Castigar los cuerpos, castigar las mentes, castigar las almas…

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La persona humana es unidad sustancial entre cuerpo, mente y alma. Estas tres dimensiones del ser  humano mantienen una relación de reciprocidad y se influyen mutuamente. Cualquier daño o maltrato al cuerpo o a la mente o al espírutu afecta a las otras dimensiones.  El psiquiatra Viktor Frankl lo analizó perfectamente  en su obra El hombre en busca de sentido. Muchos prisioneros de los campos de concentración nazis, más robustos que otros, sucumbían antes porque habían perdido el sentido de su vida. Era el alma quien sostenía la resistencia física y mental.

Actualmente  muchos niños -solos- están castigando sus mentes y sus almas durante horas con videojuegos ultraviolentos y degradantes con pleno consentimiento de sus padres. Muchos cuerpos y mentes, especialmente jóvenes, está siendo castigados con la pornografía  generando auténticas dependencias físicas, mentales y espirituales.

El cuerpo, la mente y el alma deben ser cuidados y formados para un desarrollo adecuado del ser humano. No somos avatares (virtuales) donde nuestra personalidad es independiente de nuestro cuerpo. Lo que hacemos a nuestro cuerpo influye en nuestra alma y viceversa.  Lamentablemente las nuevas tecnologías y el anonimato de las redes sociales promocionan en muchas personas, una esquizofrenia, una separación entre las diferentes dimensiones  y esto solo se puede conseguir a través de la  promoción y propagación de la mentira. El poder biopolítico conoce esta unidad sustancial entre cuerpo, mente y alma y no duda en utilizarla: hacernos creer que el ser humano es solo cuerpo, solo mente o solo espíritu es la primera y gran manipulación.

            Los padres, los profesionales de la educación y de la sanidad, los profesionales de la comunicación o de cualquier servicio debemos saber como es y cómo funciona esta unidad sustancial para hacer bien nuestro trabajo por el Bien Común. Muchos problemas personales, familiares y políticos se extienden por ignorancia planificada.

Pero no solo eso. El dolor físico para castigar el cuerpo, el dolor psíquico para castigar la mente  y el dolor moral para castigar el alma son acciones que se han venido utilizando por los poderosos para controlar, dominar y someter a las personas y a las poblaciones. La biopolítica del poder siempre utiliza los tres tipos de agresiones.  Contra el  alma se pretende la  humillación y la desesperanza. Contra la mente se pretende la incomunicación,  la falta de sentido y el absurdo. Contra el cuerpo el puro dolor físico y la degradación.

            Durante estos días estamos asistiendo a la contemplación de los castigos físicos en Venezuela, en  la frontera entre España y Marruecos, en  Libia o la República Centroafricana. El poder de una dictadura que reprime, el poder de un estado que persigue la solidaridad con los empobrecidos, el poder de unas mafias que esclavizan o el poder de una guerrilla que viola y asesina actúan  golpeado sin compasión contra los cuerpos y por tanto contra las mentes y las almas de miles de inocentes.

¿Vamos a seguir siendo indiferentes?

¿Cuándo vamos a poner nuestras cualidades y nuestra vocación profesional al servicio del Bien Común?

 

 

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