Estamos en guerra: Un combate espiritual

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Hace unos años el filósofo norteamericano Peter Kreeft afirmó en su libro Cómo ganar la guerra cultural que estamos en guerra . Se trata de una guerra cultural que está atacando a las “almas” y destrozando a las personas y su libertad . La referencia bíblica que inspira a este filósofo es la advertencia de Jesús a sus discípulos: «No tengáis miedo a los que maten al cuerpo, pero no pueden matar el alma . Temed más bien al que puede perder el alma y el cuerpo en el fuego» (Mt 10, 28) .

Más allá de las ideologías y de los medios de comunicación que las propagan; más allá del poder de los centros financieros y tecnológicos y de sus distintas organizaciones sociales o políticas; a pesar de las grandes estrategias de las distintas logias y lobbies que mueven los hilos de los grandes movimientos de masas, etc ., para Peter Kreeft es necesario llegar al causante de toda esta guerra, al verdadero enemigo del hombre, al Padre de la mentira ( Jn 8, 44) que seduce al hombre y lo conduce a la esclavitud del pecado, su segundo enemigo .

Esta guerra cultural produce  también  muertos  y  mucha sangre (abortos, suicidios, terrorismo, etc .), rupturas matrimoniales  y familiares, adicciones, guerras, pobreza, etc ., y tiene como objetivo demoler a la Iglesia Católica y a cuantos promuevan la fidelidad al evangelio de Cristo . A lo largo de la historia las estrategias de Satanás, Padre de la mentira, han sido variadas y respondían a los puntos flacos de la Iglesia o del momento cultural . Por eso, insiste el autor en que es necesario en cada momento discernir en qué clase de guerra estamos inmersos, dónde se encuentra el principal campo de batalla y cuáles son las armas necesarias para derrotar al enemigo.

Como ya nos advirtió el apóstol San Pablo «nuestra lucha no es contra gente de carne y hueso, sino contra los Principados y Potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que moran en los espacios celestes» (Ef 6, 12) . La estrategia del Maligno, después de procurar la corrupción de la Iglesia tentándola con el poder, ha derivado hacia lo más íntimo de la persona: su vocación al amor . Se trata de una lucha espiritual que no sólo modifica vidas sino la vida misma en su origen . Es, en el lenguaje del Papa San Juan Pablo II, la cultura de la muerte que ataca a las raíces del alma, entenebreciendo la inteligencia y pervirtiendo la libertad humana .

El objetivo último de esta guerra cultural es «pervertir las almas», provocar el deseo del mal presentándolo como bien mediante la utilización de grandes palabras: progreso, libertad, modernidad, etc . Sin embargo el camino seguido para lograr la corrupción de la sociedad ha sido, según este autor, comenzar por destruir el pilar fundamental que la sostiene: la familia . Se trata «de la única institución en la que la mayoría de las personas aprende la lección más importante de la vida: el amor desinteresado . Es el único lugar en el que son amadas no sólo por su conducta, sino por lo que son» .

La mejor forma de destruir la familia, según el plan del Maligno, es acabar con su fundación: el matrimonio . Este (el matrimonio), se destruye, a la vez, desuniendo su pegamento: la fidelidad conyugal . Y esto es precisamente lo que se pretende con la revolución sexual promovida masivamente por los medios de comunicación para llegar a los corazones de las personas y corromper el alma .

Se trata, por tanto, de una guerra cultural, de una gran batalla espiritual que quiere acabar con la moralidad, y desprestigiar las virtudes para engendrar individuos que como marionetas son llevados por el viento de la propaganda y los estímulos de las redes sociales . Cuando una persona no es educada en la virtud para lograr la libertad para el bien, es llevada por los impulsos del placer y de la utilidad hasta afirmar la autonomía de su “libertad” que, al no estar anclada en la verdad de la persona, acaba corrompiéndola y destrozándola .

¿Cómo ha logrado el Maligno embotar la mente de las personas para que no descubran sus mentiras y sus propuestas de destrucción? Simplemente doblegando el espíritu al placer, esclavizándolo con los bienes de consumo; reduciendo el amor a un simple sentimentalismo y rompiendo los vínculos firmes de la persona con la familia, con la tradición y con Dios .

El resultado final de esta revolución es la reducción de la persona a individuo, la afirmación de la soberanía de la voluntad frente a la naturaleza de la persona, frente a la verdad del amor humano y frente a la realidad del bien y la virtud que la edifican y promueven la solidez de la familia y de la sociedad .

En el fondo, la llamada “revolución sexual” que desvincula la sexualidad del amor de donación y de la procreación hasta deconstruir el cuerpo humano con la ideología de género y el transhumanismo, no es más que la nueva versión de una de las herejías más antiguas del cristianismo: el gnosticismo . Como la antigua gnosis, la ideología de género nace del dualismo antropológico que rechaza el cuerpo humano como epifanía de la persona, dignificado por la obra de la Creación y por el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios . El cuerpo humano, diversificado sexualmente, es un bien de creación que afirma la bondad de la carne . Es la carne que Cristo no ha rechazado, sino que en su humanidad la ha llevado a su perfección .

