«Estamos abocados a la revolución»

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Cuando la biopolítica y la geopolítica convergen en un punto se tienen todas las papeletas para una tormenta perfecta ya sea para mal o para bien. En ningún caso podemos ser ingenuos, ignorantes o indiferentes. La geopolítica nos sitúa como ninguna otra ciencia en el más duro de los realismos. La biopolítica moderna añade la potencialidad de los procesos biotecnológicos hoy más que nunca objetivo de control y explotación.

En una reciente entrevista al geopolítico español Pedro Baños se le preguntaba  cuál es el gran peligro al que se enfrenta España en el siglo XXI. Y respondía con una claridad cristalina:

«El envejecimiento de la población. Pronto seremos el país más longevo del mundo con una natalidad bajísima. Pronostico una nueva crisis económica en breve en la que tal vez no podamos soportar la carga social que se avecina. A eso hay que añadir una juventud muy formada que siente una gran frustración por no poder desarrollarse laboralmente. No puede ser que un pensionista gane el doble que un joven en plenitud. En el futuro habrá una pequeña élite con muy buenos trabajos, una clase media que pasará a ser baja con sueldos de miseria y, finalmente, una parte de la población que tendrá que ser subvencionada de por vida para sobrevivir, al menos mientras existan recursos. Estamos abocados a la revolución.»

Nadie puede predecir el futuro pero todos tenemos la obligación de mirar al futuro desde la perspectiva del Bien Común porque será la única forma de poder anticiparnos a un desastre social sin precedentes. Cada una de las líneas de la declaración de Pedro Baños destila VIOLENCIA.  Violencia fruto de la injusticia. Violencia que ya estamos padeciendo en dosis crecientes. Paro, precariedad creciente y galopante que impide a los jóvenes formar familias y matrimonios estables lo que va a generar una población mayoritariamente herida, desarraigada y altamente frustrada. Destrucción de la vocación profesional de dos generaciones. Un porcentaje cada vez mayor de explotados y descartados que ven a los inmigrantes empobrecidos como enemigos.

Personalmente no tengo nada en contra del concepto de revolución, todo lo contrario, creo firmemente que es necesaria una revolución contra el actual estado de cosas. Una revolución económica que prime el trabajo sobre el capital que acabe con el hambre, el desempleo y la precariedad. Una revolución política contra la corrupción que favorezca el nacimiento de una democracia real autogestionaria  donde cada persona sea protagonista de  su vida personal y colectiva. Una revolución social que prime el matrimonio y la familia como escuelas solidaridad que acogen la vida especialmente en sus estadios más frágiles. Una revolución sexual que afirme una antropología adecuada de la donación y la fecundidad entre el varón y la mujer. Una revolución cultural que prime el ser sobre el tener  que defienda la vida humana y su dignidad intrínseca desde la concepción hasta la muerte natural y en todas sus etapas y circunstancias.

Sin embargo, creo que Pedro Baños está hablando de otro concepto de revolución más próximo a la subversión violenta de los explotados y descartados. O trabajamos por el Bien Común empezando por transformar los agravios contra la mayoría de la humanidad explotada y esclavizada o no estará lejos ( ya se vislumbra) el día en que en  España haya otra guerra civil (aunque sea encubierta y silenciada) de nacidos contra no nacidos,  de jóvenes contra viejos,  de sanos contra enfermos, hijos contra padres, de españoles contra inmigrantes, de trabajadores pobres contra trabajadores acomodados, de ….

Y entonces Alguien preguntará : «¿qué hiciste tú para evitarlo?»

 

Carlos Llarandi Arroyo

Profesionales por el Bien Común

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