¿Hacia dónde va el trabajo humano?

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El trabajo humano ¿hacia dónde va?
Existe un deseo claro por parte del aparato productivo, en lo que tradicionalmente ha sido los empleos industriales, el sacar de la ecuación la variable salario (personas).

Hemos conocido hace poco que una empresa china que fabrica camisetas se llevará su producción a Arkansas, donde hará uso de 330 robots diseñados por una empresa estadounidense de robótica llamada Softwear Automation.
Los directivos suman el coste de los impuestos, el transporte o las aduanas, fabricar en países como Estados Unidos o la misma Unión Europea, comienza a tener sentido, cuando los hacen su trabajo y consiguen que el coste de fabricación de una camiseta mínimo, llegando a los 33 centavos.
El que salga más barato fabricar y distribuir por unidad producida (aprovisionamiento, infraestructura, mejora en la calidad y el control del proceso, cercanía a los consumidores…) está haciendo cambiar de sentido la producción hacia lugares donde «antes de ayer» desaparecían las fábricas.

El año pasado Foxconn, la compañía china que fabrica dispositivos para Apple y Samsung, anunció que reemplazaría 60.000 trabajadores con robots, una confirmación de la entrada de la IA. Aunque todavía siga existiendo esclavitud en Asia, en África o en Iberoamérica, esto cada vez más va a ser más habitual.

Para Carsten Heer, de la Federación Internacional de Robótica, este efecto de cascada en toda la economía se explica con una fórmula. El efecto abaratamiento de los productos. «El uso de robots no sólo crea empleos calificados; también baja el costo de los productos, lo que a su vez despierta más interés de los consumidores y, como consecuencia, genera más ventas. Y más ventas siempre significan más puestos de trabajo» aseguraba.
Esto es evidente, puede aumentar el empleo en el sector de servicios, y en cada país tendrá una plasmación determinada. Sobretodo con el galopante envejecimiento de la población (véase Japón).

Sin embargo, en España, colectivos como los jóvenes con escasa cualificación, o los mayores de 55 años, no se están viendo favorecidos por la creación de empleo, más bien todo lo contrario.

Una sociedad en la que el número de suicidios duplica los accidentes de tráfico, o donde los mayores viven abandonados en las casas, 250.000 solo en la Comunidad de Madrid, es una sociedad enferma. Sin nombrar los millones de trabajadores que viven sin contrato laboral en el mundo.

Esa sociedad y este modelo productivo, debería revertir los beneficios de la técnica en reconocer los trabajos que hacen de la sociedad una comunidad plena económica, social y culturalmente. Son esos efectos intangibles (o no tenemos la sensibilidad para verlos) porque se ocultan en las estadísticas y en el día a día de las noticias.

Alberto Mangas

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