La banalización de la sexualidad humana, la negación del cuerpo como la gramática prevista por Dios creador para la persona, la promoción masiva de la pornografía y la deconstrucción de la persona, del cuerpo humano, de la familia, del lenguaje y de la educación, no son más que la estrategia del Maligno para arruinar las almas olvidando el carácter sagrado de la vida humana, del sacramento del matrimonio y negando el designio de Dios creador .

Sólo una sociedad nihilista podría llegar tan lejos y así comprendemos que cuando Dios desaparece del horizonte lo que provoca es la muerte del hombre que no reconoce en su origen más que el azar y como destino final la muerte . Sin la influencia y la estrategia del Maligno no se entiende, en efecto, la exaltación del aborto (llamado salud reproductiva o derecho a decidir), del adulterio, del divorcio,  de la deconstrucción del cuerpo humano, de las rupturas familiares, de la eutanasia (llamada muerte digna); la exaltación asimismo del individualismo y de la soberanía de la voluntad humana con el desprecio de las virtudes y, en especial, de la castidad que custodia y protege el amor humano .

En definitiva, el  poder  económico  y  financiero  a  través  de la tecnología gobiernan fácilmente a las masas de individuos y a  las instituciones sociales sin ninguna frontera ética que las limite, entrando a través del consumo hasta en las raíces del alma y del deseo humano . Este deseo siendo ilimitado -porque somos deseo de Dios- es esclavizado por los bienes temporales, transformados en ídolos que generan masas de esclavos .

Si aceptamos la tesis de Peter Kreeft, si reconocemos que estamos en guerra, las consecuencias que se derivan son evidentes . En una situación de guerra lo primero que hay que hacer es alertar a las personas y a todas las instituciones de la Iglesia . Del mismo modo hay que poner en marcha todas las alarmas, detectar las estrategias del enemigo y estar prevenidos ante cualquier ataque . Tratándose de una lucha espiritual hemos de proveernos, sin embargo, de las armas de Dios, como también nos advierte el apóstol San Pablo: «En definitiva, cobrad fuerzas en  el poder soberano del Señor . Revestíos de la armadura de Dios para que podáis resistir las tentaciones del diablo […] en el día malo y ser perfectos en todo . Manteneos firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia y teniendo calzados los pies, prontos para anunciar el evangelio de la paz . Empuñad en todas las ocasiones el escudo de la fe, con el cual podéis inutilizar los dardos encendidos del Maligno .Tomad también el yelmo de la salud y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, orando sin cesar bajo la guía del Espíritu con toda clase de oraciones y súplicas» (Ef 6, 10 .13-18) .

Apoyados en la soberanía del Señor nuestra moral tiene que ser de victoria . No podemos, sin embargo, acomodarnos a este mundo (Rm 12, 2-3), ni desmerecer en nada la cruz de Jesucristo . La única respuesta frente a esta batalla espiritual, que nos presenta la revolución sexual global tal y como la describe Gabriele Kuby, es la santidad . El programa es Cristo y la consigna ser santos con la gracia de Dios y una voluntad deliberada, utilizando las armas de Dios .

«Quizá la idea popular que la gente se hace de los santos – comenta Peter Kreeft– sea agradable . Pero los santos de verdad no son personas amables . Son guerreros . Realmente molestan a la gente, tanto que a menudo acaban siendo martirizados . Eso es lo que dijo Jesús: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” ( Jn 15, 20) . No se aprehende a personas agradables y se las clava en la cruz .

¿Juzgamos a Jesús en base a nuestra idea agradable de lo que debe ser un santo, o acaso juzgamos nuestra idea de lo que es un santo en base a la información que tenemos de Jesús? […]» .

Los santos aman la paz verdadera . También odian la paz falsa, la paz basada en las mentiras . Los santos odian la violencia y la intolerancia en contra de los pecadores . Pero también odian la tolerancia al pecado . Los santos aman más a los pecadores, y menos los pecados, que el resto de las personas . Estas dos excentricidades desconciertan a la gente y con frecuencia la ofenden . En la época de Jesús, la primera de estas dos obras de los santos –amar a los pecadores– ofendía a sus enemigos, puesto que la moda resultaba entonces demasiado cruel: una verdad sin paz . Hoy día, la segunda de estas obras –odiar los pecados– ofende a los enemigos de Cristo y de su Iglesia, porque la moda ahora es más bien demasiado amable: una paz sin verdad .

En los tiempos de Jesús, quienes amaban a los pecadores eran acusados de amar los pecados . En la actualidad quien habla en contra de los pecados (aborto, sodomía, suicidio asistido, etc .) es acusado de “homofobia”, de ilegal o de utilizar el “discurso del odio” .

Los santos no son «amables . Se enredan en controversias, inevitablemente, siempre . Esto es debido a que los santos están entregados a la verdad como lo están al amor; no son falsos profetas que dan a la gente lo que quieran en vez de lo que necesitan . Pero sin importar lo impopular que pueda ser la descripción del trabajo de un santo, su doble devoción a la verdad y al amor es la única arma que puede ganar la guerra contra la cultura de la muerte . Sólo los santos pueden salvar al mundo . La auténtica razón por la que la Iglesia es débil y el mundo se muere es que no hay suficientes santos . No, eso no es del todo cierto . La razón es que nosotros no somos santos» .

Obispo de Alcalá. Mons. Juan Antonio Reig Plá.

Nota: Este es el capítulo I, si se quiere descargar completo pulse aquí.

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