El precio de regalar los datos

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PBC -comparte

Nos hemos convertido en emisores de datos. En cada acto de nuestra vida estamos dando información que alguien aprovechará. Cada vez que navegamos por internet, que compramos con la tarjeta de crédito o que decimos me gusta en las redes sociales estamos emitiendo datos sobre nuestros gustos, intereses y preferencias. Leyendo este artículo en la versión digital, también estaremos agregando datos nuestros a una constelación de información que alguien querrá utilizar.

Las empresas tecnológicas y de telecomunicaciones, que durante las dos últimas décadas han revolucionado la manera de acceder a la información y a los con­tenidos, ahora se centran en la obtención de todos nuestros datos para poderlos ­poner al servicio del mejor postor. Nos ofrecen información y nos regalan aplicaciones ­para saberlo todo de nosotros y predecir qué nos pueden ofrecer que sea de nuestro interés.

Con nuestro comportamiento, que se interconecta en la red, vamos dando pistas sobre el tipo de personalidad que tenemos. Hay muchos ejemplos de ello. Un estudio del psicólogo y experto en big data Michal Kosinski demostró que del análisis de sesenta y ocho me gusta en Facebook podía determinar con un porcentaje de acierto que ronda el noventa por ciento cuál era el color de la piel del usuario, sus afinidades políticas, su orientación sexual o saber si sus padres estaban divorciados.

Sin ir más lejos, a través de la tarjeta cliente, las cadenas de supermercados lo saben todo de nuestros hábitos de consumo. Saben a qué horas y qué días vamos a comprar. Cuáles son nuestras marcas preferidas. Saben si comemos pes­cado o bebemos zumo de naranja, si nos ­gustan más las galletas o los frutos secos, o si en casa hay niños o abuelos. Y con esta infor­mación que faci­litamos mientras compramos se pueden elaborar ­bases de datos de gran interés comercial para vender a sus provee­dores. ¿Cuánto vale para un productor de zumo de naranja saber qué personas concretas lo consumen?

Tenemos muy poca conciencia de todo esto, pero es evidente que la obtención y la gestión de los datos es el eje sobre el cual gira la toma de decisiones de las grandes compañías y de los estados más poderosos. El fallo de seguridad de Facebook que se conoció hace unos días y que dejó en la intemperie los datos de 50 millones de usuarios nos ayuda a ver como el uso de la red proporciona la materia prima para ser objeto de intereses comerciales, electorales o ideológicos.

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