Redes sociales e internet de las cosas: Ni un paso atrás en la intervención de nuestras vidas

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La complicidad de las empresas de redes sociales, “vendiendo su producto” al mejor postor, incluidos gobiernos, es y será una de las constantes de nuestro siglo. Esto es inseparable del desarrollo de la inteligencia artificial al servicio del Big Data, y todas las tecnologías que en paralelo se van desarrollando.

El escándalo de Facebook, con la filtración de datos a la difunta empresa londinense Cambridge Analytica, por acceder de forma ilegal a los datos de 87 millones de usuarios de Facebook para ayudar en la campaña a Donald Trump, puso en alerta a los que parecían ignorarlo.

Para resarcirse de esta situación generada, Facebook  se está lavando la cara con los gobiernos del mundo, sobretodo EEUU y Europa.  Él último ejemplo es Irlanda. La red ya está censurando anuncios que procedan de fuera de Irlanda de cara al referéndum sobre el aborto el próximo 25 de mayo. El miedo a que campañas externas puedan influir ha hecho saltar las alarmas de cierta élite mundial. Pero ¿quién controla lo que se filtra y lo que no?

Esta estrategia le ha llevado a Facebook, a ubicar en la Torre Glòries (antes Torre Agbar) de Barcelona, un centro internacional de detección y borrado de noticias falsas. La empresa Competence Call Centre (CCC) ha alquilado 9.000 metros cuadrados para ubicar un centro de control de contenidos de la red social californiana.

Pero todo este proceso de información e intervención dirigida de nuestras vidas se incorpora en relación también a las redes, en el internet de las cosas.

El desarrollo al mercado de los consumidores particulares, del internet de las cosas a través de los dispositivos móviles incrementará las posibilidades de control de nuestros electrodomésticos, casas, familia… ¿Qué venderán las grandes corporaciones?, será el itinerario de nuestras propias vidas.

Esto ya es así, y compañías como  Samsung o General Electric no se quedan atrás, entre muchas otras.

Imagine que una visita llega a su casa y usted está en medio de un atasco. ¿No sería útil abrirle la puerta remotamente? Esto es posible si usa un sistema para quienes por ejemplo alquilan sus propiedades en Airbnb. O por ejemplo un timbre inteligente desde su trabajo, hablar con esa persona que desea entrar en su casa y, si lo desea, abrir. Y hasta te ofrecen la posibilidad de recibir alertas para saber cuándo sale o entra cada miembro de la familia…etc

Lo peligroso es la escasez de nuestro sentido crítico. Fundamentalmente no acabamos de ser conscientes de que somos transparentes, vulnerables y orientables; más que en ningún momento de la historia.

Esto es solo una pequeña muestra de lo que ya está ahí. Lo peligroso es la escasez de nuestro sentido crítico. Fundamentalmente no acabamos de ser conscientes de que somos transparentes, vulnerables y orientables; más que en ningún momento de la historia.

El profesor Olaf Maennel, de la Universidad de Tallín, afirmaba hace poco en La Coruña que: “…es pasmoso la información que se facilita en la Red. Algunos cuelgan incluso fotos de sus tarjetas de crédito o débito. La gente hace cosas on-line que probablemente no haría de otro modo”

Parece evidente, que las redes tienen claro que la persona es relación y necesita al otro para existir (entre el yo y el tu), sobretodo en las sociedad de las soledades. De lo que no nos damos cuenta, es de las orientaciones y presencia del “Gran Hermano”.

Busquemos pues la coherencia personal, una estrategia común como profesionales y como familias, que responda al Bien Común en la sociedad 4.0.

Alberto Mangas

Profesionales por el Bien Común

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