Algunas consecuencias profesionales de la cultura del «desamor»

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Una de las evidencias sociológicas avaladas por los datos es la gran influencia que tiene el clima familiar en la productividad económica y en el rendimiento profesional. Cuando un matrimonio y una familia se rompe no solo hay un cambio drástico en las condiciones económicas de la familia sino que la vocación, la  identidad, los vínculos y el sentido de pertenencia de todos los miembros de la familia se resienten profundamente y los rendimientos escolares y profesionales[1] disminuyen.         Ya el movimiento obrero militante socialista y anarquista en sus diferentes análisis sociales reconocía en la I Internacional que la familia es el pilar y el fundamento de la sociedad. Cuidar la familia frente al capitalismo era una prioridad.[2]

            En España, cada año se producen 100.000 divorcios y separaciones. Y nadie puede decir, con mediana objetividad, que este sea un dato positivo.

No vamos a hablar de la repercusión económica del tema que tendremos que evaluar en otro momento. Como profesional de la educación no hay duda, después de más de 25 años de ejercicio, que la ruptura de una familia es objetivamente un drama. No he conocido ningún caso de los muchos que me ha tocado vivir donde las heridas del divorcio/separación no hayan tenido consecuencias negativas para todos los miembros del núcleo familiar. El relativismo con el que se trata esto en ciertos ambientes es puro postureo teórico. Independientemente de ideologías, cualquiera que haya asistido a una ruptura familiar sabe perfectamente el dolor que genera y las graves consecuencias que desencadena a todos los niveles.

La familia es uno de los ámbitos fundamentales donde se forma la estructura psicológica del ser humano. En este contexto, el ser humano es acogido y amado simplemente por lo qué es independientemente de sus capacidades y limitaciones. El ser humano se podría definir desde muchos aspectos pero este es uno  muy importante. El SER más originario de la persona es RELACIÓN y en concreto relación basada en el AMOR, fundamentalmente del padre y de la madre.

En el matrimonio y en la familia somos esposo, esposa, padre, madre, hijo, hermano… Y esta relación, aunque sea con muchas deficiencias,  nos constituye. Si fuésemos «producidos» en un laboratorio al margen de esta relación, nuestra dignidad intrínseca como persona estaría intacta pero tendríamos importantes carencias que no podríamos ignorar relacionadas con la ausencia de una referencia biológica y afectiva originaria.

Al margen de puritanismos tóxicos, la ruptura del vínculo familiar y por tanto la desintegración del núcleo familiar de pertenencia implica una importante «herida» en nuestra identidad. Una de las manifestaciones más importantes de esta herida es la desconfianza[3], muchas veces inconsciente, que adquiere la persona que ha sufrido esta circunstancia sobre todo cuando es niño o adolescente. La confianza es clave en el funcionamiento del ser humano. Nos levantamos, comemos, viajamos, trabajamos y nos relacionamos en base a la confianza.

Sin embargo si esta desconfianza profunda producida por la ruptura familiar no se repara  se traslada a  todos los ámbitos de la existencia de la persona. También al profesional y al político. El trabajo por el Bien Común exige una grado importante de confianza en las personas, en su capacidad afectiva y racional para trabajar codo con codo y sobre todo para aceptar sacrificios personales y encajar las dificultades interpersonales  propias de este tipo de compromiso.

Por otro lado, los equipos de recursos humanos también consideran esta desconfianza como una causa para entender la dificultad de muchos profesionales americanos para trabajar en equipo. El divorcio en EEUU ya ha educado a varias generaciones y esto está teniendo múltiples consecuencias a nivel económico y profesional.

El individualismo y el materialismo hegemónico cultivados por el actual sistema y la precariedad laboral  favorecen las rupturas familiares y deben ser contrarrestados por una cultura de la solidaridad intra e interfamiliar para  acoger, educar y promocionar adecuadamente a cada niño que nace.

En PBC estamos trabajando para que se tomen medidas legales y sociales que sirvan para apoyar al matrimonio y a la familia como uno de los fundamentos claves de la persona y de la sociedad.

 

Carlos Llarandi Arroyo

Profesionales por el Bien Común

[1] En algunos estudios se evalúan descensos de hasta el 30%.

[2] Cfr. J. Freymond. La Primera Internacional. Congreso de Ginebra 1866. Congreso de Lausana 1867. Congreso de Bruselas 1868. Editorial Zero. Madrid.1973.pp182-343

[3]« Si las personas que más me amaban se han separado o divorciado, ¿En quién puedo confiar?» Este el pensamiento que subyace detrás de esta desconfianza radical.

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