnen estos días en la lujosa ciudad suiza de Davos donde tiene lugar el Foro Económico Mundial con el objetivo de coordinarse y seguir manteniendo su status resolviendo con eficacia sus propios conflictos intereses.

Una de la mayores prioridades de Profesionales por el Bien Común es luchar para que las víctimas de las injusticias no  caigan en la tentación de convertir su sufrimiento en una fuente de resentimiento, odio y violencia contra otros más débiles y por el contrario descubran la solidaridad en la debilidad y se unan en la construcción de un mundo más justo luchando contra las autenticas causas del mal generando una cultura de la solidaridad, es decir, de la vida.

Carlos Llarandi

Profesionales por el Bien Común

[1] Cfr. Argüello, Luis. Un combate espiritual: El dragón, la bestia y el cordero. Ediciones Voz de los sin Voz. Madrid.2012.p-6-7

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