La vocación profesional como liberación

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El ser humano tiene una vocación natural al amor y a la verdad.  Y esta vocación cuando es vivida  en todas sus dimensiones conlleva a una existencia sustantivamente feliz.  Dentro de las dimensiones de la vocación, la profesional tiene  un gran potencial transformador de la realidad. El actual sistema socio-económico y cultural  (neocapitalista) ha impuesto una dictadura de precariedad, desempleo y explotación sobre el mundo del trabajo, no porque lo exija la ciencia económica sino porque el objetivo fundamental no es el Bien Común, sino el lucro y el poder.

El desempleo y la precarización están siendo las palancas con las que se está disciplinando a las personas condicionando su desarrollo pleno

Una de las agresiones más extendidas actualmente a todos los seres humanos, pero en especial a los más jóvenes,  es la anulación, degradación o manipulación de la dimensión profesional. Una sociedad formada por personas dueñas de sus capacidades profesionales es una sociedad muy difícil de domesticar. El desempleo y la precarización están siendo las palancas con las que se está disciplinando a las personas condicionando su desarrollo pleno como trabajadores independientes, como ciudadanos libres y como padres y madres responsables de una familia y  de un hogar. Por ello, luchar para que todo el mundo, pero en especial las nuevas generaciones, descubran y vivan su vocación profesional hacia el Bien Común es una tarea  prioritaria y  de máxima importancia.

El descubrimiento de la vocación es un proceso existencial donde la persona se juega dramáticamente el sentido de su vida pues su desarrollo pleno ( biológico, intelectual, moral y espiritual) depende en gran parte de ello .  Este proceso no es individualista, como tradicionalmente se plantea,  sino que requiere de un discernimiento colectivo del sujeto, la familia, los amigos. Además está sometido a las presiones e influencias del entorno social y cultural. No es nada nuevo afirmar que las condiciones de injusticia social en la que vive la mayoría de la humanidad son un muro infranqueable para que muchas personas puedan descubrir y vivir su vocación.

En este sentido es importante que la persona tenga siempre  conciencia de la gratuidad de lo recibido para que pueda plantearse un uso adecuado de estas cualidades no exclusivamente para beneficio propio.

El discernimiento debe comenzar analizando las cualidades del sujeto (físicas, técnicas,  intelectuales, morales, espirituales, afectivas,…) estas cualidades son dones que se han recibido gratuitamente y  que pueden ser siempre cultivados y desarrollados. En este sentido es importante que la persona tenga siempre  conciencia de la gratuidad de lo recibido para que pueda plantearse un uso adecuado de estas cualidades no exclusivamente para beneficio propio.

Por otro lado, no todas la cualidades recibidas son estimadas de la misma manera. Hay algunas de ellas que son realmente apreciadas por el sujeto porque de forma natural se sumerge en su actividad  de forma afectivamente positiva. Es decir, hay cualidades que el sujeto realmente ama, le gustan y cuando las practica es como si no  contase ni el tiempo ni el esfuerzo.

Cuando un ser humano desarrolla actividades en esta zona de su existencia empieza a paladear un sensación de plenitud, de felicidad. Sin embargo no se consigue un verdadero sentido a la existencia hasta que entra en juego otra esfera: la esfera de las necesidades del mundo, de los demás, y en especial de los más necesitados, empobrecidos, débiles y vulnerables. Es la esfera de la justicia, de la solidaridad como camino hacia el Bien Común. Cuando nuestras cualidades, las que más amamos, las ponemos en concordancia con las necesidades del mundo,  el ser humano descubre el verdadero sentido de su vocación que no es otro que la donación libre de uno mismo a los demás. Las tres esferas delimitan una zona de intersección que hace al ser humano libre, responsable y feliz. Cuando estás esferas se separan hasta hacerse ajenas unas de otras aparece la frustración, los trabajos forzados, el sinsentido, las depresiones,… El actual sistema neocapitalista trabaja incesantemente en destruir esta estructura natural de la persona que no es otra que su  vocación.

El amor en la verdad, la verdad en el amor deben ser la guía de nuestra vocación tanto en su vertiente más personal como en su vertiente más institucional y política.

Todas las dimensiones de la vocación humana ( dimensión sexual, de estado y profesional) deben situarse en esta zona de intersección y para lograrlo hay que aceptar el dinamismo originario del amor y la verdad como las dos potencias vocacionales fundamentales que orientan todo. El amor en la verdad, la verdad en el amor deben ser la guía de nuestra vocación tanto en su vertiente más personal como en su vertiente más institucional y política. Debe haber una continuidad entre la vivencia adecuada de la sexualidad,  la opción de estado como matrimonio o como consagrado, el desarrollo profesional y la preocupación activa por el Bien Común. Sin esta continuidad aparecen los dualismos de vida, las contradicciones, el absurdo entre la vida personal, la familiar e institucional. Esto no es fácil y por ello hay que ser conscientes que vivir la vocación supone siempre tensiones que  se deben aceptar y superar.

Volviendo al mundo del trabajo, la situación actual se caracteriza por una degradación creciente y deliberada del trabajo y una supervaloración injusta del capital cuya consecuencia inmediata es la destrucción de la vocación profesional y por lo tanto de la persona. Se está configurando una estructura laboral en que la que va a existir una minoría de empleados privilegiados relacionados con la sociedad del conocimiento que estarán engordando con su profesión a un sistema injusto junto con  una inmensa mayoría de trabajadores pobres, parados, precarios, esclavos,… condenados a sobrevivir. Sin embargo todos, privilegiados y no privilegiados, compartirán una misma cultura materialista, individualista y hedonista que les hace hostiles o por lo menos indiferentes al Bien Común.

Desde Profesionales por el Bien Común trabajamos para que los más jóvenes descubran y desarrollen su vocación profesional por el Bien Común. Para que las cualidades que han recibido, se desarrollen no en un mero supervivir individualista con mayor o menor desahogo, sino para que haciendo lo que mejor  que saben hacer y lo que aman sirvan a los demás y juntos se puedan construir mejores empresas, mejores familias, mejores democracias.

 

Carlos Llarandi Arroyo

Profesionales por el Bien Común.

 

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