Claves de la manipulación

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Hitler, Mussolini, Madoff… Desgraciadamente, los grandes manipuladores siempre han existido a lo largo de la historia. Pero también ahora. Son muchos y están en todas partes: en la familia, entre nuestros amigos, en el trabajo, en los medios de comunicación o en la política.

Los manipuladores son agresores encubiertos que usan su influencia sobre otros para enriquecerse, ascender, disfrutar de beneficios o para evitar un trabajo. Todos ellos tienen algo en común: son expertos del camuflaje, de la seducción y el engaño. Eso les convierte en seres y/o organizaciones muy dañinos y altamente tóxicos. Es por eso que varios estudios se han centrado en conocer mejor cómo actúan este tipo de personas y qué estrategias utilizan para embaucar a los demás. Gracias a ellos, hoy sabemos que suelen emplear un patrón de comportamiento similar. Conocerlo es sin duda, necesario:

  • En general, todos los grandes manipuladores se han hecho expertos en el arte de seducir. Han aprendido que una forma rápida y eficaz para lograr poder sobre los demás es simular interés por sus necesidades y deseos. Así que eso es lo que hacen. Entre sus tácticas más empleadas está la alabanza sin medida y apoyo a aquellos a los que se pretende embaucar. Así ganarán su confianza y la aceptación incondicional de sus peticiones.
  • Algo que sin duda caracteriza a estas personas es su gran capacidad de oratoria. Los expertos en embaucar desarrollan al máximo estas capacidades. Y culminan su arte al lograr que sus víctimas cedan a sus deseos convenciéndoles de las poderosas razones que justifican sus actos, y que no desean aprovecharse de ellos, aunque salgan perjudicados. En su técnica siempre se suele aludir a razones solidarias, al bien común o a la necesidad de justicia, pero suelen omitir que así son ellos los que salen beneficiados.
  • Manejan a la perfección el papel de víctima. Saben que es una herramienta muy eficaz para que los otros cedan. En el discurso del embaucador son frecuentes las alusiones destinadas a dar pena como: “No deseo hacer esto”, “lo estoy pasando muy mal al pedírtelo” o “sufro por todos los que lo pasan mal”.
  • Es frecuente que se ofrezcan para representar los intereses del grupo. Así, tras la apariencia de trabajar por el bien de otros, muchos encubren fines egoístas y deseo de poder. Suelen pedir apoyo para un cargo o se ofrecen para hablar en nuestro nombre con los jefes. Cuidado con quienes se ofrecen a salvarnos. Puede que sus fines no sean tan nobles. Casi siempre piden algo a cambio: votos, dinero, algo de trabajo. Dictadores, políticos, líderes de sectas, telepredicadores, visionarios. Todos emplean tácticas similares; pero no aprendemos.
  • Sin duda, otra de las cualidades que más desarrollan los manipuladores profesionales es su extraordinaria capacidad para hacer sentir culpables a los demás. Saben que la culpa provoca sumisión. Sobre todo en aquellos con más conciencia y sensibilidad hacia los otros. Por eso suelen elegirlos como víctimas; son más vulnerables. Para embaucarles bastará con sugerir que son necesarios para evitar un daño y dirán cosas como: “Si no acabo el trabajo me echarán”. Rápidamente, se sentirán mal y se ofrecerán a ayudar. Al culpar a sus víctimas encubrirán sus verdaderas intenciones: conseguir un beneficio propio. Así que han aprendido a dar argumentos muy convincentes para hacer sentir culpable a quien sospecha de ellos. Suelen decir frases como: «¿Quién? ¿Yo?»; “No sé cómo piensas eso, después de lo que he hecho por ti”. “Mis intenciones son honradas. Reto a que demuestren lo contrario”. Saben que es difícil. Es una táctica muy eficaz.
  • Emplean tácticas de intimidación encubierta. Se ha comprobado que el lenguaje de estas personas suele estar plagado de  amenazas indirectas, implícitas o sutiles. Dicen cosas como: “Entiendo que no hagas nada, pero esto acabará con nosotros”, “si no inviertes, perderás todo tu dinero” o “si no intervenimos nos arriesgamos a una guerra atómica”. Causar temor es una de las argucias más empleadas por estos agresores encubiertos.
  • Otras veces emplean el sarcasmo sutil para generar duda. Provocar falta de seguridad es un modo eficaz de conseguir  dominar a otros.  “¿Quién nos salvará, ellos? Debemos hacer algo”.
  • Es frecuente desarmar a la víctima convenciéndole de ser menospreciado por otros. Hace que se sienta indefenso. Así será fácil convencerle para que delegue todo en el embaucador: “Sé que es injusto. Si quieres puedo hablar en tu nombre”.
  • Culpar a otros también es una de las técnicas más usadas por este tipo de agresores encubiertos. Son expertos en encontrar cabezas de turco. A veces lo hacen de forma sutil. Otras veces a las claras. La política nos ofrece cada día una nueva lección de cómo emplear eficazmente esta herramienta.
  • A veces se sospecha de ellos o se recriminan sus actos. Entonces  es frecuente que se «hagan los tontos» para justificar el no hacer atendido las necesidades y sentimientos de otros. Suelen decir cosas como: “Lo siento, no me di cuenta de que esto te podía afectar”.
  • Si se les incrimina abiertamente, demostrarán que son expertos en cambiar de tema y esquivar preguntas comprometidas. Para detectar a un embaucador debemos tener esto muy presente.
  • Finalmente, como era de esperar, se ha demostrado que son personas muy propensas a mentir y casi siempre por omisión. No suelen inventar historias pero deforman aspectos cruciales de la verdad o simplemente los olvidan. Se les reconoce porque suelen dar muchas vueltas al responder y emplean el lenguaje no verbal de quienes ocultan algo, sobre todo, ante preguntas directas.

 

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